•Capítulo 1: Mal presentimiento.

1574 Words
Coordinar mis pensamientos, coordinar piernas con el conteo mental de cada trote para evitar pisar sobre esa superficie barrosa y escuchar las alabanzas que Lea le brindaba discretamente a algún chico determinado en su campo de visión no era algo tan difícil de hacer. Nuestro cerebro está tan perfectamente diseñado que podríamos llegar a sacar grandes conclusiones en sólo microsegundos y la única que en este momento rondaba por mis pensamientos era que algo estaba pasando. Esta mañana, a diferencia de todas las demás, había sido distinta ya con sólo ver a ambos de mis padres desayunando conmigo. Luego le sumó que el desayuno fueron unas deliciosas y dignas de todos los dioses tostadas francesas que si bien, lograron distraerme de lo que ahora está carcomiendo mi cabeza. —¡Ally, cuidado con el...! Y ahí todo termina. O bueno, toda la coordinación que había creado cayó como gato ciego de un árbol, o como yo cayendo sobre un charco de lodo. —¡Maldición! Dije mientras me levantaba del suelo e intentaba quitar las manchas de lodo de mi uniforme de educación física. No sólo la ropa estaba sucia y húmeda, mis rodillas ardían y las palmas de las manos las sentía entumecidas por el frío. Y la risa de mi mejor amiga tampoco ayudaba para que mi estado anímico no empeorara. —Deja de reírte y ayúdame. Sin dejar de carcajearse, extendió su mano hasta mí y la tomé sin rechistar. Aunque no fue de mucha ayuda ya que sólo la sostuve, ni siquiera pretendió moverse ni nada. —Ya, basta. —No seas malhumorada, Ally, te dije que tuvieras cuidado. —Sí, tienes razón. Lo dijiste cuando ya estaba como cerdo sobre el lodo. —aumenté mi volumen de voz, quizás intentando haciéndole ver que sus burlas no me agradaban, pero el efecto fue todo lo contrario. —¡Ya no te rías! Cómo vi que no me haría caso y eso sólo me pondría de peor humor, retomé mi trote alrededor de la cancha, ignorando los para nada sinceros gritos de disculpa detrás de mí. Quizás parecía exagerada o no lo sé, de todos modos, siempre se nos pasaba luego. Izquierda y derecha, izquierda y derecha, izquierda y derecha. Elevé mi cabeza viendo todo lo que aún debía recorrer y me deprimí aún más. Entonces qué mejor distracción que la propia mente y comencé a pensar, o, mejor dicho, torturarme sacando mis propias conclusiones de lo que podría haber pasado en casa para haber recibido todas esas miradas "discretas" de mis padres ¡Créanme que no estoy siendo paranoica! ¿Qué podría haber sido? Una llamada del director no; mis notas estaban bien, de eso estaba segura, y tampoco podría haber sido por algún problema que haya tenido con el imbécil de River. Eso sólo había sido una vez cuando... De repente todo comenzó a pesarme de un lado. Anteriormente había dicho que la mente era tan poderosa que me había hecho creer que todo lo que veía y comenzaba a verlo de forma vertical, sucedía en cámara lenta. —¡Cuidado! Sí, gracias por el aviso. Ya me encontraba tirada sobre el césped, mejor dicho, sobre todo el lodo, y con un dolor punzante en mi cabeza, producto del golpe con un balón de fútbol americano que algún hijo de... —Oh, eres tú. Entrecerré los ojos, viendo a quien había sido el culpable de un castigo por una semana sin internet por haber recibido una llamada a casa por parte del director sólo por haber robado la ropa de River de los vestidores. —Diecisiete años y sigues siendo torpe. —¡Pero si tú me...! —tomé por instinto, un puñado del espeso lodo en mi mano y se lo lancé sin dudarlo. De sólo verlo la rabia comenzaba a florecer. —¡...¡Lanzaste el balón, idiota! Silencié, esperando por alguna reacción de su parte, pero sólo se mantuvo mirando cómo el lodo resbalaba por todo el uniforme del equipo. Soltó un suspiro con sólo un ápice de preocupación y se encogió de hombros. —De todos modos, tenía que lavarlo. —¿¡Qué!? —solté sin poder creerlo. Sin embargo, sabía que se mantenía calmo porque eso me molestaba aún más que algún tipo de reacción. O bueno, eso dependía. —¡Ally! ¿Estás bien? Lea llegó corriendo hacia mí y luego miró a River, una y otra vez, sacado sus propias conclusiones, aunque parece que su cerebro era un poco más lento en hacerlo. —¿Tú le hiciste eso? —Lea, me conoces, por supuesto que no. —¡Pero si él me lanzó el balón! —¡No fui yo! Fue Ryan. —rápidamente señaló al susodicho y allí se encontraba, en el centro del campo de entrenamiento con una mano alzada hacia nosotros, saludando con algo de vergüenza. Rápidamente me tragué mis palabras y eso me hacía sentir aún más enfadada. Entonces tomé otro puñado del lodo y esta vez se lo lancé a mi mejor amiga. —¡Hey! —Por no ayudarme y esto... —esta vez fue directo al rostro de River. —Por arruinar mi vida. —Entonces éste también de deberían ir dirigido hacia ti. Mi vista rápidamente se oscureció y sentí la sustancia espesa en todo mi rostro. ¡Aghh! ¡Cómo lo odiaba! Odiaba que siempre quisiera ganarme en todo, odiaba que siempre estuviese en mi vida, que fuese mejor amigo de mi mejor amiga y que siempre estuviese haciéndome bromas de mal gusto. Me coloqué de pie y me lancé sobre él, restregándole mi mano embarrada sobre su rostro más que nada sobre su boca. Esta vez haciéndolo enojar. —¡Suéltame, loca! Volví a tierra firme con la respiración agitada mientras que River intentaba quitar el lodo en sus ojos y su boca, creo que hasta escupió un poco. —¡Loca! ¡Estás loca! —¡Y tú estás enfermo! —Lo estaré ahora por tu culpa, estúpida. Me voy. No te soporto. —y sin más, se volteó, no sin antes dirigirme una mirada de odio. Se la devolví sin pensarlo. —Dios santo... Se comportan como dos niños. —Tú. —la señalé con mi índice, y luego lo puse de forma vertical sobre mi boca. —Cállate... Traidora. —¡Hey! ¡Te oí! —ignorándola, comencé a trotar hacia donde la profesora y las demás chicas ya estaban. Todas, pero absolutamente todas, tenían su mirada sobre nosotros entonces comencé a entrar en pánico. No era muy afán de que las personas tuviesen sus ojos sobre mí, siempre había intentado ser una chica que se mantenía al margen y tener el ceño fruncido de la profesora de deportes sobre mí, sólo incrementaba el nudo en mi estómago. *** Ingresé a clases, aún con el humor de perros palpable y me senté en el asiento junto a mi mejor amiga. —¿Puedes decirme qué diablos pasa contigo? —dijo luego de unos segundos de silencio, en los que se mantuvo observándome "discretamente". Chasqueé la lengua. —Estoy nerviosa ¿Sí? Hoy... Mis padres se han estado comportando extraño y siento que estoy involucrada en todo esto. Es decir, no hice nada, sin embargo, es algo que me tiene inquieta. Tengo un mal presentimiento... —Ally, estás siendo paranoica. Sólo tranquilízate ¿okay? ¿Qué tan malo puede ser? Quizás tú mamá sólo está embarazada y... —Cállate. —¡Ay, por favor! ¿No me digas que te sientes celosa de un posible hermanito menor, Allyson? —Por supuesto que no. No seas ridícula. —Exageras, mujer. Rodeé los ojos y los llevé al frente, donde la profesora de literatura comenzaba a hablar de algo que realmente no me interesaba. Hacer dibujos sin sentido era mucho más entretenido que una clase que estaba segura que debería retomar en la escuela de verano. Estaba tan sumergida dentro de mi cabeza que apenas noté cuando River hizo de su presencia dentro de la clase. Sí, desgraciadamente no sólo tenía que soportarlo e en la escuela, sino también en la misma clase. Y esperen, ¿Ya había dicho que también su padre era socio del mío? ¡No había un solo maldito día en que pudiese evitar ver a ese feo cabello rubio! —Llega tarde, señor Adam. Ja... —Sí, es que estaba en el baño, lo siento. —asintió a su respuesta, pero la voz de otro compañero detrás de mí llamó la atención de todo el salón. —Y qué habrá estado haciendo, ¿eh? Todo el curso —a excepción de mí—, incluyendo a River comenzaron a reír. Observé otra vez mi hoja con atención y cuando ya creí que podría obtener silencio, una mano cálida se posó sobre mi frente. Fruncí el ceño y se la quité de un manotazo. —¿Qué haces? ¡Ya vete! Él se apartó con sus manos en señal de inocencia y se fue hacia su lugar, sin dejar de mirarme mal. Por otro lado, sabía que Lea estaba con una expresión para nada bonita al ver mi trato hacia su amigo, sin embargo, no me importó. Quería llegar rápidamente a casa y echarme en mi cama. Hoy definitivamente no había sido mi día. Recuerdo que llegué a casa y lo primero que hice fue lanzarme a dormir. Cuando ya creí que habían pasado sólo un par de horas me asusté al saber que ya eran las seis de la tarde. Me apresuré a tomarme una ducha y luego bajé. No tenía tareas, aunque sabía que si llegase a tenerlas tampoco iba a realizarlas. Entonces opté por ver la televisión hasta que la hora de la cena llegó. Mi padre se veía cansado, incluso lo vi apartar un poco su plato de comida y luego observó a la nada. Había sido una cena extrañamente silenciosa. A excepción de cuando habló para sólo anunciarnos que mañana por la mañana debíamos levantarnos temprano, sin importar que fuese día sábado. Alguien vendría a desayunar y nos daría una noticia. Por un momento creí que mamá podría estar embarazada, pero ¿por qué necesitaba que otra persona nos la diese en su lugar? Quizás estaba siendo paranoica, pero de lo que estaba segura era que una presión en mi pecho nunca me fallaba cuando de un mal presentimiento se trataba.  ***
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