Capítulo 1

1194 Words
Isabela.* Desperté temprano. Estoy bastante emocionada, ya que mi tío me ofreció un nuevo empleo como enfermera en un hospital. Tengo que admitir que jamás creí que sería un psiquiátrico, aún así, estoy emocionada. Quiero llevar acabo la carrera que estudié, me esforcé bastante. Pero, como ya saben, cuando uno va a iniciar en el tema laboral debe aceptar cualquier puesto, para poder obtener experiencia. Mi nombre es Isabella Morris. Tengo dos tipos de apodos: "Bella". O "Isa". Mi cabello es rubio, mis ojos son azules, piel blanca, estatura baja, complexión delgada y tengo 23 años de edad. Vivo sola en el departamento, ya que decidiste separarme de mis padres y vivir en otra ciudad debido a la universidad, sin especificar el deseo que tengo de ser una persona independiente y libre en ciertos aspectos ... Y no me refiero a los que están pensando, sino que por madurez. Hace poco terminé mi estudio de enfermería y empecé a buscar trabajo, cosa que fue difícil, así que fue ahí cuando mi tío ayudaría. Él es psicólogo en un hospital psiquiátrico, así que dijo que podría hablar con el director del lugar, dándome la oportunidad de ingresar. Eso me puso muy feliz, es agradable poder llevar acabo lo que amo, lo cual es ayudar a los demás. Tengo que admitir que al principio me sentí insegura, el hospital está bastante lejos de mí ubicación, así que tengo que viajar mucho en auto y sería peligroso. Mi tío me dijo que podría quedarme en el hospital, ya que muchas enfermeras lo hacen, facilitando su trabajo. No quería aceptar, pero me convenció y hoy voy a ese hospital, iniciando mi día de trabajo mañana. Me levanté de la cama, estirando mi cuerpo, al estar relajada caminé al baño, entrando, dispuesta a darme una ducha. Abrí las llaves del agua, colocándola caliente, me retiré la pijama y yo adentré, dejando que el agua caiga sobre mi cuerpo, relajándome, permitiendo que mis sentidos se despierten. Pasaron los minutos, cerré las llaves y salí, tomando una toalla y cubriendo mi cuerpo con ella. Abrí la puerta, regresando a la habitación, yendo al guardarropa, lo abrí, sacando un conjunto de ropa, así mismo un abrigo y una bufanda, los días aquí son bastante fríos. Al terminar de vestirme cepille mi cabello, dejando que se seque por si mismo. Salí de mi habitación, grabando el pasillo, hasta llegar a la sala e ir a la cocina. Preparé café, junto a un pan tostado con mantequilla y mermelada, será esto lo que voy a desayunar en lo que mi tío viene a recogerme. Sigo analizando mi situación, pensando en que nunca creí ser parte de un hospital psiquiátrico ... Jackson. * Mantengo mi vista al frente, justo en la pared, pensando en todos los años que he estado aquí, lo miserable que ha sido el día y la noche la misma maldita rutina de todos los días. Tomar medicamentos que me dejan más loco de lo que ya estoy, que esos bastardos vengan aquí, me golpen o se burlen de mí. Sin importar al maldito psicólogo, quién solo viene a dar sermones que realmente me importa una mierda. No sé cuánto deseo, el poder arregla el cuello, siente su sangre correr por mis manos, en lo que sus gritos son música para mis oídos, logra un placer inexplicable en mi interior. Salí de esos pensamientos, escuchando como al puerta era abierta y por ella entraba esa estúpida enfermera, la cual nunca me observa a los ojos, ¿Por qué ?, ¿Se siente lo suficiente superior como para ignorarme ?, Solo es una más, un Asqueroso ser más en esta vida estúpida. - Tu desayuno. - Indicó, mostrándose tal vez asustada, insegura, eso logra satisfacción en mí. No dije nada, solo le observo con detenimiento, esperando, deseando saber cómo planea que coma esa porquería si tengo la camisa de fuerza. - ¿No piensas soltarme? - Pregunté, en un tono lleno de ironía. Caminó a paso lento a mí, con sus manos temblando comenzó a retirarla. Podía sentir como poco a poco era libre, si quisiera terminar con ella en este mismo instante, aunque si lo hago solo aumentaré mi sentencia aquí, si así, ya son suficientes años. Según el abogado que llevó acabo mi caso estaré aquí hasta que sea un anciano de setenta años. Seré sincero, pienso que tenerme aquí solo es una perdida de tiempo, ¿Por qué no solo terminar conmigo de una vez ?, Maté a muchas personas, así que pueden hacerme lo mismo, de todas maneras saldré de aquí siendo un viejo, ¿Qué ¿podría hacer ?, solo estorbar en esta asquerosidad de mundo. - ¿No comerás? - Preguntó, sacándome de mis pensamientos, mi mente es bastante profunda, me pierdo en ella con facilidad. - ¿Eso importa? - Murmuré, sintiéndome superior, el mejor. - No, pero sino lo vas a hacer, podría marcharme y terminar con todo esto. - Contestó, con molestia, desviando su mirada. - Ya veo. - Yo burlé. - Se te hace tarde para acostarte con el doctor ése. - Revelé, observándole como lo que es; una zorra Me indicó indignación y negó, dejando ver el enfado en su rostro. - No eres más que una maldita prostituta. - Dije, entre risas fuertes. Levanté la vista, para mirar su estúpida expresión la cual es un monumento. Sus ojos están puestos en mí, abriendo disimular, como si todo lo que él dijo fuera de una vil mentira. Sin pensarlo me coloqué rápido de pie, tomando el tenedor en mi mano, dejándome ir sobre ella. Los dos caímos al suelo, intento rasgar su pecho con el tenedor, pero solo hago rasguños, ya que el artefacto es de platico. Las pisadas pesadas de los guardias me hicieron apresurarme, sin dudarlo, solo tomé su cuello, quebrando-lo, como si se trata de una rama seca de árbol, tan frágil. La puerta se abrió de golpe, entraron, captando lo que había hecho. - ¿Qué ... Demonios ha hecho? - Gritó uno, dejando ver la desesperación en sus ojos, no sé porque, ni modo que eso vaya a revivirla. Me reí, soltando carcajadas sin poder evitarlo, sintiendo como la adrenalina grabar cada centímetro de mi cuerpo. - Terminé con el problema de la esposa del doctor. - Susurré, con burla, mirando el rostro de cada uno de ellos. Cada uno dejaba ver el asombro que había en ellos, aunque ignoraba el cuerpo debajo de mí, tal vez no querían verla. - Si quieren pueden tomarla, no diré nada. - Ofrecí, esperando una aceptación. Sus muecas de asco me ayudaron a entender con rapidez que eso no va a pasar, que aburridos, se pierden de lo divertido, de lo enfermo que podría ser eso. Aunque también hay algo más, miedo, eso, me da una energía extraña, quiero que todos lo sientan, que tiemblen ante mí. - Estás demente. - Dijo uno de ellos, en lo que todos se acercaban. Cuando menos lo pensé y estaban sufriendo mis brazos, en lo que mi instinto me pedía maldecir. Mis muñecas y tobillos fueron atados al pequeño catre que tengo para dormir. Me colocaron un sedante, obligando a que mis ojos se cierren, así mismo mis sentidos se vayan apagando poco a poco, hasta caer en una oscuridad bastante profunda ... Espero que les guste. Gracias por leer.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD