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Solo tu

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Blurb

Las oportunidades no se presentan todos los días, e Ivette López estaba plenamente consciente de ello. Y es por esa razón que, cuando ve que la empresa en la que tanto anhelaba entrar, abre sus puertas una vez más, aprovecha la oportunidad de enviar su documentación por quinta vez en el año. No había un NO como respuesta para ella. Su madre la había enseñado desde pequeña que tenía el poder de alcanzar las estrellas si se lo proponía. ¿Esta vez la reclutarían? No lo sabía con exactitud, hasta ese día. El día que recibió la anhelada llamada. El día en que casi le da un ataque al corazón. Si, podía alcanzar las estrellas, pero en el proceso podría estrellarse una, dos, tres...O una docena de veces. Solo que esta vez el estrellón sería distinto, puesto que tenía nombre y apellido.

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Uno
Estoy aterrada. No hay palabras exactas para describir con exactitud como me siento. Solo se que el temblor en mi cuerpo y el sudor frio que se desliza por mi frente y mi nuca no ayudan mucho a calmar mi ansiedad. La silla donde estoy sentada parece que en cualquier momento me dejará en el suelo como un sticker gracioso de esas que salen en las caricaturas. Pese a que es bonita, de un verde manzana con gris, y se ve que es nueva, no hace que me entre la seguridad en lo absoluto. Este lugar es grandioso, su tecnología, el suelo y paredes impolutas. Su decoración es extravagante pero hermosa. Jamás había estado en un lugar así, lo cual es mas aterrador. Siento que en cualquier momento haré un desastre, o terminaré llorando en un rincón del baño por lo abrumador que es todo esto. Pero estoy aquí debido a mis esfuerzos. Debido aquella conversación que tuve con mamá hace meses, antes de que tuviese que salir de viaje. Lo recuerdo con exactitud. "Esfuérzate siempre por aquello que quieres, Ivette. No dejes que la corriente te guíe, pues a veces parece que es lo mejor y la única opción, pero no lo es. No la sigas. Solo sigue luchando, confío en ti como para saber que lograras alcanzar las estrellas solo si misma te lo crees". Yo me lo había creído, en definitiva. Desde que tengo memoria he sido soñadora y con la mentalidad de que puedo alcanzar las estrellas si me lo propongo. Es por esa misma razón que ahora estoy en una de las empresas mas renombradas de toda la ciudad, esperando ser llamada para empezar mi periodo de entrenamiento. Me levanto de la silla y empiezo a caminar lentamente de un lado a otro, el frío que hace aquí parece que fuera del polo norte. Aunque nunca he estado allí, pero supongo que mi referencia es acertada. Me muevo con algo de pereza de un lado a otro, justo cuando lo siento. Mi cara horrorizada se alza, y tengo que levantar mucho mas la mirada para encontrar unos par de ojos marrones mirarme con la que deduzco que es mi expresión. Horror, vergüenza, asombro. La persona frente a mi es alto, mucho mas alto que yo, por lo que me siento intimidada a niveles grandes. No es hasta que su mirada se desliza hacia mi pecho que me doy cuenta que el envase destapado en su mano no tiene ningún líquido, puesto que ahora todo el contenido esta sobre mi ropa perfectamente planchada. Quiero llorar. Me siento humillada y avergonzada. Muchos pares de ojos están puestos en nosotros, lo cual es mas abrumador que antes. Me quedo inmovilizada, con los brazos inertes a mis costados, con la mirada cristalizada fija en un reno escarchado que está en un rincón y todo el cuerpo temblándome. La piel se me eriza porque justo hace frio y la bebida parecía ser alguna clase de agua de avena, fría. Ni siquiera soy capaz de mirar a algún lado, solo me quedo ahí, queriendo ser parte de la decoración navideña. Veo al chico moverse de un lado a otro, hasta que siento la calidez de su mano cubrir mi muñeca, para terminar arrastrándome a quien sabe donde. El pánico me trata de inmovilizar, pero este chico tiene mas fuerza, puesto que yo soy bajita, él es altísimo. No pienso absolutamente nada. No rechisto, ni me quejo y mucho menos lloriqueo como deseo. Solo me dejo llevar por él, aunque no lo conozco ni por asomo. Escucho el sonido estridente cuando pasa el carnet por el sensor que abre la puerta, y salimos de la instalación como si nada. Damos un par de pasos, cruzados a la derecha y dos puertas se extienden ante nosotros. Son los baños. -Espera aquí, por favor -pide en un susurro antes de devolverse a la recepción, dando grandes zancadas. Lo escucho hablar con alguien, pero no le presto atención en lo absoluto. Estoy estupefacta aun. Tiesa, como un tronco. Me siento pisoteada, aunque fue un accidente-. Entra al baño -me espeta, para luego pasar el carnet con la foto de un rubia por el sensor. Se guarda el carnet en el bolsillo, y luego se quita su chaqueta-. Usa esto mientras tanto. Y perdón por estropear tu ropa. Se nota que te esmeraste en plancharla- No digo ni pío. Me limito a tomar la prenda con manos temblorosas y adentrarme al baño de chicas. Me da tranquilidad saber que estoy sola, que no hay nadie viendo como las lágrimas cálidas bañan mi rostro, mientras trato de limpiar mi camisa con el agua congelada. Creo que no va a ser un buen día. "Piensa en positivo. No importa que pase, siempre ve el vaso medio lleno". La voz de mamá llega a mi mente como el mejor de los bálsamos. Así que, termino de limpiar mi camisa, me coloco la prenda que el chico alto me dio, y lavo mi cara a penitas para no estropear el ligero maquillaje que llevo puesto ahora. Cuando salgo, el chico moreno sigue allí, recostado en la pared, junto el sensor que abre la puerta. Su mirada está fija en los marcos de la pared del pasillo, y puedo notar un ceño y unos labios fruncidos. Parece... Como si estuviese auto-recriminándose por lo que ocasionó. Yo sigo esperando una disculpa, aunque aparentemente fuimos culpables los dos. No hablamos, no nos miramos, ni siquiera caminamos a la par. Simplemente volvemos a entrar en la empresa, tomando caminos distintos, sin mirar atrás. (...) Creo que Dios no me quiere en lo absoluto. A lo mejor, en algún punto de mi vida, cometí un delito atroz, porque de lo contrario no estaría siendo capacitada justo en la misma campaña que el chico que me hizo iniciar con mal pie en mi primer día de trabajo. ¡Y no solo eso! Sino que el puesto que me han dado, es junto al de él. ¡AL DE ESE SER! -Ivette-me llama el chico que -creo-, es mano derecha de la supervisora. Alzo la mirada en su dirección, y lo miro con seriedad, tratando de no demostrar que estar en la misma presencia que el moreno junto a mi, me incomoda-. Levántate, y te sientas junto a mi puesto, justo el primero que ves allá-señala con el mentón. Asiento, tomando mi silla ruidosa, para llevarla a dónde me mostró-. Te mostraré como debes hablar, la información, y como son las metas que tenemos aquí como campaña, ¿ok? -asiento, en silencio-. Bien. Dame cinco minutos y volveré para explicarte. Tengo una muchacha mas que debo capacitar antes que tu. -Vale -asiento, nuevamente-, pero no me llames Ivette, aunque sea mi nombre. Pueden llamarme Ivy, lo prefiero de esta forma. -Bien, Ivy. Espérame aquí -dice, antes de irse a otro lugar.

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