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Ese pequeño dominante

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Blurb

Juan Simón a sus 25 años, sigue siendo un niño grande quién vive la vida como si fuera un chiste, sin metas, ni objetivos, ni preocupaciones más que estar obsesionado con sus gatos, pero todo se va por un caño cuando llega su nuevo compañero de casa quién es todo lo contrario a él, un chico muy joven quién lleva una vida muy difícil, pero como puede sigue adelante, cosa que a Simón impresiona. Es que todo de él le resulta fascinante, su forma de hablar, de actuar, es que hasta de caminar, pero... todo es muy difícil cuando sabes que de ninguna manera ese desconocido va a voltear a mirarte, cosa que jode su cabeza, lo odia, odia no poder llamar su atención de ningún modo y ese es el comienzo de lo que sería su desgracia.

Tercera parte de una saga.

1. Ese pequeño mentiroso.

2. Ese pequeño privilegiado.

3. Ese pequeño dominante.

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1.
05:15 am El dolor de cabeza me quería matar, era tan fuerte que creí que se me iban a salir los ojos de la cabeza y el cerebro se me derretiría por los oídos, pero el problema de que esto sucediera, es que saldría en todas las noticias locales y como me gusta pasar desapercibido, sabía que no era una buena opción y claro, también quería mantener mis ojos dentro de mi cabeza porque sin ellos no podría leer ni jugar y preferiría no vivir sin mis vicios. Anoche me quedé leyendo hasta eso de las dos de la mañana unos cuentos de terror de Stephen King, pero tuve que parar porque ya me estaba alterando y no quería hacerme encima, pero en cambio, soñé que Cujo, ese perro del demonio me perseguía por unos campos de maíz, entonces yo corría aterrado porque no quería que él me cogiera de cena ni me masticara, pero fue inútil, me encontró y no solo me arrancó un brazo, sino que me obligó a comérmelo, así que mientras me revolcaba en una horrible pesadilla, sonó el despertador y me di cuenta de que no había dormido nada y debía ir a trabajar con esta mala cara. Maldición. Yo siempre duermo en ropa interior y ando así casi todo el tiempo cuando no debo trabajar y eso, porque me fuerzan a vestirme, por mí estaría desnudo una vida entera, pero no quiero recibir denuncias así que cubro lo esencial y en la casa en que vivo a mis roomies les da un poco igual. Vivo en una enorme casa compartida, en el primer piso vive la dueña, la señora se llama Josefina y es una vieja amargada que le encanta amenazarnos cada vez que nos ve, siempre me acusa de que le ensucio las escaleras y que le robo sus plantas, pero, ¿por qué le robaría sus miserias? No sé qué plantas tiene ni cómo se llaman, pero son de las que apenas las tocas te empieza a picar todo el cuerpo, por lo mismo jamás las toco y menos las robo. Entonces en el primer piso vive la dueña junto a las hijas, a quiénes jamás he mirado porque ambas son muy feas, es que sus rostros se escapan de mi comprensión porque ambas tienen como… no sé, ciertas facciones como hundidas, hundidas en la miseria y su esposo es electricista, pero siempre lo veo borracho en la esquina bebiendo en lugares de mala muerte. Así en el segundo nivel es que compartimos piso los inquilinos, somos tres en total y sé que habrá un cuarto integrante. La primera en llegar fue Catherine o Cata como le dicen todos, ella tiene un alto puesto en un banco conocido, es trigueña, pelo rizado y hasta simpática, es de mi edad, pero es solterona desde que la conozco por su horrible forma de ser y creo que eso jamás va a cambiar. El segundo fui yo, me llamo Juan Simón, pero aquí me suelen decir solo Simón. No tengo un gran físico, es decir, como jamás me he ejercitado y no es que coma muy bien, estoy tal vez muy flaco, soy todo un anticuerpo, pero eso me da igual. Mi pelo es castaño y como jamás tomo el sol, estoy muy blanco, cosa que siempre es objeto de burlas, pero todo lo que me dicen me da igual. El tercero en llegar fue Fernando, él juega en la liga local de béisbol y le va bien, sueña con llegar a jugar en EEUU y es muy posible que lo logre. Él es un tipazo, es más alto que yo y tiene un físico de envidiar. Es decir, él es nacido en el pacífico, por eso es tan exageradamente alto, es moreno y bueno, lo único malo de él es que es muy resentido y vengativo, pero con los años ya lo he sabido tratar. Entonces falta el nuevo, por esa habitación que ocupará ha pasado un sinfín de gente, nadie se amaña porque Cata adrede los ahuyenta, no quiere a nadie más que a nosotros dos porque como odia a los hombres en general, no quiere a nadie más que nosotros dos que ni sé cómo le caemos bien, aunque bueno, si llega una inquilina también la ahuyenta, pero esta vez sería otro chico que quién sabe cuánto durará esta vez. —¿Quieres café? —me preguntó Cata cuando me acerqué a la cocina esa madrugada, ella ya estaba vestida con su ropa elegante usual y sonrió de medio lado al verme. —Quiero es un disparo en la cabeza, ¿me ayudas a aliviar mi sufrimiento? —No tengo armas, la vieja Josefina me quitó mi pistola hace unos meses por la cláusula del contrato de cero armas, así que no te puedo ayudar. —Esto es mi culpa, siempre me pasa por quedarme leyendo. ¿Será que si me incapacito de nuevo me echarán de la empresa? —¿Es que no has visto que día es hoy? —preguntó y negué con la cabeza—. Es festivo, idiota. Tú no trabajas hoy, pero yo sí, así que ya sabes, más tarde haz que Fernando saque la basura y tú, no te comas mis golosinas o vas a ver. —Qué tacaña eres. —Dejaré la puerta sin seguro, la dueña dijo que el nuevo llegaba a eso de las diez, así que por mera decencia, espero te vistas. Él no tiene por qué ver tus miserias. —Seguro lo querrás ahuyentar, entonces que me vea en ropa interior te puede ayudar, ¿o no? —No, yo tengo mis métodos, sabes que todo me gusta hacerlo por mi cuenta y no, no incluye el exhibicionismo. —Qué aguafiestas. —Adiós —se fue así sin más y chasqueé la lengua. Ella siempre hace cosas así, está en medio de una conversación cuando de repente dice “adiós” y se larga. Jamás la he visto reírse, no estoy seguro siquiera si tenga dientes. Entonces como no tenía sueño, solo me tomé 30 paracetamol con una lata de energizante y me tiré en la mesita de la sala luego de tomar una corta ducha, pero por supuesto no me vestí. Solo cubrí lo necesario como siempre y abrí mi computadora, me puse a ver por enésima vez Death note con audífonos o Fer me mataría si lo despierto por el ruido antes de las doce del mediodía. No sé cómo, pero siempre en menos de nada pasan varias horas en que no hice nada productivo, solo vi anime hasta que sentí que tenía una pierna adormecida y ya el sol pegaba fuerte por el balcón. Entonces me levanté y me estiré, fui hasta la cocina porque tenía mucha hambre. Abrí la nevera y vi mucha comida que de alguna forma mágica apareció, porque conozco lo que compramos mensual, todo porquerías dietéticas por culpa de la malnacida de Cata, aunque claro, tengo mis suministros bajo mi cama, pero ahora veía muchas cosas maravillosas y lo mejor de todo, grasosas o con mucha azúcar. Así que tomé un hermoso brownie y casi de tres mordiscos me lo comí todo, entonces tomé un segundo y antes de que me lo robara también, alguien me lo quitó de la mano y pensé que había sido satanás porque creí que estaba solo, pero no. Vi a un total desconocido fulminarme con la mirada y creo que esto fue más aterrador porque era considerablemente más alto que yo. Ojalá no se le dé por querer darme una paliza o pisarme, porque con semejante altura podría hacerlo fácilmente y no quiero tener que ir mañana todo magullado a la empresa o peor, muerto. —Oye tú, ¿qué haces comiéndote así cínicamente mis cosas? —preguntó enojado y me quedé en blanco. No sé de dónde salió este gigante, pero presiento que me quedan pocas horas de vida.

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