Prohibido enamorarme de tí

Acabo de cumplir veinte años, soplo la vela de un pastel, y miró alrededor y aunque hay mucha gente sonriendo, me siento completamente sola. Este es mi último día en la universidad. Al menos en esta universidad, mis amigos me celebraron mi cumpleaños y aunque me advirtieron que no perderemos contacto, se que si lo haremos, toda mi vida me he cambiado de colegio y de ciudad, y siempre pasa lo mismo. Ya he perdido la cuenta de cuántos países he conocido, de cuántos colegios y de cuántos supuestos amigos. Mis padres se divorciaron hace dos años, y tuve que vivir con mi padre pues ella volvió a rehacer su vida, o al menos ese ha sido su lema, los últimos dos años. —”Tengo derecho a rehacer mi vida”. Pero está vez todo cambió mi madre decidió que debo vivir con ella, y esa es la razón por la que hoy me despido de mis amigos. Y también de el chico con el que me acuesto, en realidad no es nada serio. Pero al menos era mi distracción. Un empleado de mi padre se ha encargado de viajar personalmente hasta New York, para llevar mis maletas y mis cosas personales. Entró a mi habitación vacía, de una casa que también está vacía. Mi padre ha encontrado una nueva pareja, y la decisión de mi madre le ha caído como anillo al dedo. Recorro cada muro y debo reconocer que esté lugar fue mi favorito de todos los que he conocido, mi padre se fue hace dos días, y ahora me toca a mi. Mi madre insistió en venir por mí, pero me pareció ridículo, pues no sé ha preocupado por mí en mucho tiempo, así que me negué y ahora solo vengo por un par de libros. Son mis lecturas favoritas. Una maleta pequeña con mis cosas personales y algunas mudas de ropa. El chófer me espera, y decido recorrer cada habitación una última vez, mi padre vendió esta mansión, y es muy probable que nunca más vuelva a entrar. Atravieso un pasillo y puedo observar mi cabello rojo, lo peino con los dedos intentando acomodar su rebeldía, descubro mi rostro y puedo observar estás sutiles pecas en mis mejillas, la cuáles detesto, saco un labial de mi bolso, y vuelvo a tornar mis labios de un rojo intenso, hago un ruido con mis labios al apretarlos para asegurarme, de que mis labios se cubran por completo del labial. Me veo al espejo y sonrió, continuo caminando y alcanzó a observar el candelabro que cuelga del techo y sonrió nuevamente al saber que mi vida comenzará de nuevo. Subo al auto, el chófer, que es empleado de mi padre solo hasta este día, me mira por el retrovisor y detesto que lo haga, su mirada con lascivia, me da asco. Pienso que por fin, no volveré a verlo nunca más, abro la ventanilla del auto, y dejó que el aire golpee mi rostro y enfríe mis mejillas. Aunque eso signifique que mi cabello volverá a su rebeldía. Ha pasado media hora, salgo del auto, y yo misma sacó el equipaje de la cajuela. Cierro la puerta con brusquedad, y el chófer arranca de prisa. Supongo que sabe que por más miradas e insinuaciones entendió que no estaba a mi altura. El anuncio del vuelo a New York se escucha por los parlantes, camino de prisa y con cierta dificultad logró entablar una conversación con la mujer a cargo del ingreso. Le doy mi pase, me sonrie y la imito, subo al avión y la mirada de un hombre llama mi atención. Me siento como una tonta, su mirada me ofusca y me inquieta, me observa con cierto deseo o eso creo. Mi respiración se acelera y no soy capaz de distinguir, si en realidad tengo miedo, o tengo curiosidad. Bajo la mirada y me siento, después de dejar el equipaje dentro del maletero, y al cerrar los ojos, su imagen se incrusta en mi mente. Sus ojos, sus labios, el color de su piel, su barba, y la forma en la que me miraba mientras intentaba seducirme, me hacen sentir calor se muy bien que fácilmente me dobla la edad y a mi cuerpo no le importa. —”Si tan solo, no tuviera veinte años” –pienso. —”Si tan solo, yo fuera más atrevida” —viene a mi mente. —”Si tan solo no fuera un desconocido” —los pensamientos invaden mi mente y no estoy segura de porque me siento tan impactada con la mirada de aquel hombre que está sentado algunos asientos detrás de mí. Busco mis audífonos dentro de mi bolso, los colocó uno a uno en mi orejas, e intentó olvidar está sensación, serán cinco horas de vuelo y debo mantener la calma. Escucho algunos ruidos a pesar de tener mis audífonos sobre mis orejas, a un volumen considerable. Abro los ojos y frente a mí, está aquel hombre que hizo que se me escapara el aire. Intento escuchar lo que dice, pero no soy capaz de mover mis manos, el repite de nuevo algunas palabras y con mucho esfuerzo me retiro los audífonos. —Disculpe… no lo escuché —menciono con dificultad, estoy segura de que mi voz se escucha torpe. —Ese es mi asiento —por fin puedo entender lo que dice. Me levanto, y su aroma me invade. —”Es un aroma exquisito” —lo pienso o lo digo, no estoy segura. —Disculpa no escuché bien —me réplica, y me quedo callada. Él solo me sonríe y se sienta a un lado de la pequeña ventana, lo observó y no entiendo qué hace aquí. Pienso en algunas posibilidades, y no soy capaz de encontrar una coherente. Pienso que es posible, que solo quiso sentarse cerca de mi. Intento ver su ticket de reojo pero es difícil. Siento la necesidad de correr, de moverme, de decir cualquier palabra y solo me quedo en silencio sin poder hacer nada. Colocó nuevamente mis audífonos sobre mis oídos, me abrocho el cinturón y me preparo para que el avión despegue. Y solo me siento segura de algo. Estoy segura de que esté vuelo será el más largo de mi vida. ... De alguna forma logré salir ilesa de aquel vuelo, bajé de prisa en cuanto el avión aterrizó y ahora me encuentro esperando a que el chófer aparezca. Estoy un tanto extrañada por el retraso del chófer. —”Será que mi madre olvidó que vendría” —pienso por un momento, y casi de inmediato me respondo. —Estoy segura de que así es. Le marco por teléfono a mi madre, –Hola cariño —responde de prisa. —Mamá, estoy en el aeropuerto. Llevo una hora esperando al chófer —le indicó a través del teléfono. —Cariño discúlpame, pensé que vendrías hasta dentro de dos días, no estoy en New York. El chófer tiene la instrucción de ir por ti en dos días… ahora te lo mando —tuerzo los ojos. Y aunque por un instante lo dudé, sabía que esto ocurriría. –Olvidalo, tomaré un taxi —respondo y cuelgo el teléfono. ... Llegó a la mansión de mi madre, el portero, me da el acceso y me saluda con cortesía. —Hola, señorita Olivia, es un gusto tenerla aquí —me dice la muchacha al abrir la puerta. Y aunque parece algo trillado, le sonrió a la mujer que seguramente será mi compañía durante el tiempo que viva aquí. —¿Hay alguien más? —cuestiono, y aunque mi intuición me dice que estoy sola, trato de asegurarme. —Solo se encuentra el señor John —me responde, y pienso en que por fin conoceré a mi padrastro. —Hola Olivia, es un gusto tenerte aquí —Mis ojos se agrandan, la boca se me seca, y siento como el aire me hace falta. Jhon Taylor el esposo de mi madre, es el mismo hombre que me quitó el aliento en el avión con tan solo verme.