Primera Parte: Capítulo 1.

506 Words
 —Deseo… deseo —murmuró Bárbara Mills mientras observaba el pequeño pastel y luego a sus tres amigas, Leslie, Jenna y Anais—. Quiero tener a un grupo de hombres a mi disposición, quiero ser la cosa más importante en su vida, y sobre todo —sonrió con picardía —quiero que mis deseos sea lo único que les importe. Las tres mujeres a su alrededor se miraron entre si unos segundos en completo silencio hasta que soltaron una carcajada. —Tú —dijo Leslie mientras llevaba una mano a su estómago—, una profesora de preescolar. —La mujer más amable del mundo —dijo Jenna sin poder respirar. —La que siempre termina metiéndose con un hombre retrograda y bastardo —concluyó Anais antes de limpiar una lagrima de su ojo. Suspiró. Amaba a ese trío de locas, pero a veces se comportaban peor que su madre, cuando estaba viva. Volvió a suspirar. —Se les olvido la inteligente, hermosa, fuerte y sagaz. Sus amigas dejaron de reírse y se limpiaron las lágrimas de los ojos. —Amiga, si tú logras eso, llámame y te daré lo que quieras —aseguró Jenna. Anais y Leslie asintieron. Jenna era dueña de una de las más grandes compañías de modelos del mundo, incluso ahora ni siquiera era necesario que fuera a trabajar. Ella era la más baja del grupo, poseia un cuerpo maduro y curvilíneo, su cabello era rojo y largo y sus ojos de un profundo café. Anais era la chica lista del grupo, de gafas y cabello castaño y desordenado, cuerpo delgado y nariz pequeña, un genio de tomo y lomo, una ingeniera química. Por último estaba Leslie, la bonita, alta, delgada, de cabello rubio y ojos azules, piel pálida de porcelana, una modelo, que irónicamente trabajaba para la competencia de Jenna. Ella suspiró pesadamente y miró su reflejo en la ventana. Bárbara tenía una estatura normal, 1,65 metros, ella pensaba que le sobraba de arriba y de abajo, algo que sus amigas siempre negaba. Su cabello era n***o y corto hasta sus hombros, simplemente debido a que en su trabajo como profesora de niños de preescolar, no había año que uno de ellos no le pegara algo en el. Sus ojos eran lo único que le gustaba, de un ámbar brillante y profundo. Volvió a suspirar y una voz mecanizada le informó que su vuelo estaba por salir, miró a sus amigas. —Suerte —le dijeron todas. Se pusieron de pie y la acompañaron hacia la puerta de embarque. —Que no te maten —dijo Jenna y la abrazó—. Si no regresas en dos meses voy por ti. —Igual yo —dijo Leslie. —A mí no me dejan aquí sola —dijo Anais y sonrió—. Cuídate —también la abrazó. —No se olviden de Lucas —pidió mirando al trío, asintieron al unisonó. —El gato, como olvidarlo —murmuró Jenna, al ver su mirada sonrió—, lo cuidaremos muy bien. —El vuelo 275, con camino a… —Bárbara miró a sus amigas por última vez. —Me voy, nos vemos en dos meses —se despidió de sus amigas y subió al avión. Volvió a suspirar al mirar por la ventanilla. Dos meses de trabajo ayudando en la cruz roja, dos meses lejos de sus siempre recurrentes problemas. Nada podía salir mal.
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