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AL COMPAS DE TU CORAZON

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Blurb

Lu, una joven que se ha enfrentado a duras pruebas en su vida, decide asistir a un concierto con la esperanza de acercarse a su sueño de convertirse en escritora de canciones. Allí, conoce a José, uno de los cantantes principales, y poco a poco comienza a sentir una conexión especial con él. A medida que su relación se desarrolla, Lu se ve obligado a confrontar su pasado doloroso ya lidiar con sus propias inseguridades.

A pesar de la intensidad de sus sentimientos, José le confiesa a Lu que no pueden estar juntos, lo que la sumerge en una profunda tristeza. Sin embargo, a lo largo de la historia, José se convierte en un mentor y guía para Lu, enseñándole a amarse a sí misma, a confiar en sus talentos ya sanar las heridas del pasado.

A través de esta experiencia, Lu experimenta un crecimiento personal significativo y aprende lecciones valiosas sobre el amor, la autoaceptación y la resiliencia. Aunque su relación con José no puede ser, la influencia positiva que él tiene en su vida la ayuda a encontrar la fuerza para seguir adelante y perseguir sus sueños con determinación y confianza

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UNO
Me gusta imaginarme que tengo una bonita casa en un lugar bastante frío, dónde la neblina cubre las casas a mi alrededor, y la ambientación pareciese la de una película de suspenso o terror. Me gusta imaginarme que persigo mis sueños, y finalmente los consigo. Que los obtengo pese a los monstruos y tinieblas que salieron por el camino oscuro y que parecía no tener rumbo fijo. Sí, me gusta tanto inventar historias. Historias llena de melodrama, de amor, y la búsqueda de esa pasión que nos da impulso en nuestra vida diara. No recuerdo en que momento exacto empecé a imaginar que tenía a la persona idónea en mi vida. Vivía en la luna desde entonces, creando una historia de amor en mi cabeza, con la esperanza de que algún día pudiese encontrarlo. Y no es que estaba desesperada por ello. Pero lo anhelaba. Quería eso. Y para ser sincera, no sé en qué momento lo conocí a él. No recuerdo con exactitud el momento en que empecé a sentir mariposas por mi estómago, en que empecé a mirarlo con otros ojos, y mucho menos el momento preciso en que empecé a imaginarme una vida con él. Me sentía tonta, a decir verdad. Y es que ese chico parecía tener todas esas cualidades que yo buscaba. Y es que él, con esa piel morena, y ojos vivaces, pareció querer arrasar con todo dentro de mi. Era como el típico cliché. Yo hacía que lo pareciese. Pero daba igual. No sabía que él sería una pieza fundamental para mí. Jamás en la vida se me habría pasado por la cabeza que ese chico sería la pieza faltante en mi rompecabezas. ¿Cómo podría saberlo? Muchas personas encontraban el amor en cualquier lugar del mundo. Un parque, una cafetería, un lugar de trabajo, o en la universidad. Hay muchas historias distintas, y algunas rozaban lo cliché, ciertamente. Pero, la diferencia entre ellas es que cada una era mágica. Eran especial en su totalidad, porque las personas lo hacían así, único. Diría que mi historia de amor inició como cualquier otra. Pero, estaría mintiendo si dijese eso, porque, en realidad, no tenía una historia de amor. Simplemente una historia, así sin mas. Aunque sigue siendo mágica para mí, si me lo preguntan. Especial, única, y atesorable. Sentía que lo había perdido todo, y estoy conciente que, en realidad si había perdido gran parte de mi que era «importante». Había perdido piezas de ese rompecabezas, pero asimismo, había conseguido unas nuevas. Y es que recuerdo el momento con absoluta claridad, pese a que pasó ya un par de años desde ello. ¿Y cómo no recordar cuando ví la luz de cerca? Palpable, inefable, y duradera. Hacía frío ese día, pues el aire acondicionado no daba tregua alguna conmigo, pareciese que quería convertirme en un cubo de hielo como en la era prehistórica. Pese a eso, mantuve mis manos aferradas a la silla acolchada, de un color vino muy bonito. Mis uñas estaban incrustadas en la tela, debido al pánico que sentía al estar sola allí. Ross, mi mejor amiga, me había cancelado a última hora, pues no había conseguido un taxi que la trajera de no sé dónde. Intenté no entrar en pánico, y mucho menos en un ataque de ansiedad. ¡Habían muchas personas allí! No reparé en contarlas porque seguramente terminaría en un colapso interno peor del que tenía. Estaba absolutamente sola, lo que llamo sola. Todo el mundo parecía estar con sus grupos, con personas conocidas. Lo supe por la fluidez en la que hablaban. No sabía cómo me había metido allí, con una camisa manga larga de un verde manzana, y un pantalón que había conseguido en el armario después de seis intentos de algo que me quedara ajustado. Que no se viera tres tallas más grandes que la mía. Bien, era un alfiler. Estaba demasiado delgada, y parecía una adolescente de quince años cuando tenía ya casi veintiuno. Mi pierna empezó a moverde arriba abajo, no parecía querer quedarse tranquila. Quise arrancarla y tirarla a la calle, porque verdaderamente era un fastidio tener que sentir la intranquilidad en las piernas a cada rato sin poder quitar la sensación, el malestar de allí. —Al paso que vas tú pierna parece que quiere llegar al techo —no preste atención a esa persona. Aunque debí hacerlo en ese momento, para evitarme el colapso que me dió en cuanto la palma de su mano tocó mi rodilla. ¡Mi rodilla! Y no solo eso, sino que me detuvo la pierna en un ágil movimiento. Y no es que tocase mi delgada pierna lo que me produjo nervios. No. Fue el hecho que se sentase junto a mí, aún cuando hacían muchas sillas adelante. —Yo... —me pegué internamente por no saber que decir—. Bonito lugar, ¿no? —Si, lo es —confirmó mirando todo el lugar con ciertos aires de felicidad y orgullo. Sentí la ausencia de su toque en cuanto la retiró, sin embargo, no lo miré. Me enderece más de lo que ya estaba, descansé ambas manos sobre mis piernas y miré en frente. Me sentía ridícula a decir verdad, actuando como si nada. Fingiendo estar tranquila cuando en realidad es que estaba algo ansiosa. Quería salir corriendo, irme a mi casa y lanzarme en mi cómoda cama mientras volvía a mi frustración inicial. Esa que me había impulsado a darle aceptar, al mensaje de confirmación en el correo. —¿Estás aquí porque te invitaron o porque quieres ver el evento? —preguntó. Su voz tenía un todo jocoso, alegre, que de cierta forma me hizo sentirme cómoda de inmediato —. No pareces de aquí. —Es el primer evento al que asisto —respondí con toda la sinceridad que pude. Tragué grueso y lo miré de reojo, y descubrí que me miraba sin pena alguna —. Compré la entrada porque en realidad me interesaba. —¿Te interesaba? ¿En pasado? —respondió de vuelta, interesado. Volteó hacia el escenario y luego miró la hora en su teléfono. Asentí animada. Seguía muriéndome de frío, y tenía la ansiedad peor que antes, pero aún así me quedé. Lo ignoré por completo y me dije que estaba ahí para disfrutar del evento, aunque... —¿Ya no te interesa? Crucé una pierna sobre la otra y me permití volver a mi postura inicial, algo descargaba, más suelta. —Venía a hablar con uno de los cantantes que se van a presentar hoy —confesé con voz chiquitica. Sentía vergüenza absoluta. ¿Pensará que estoy loca? Tomé una gran bocanada de aire, hasta que sentí que volvía a respirar— Tenía la esperanza de que me atendieran, aunque nunca les he visto la cara como tal..., Pero creí que quizás me dejarían proponerles algo. —¿Algo cómo que? —su voz seguía haciendo eco en mi cabeza. Daba la impresión de que siempre estaba en una entonación alegre, aunque en realidad está serio. Me volteé un poco en su dirección, y lo miré, de lleno. Me provocó ponerle las manos en las mejillas de repente. Y me regañé internamente por esas absurdas ideas que se me pasaban por la cabeza de repente. Estúpida y tonta Lu. ¿Acaso no piensas en lo absoluto? Quizás el sol de la mañana o el frío de ahora me tenían mal de la cabeza. Sin duda tenía que ser eso. —Un proyecto, de una... De una amiga. ¿Crees que me dejen hablar con ellos? ¿Siquiera alguno? —cuestioné más para mí que para él. Lo ví sonreír, y me gustó su sonrisa. Era genuina, y lo sabía porque llegó a sus ojos—. Quizás no volteen ni a verme, pero creo me llenaré de valentía y les hablaré. —Tocar la puerta no es entrar —me guiñó un ojo antes de echarle otra ojeada a su celular. ¿También estaba desesperado por ver el evento? ¿O es que yo hablaba mucho y ya le había fastidiado? —Tienes razón, mi abuela suele decir eso muchas veces. ¿Tu abuela también te la dijo? —lo ví reírse mientras negaba con la cabeza y se cruzaba de brazos—. Bien, pensé que si lo había dicho, pero bueno. ¿Crees que me acepten? Capaz me mandan a sacar de aquí por hablarles. O le digan a los vigilantes que me saquen por los pelos. ¿Crees que lo hagan? —No. —Que bueno, porque ya me había asustado —volví a acomodar mi cuerpo en dirección a la tarima. Las luces de colores me atormentaron la vista, pero no es como si pudiese usar mis lentes de sol aquí adentro —. ¿Que te iba a decir? Se me olvidó —respiré hondo mientras pensaba de nuevo. Coloqué la pierna sobre la otra —. Ah, sí. ¿Te invitaron o viniste porque querías? —Por ambas —contestó. Y antes de que todas las luces se apagaran, ví un amago de sonrisa en su rostro—. ¿Cómo te llamas? Intenté no entrar en pánico por la oscuridad. —Lu —dije de inmediato. Me di con la palma de la mano en la frente y cerré los ojos con fuerza. ¡Que tarada! —. Me llamo Lucmarie —Lucmarie... —pareció que probaba mi nombre en sus labios. Odiaba a veces mi nombre, pero cuando él lo pronunció deseé escucharlo más veces. Un par de veces más. —¿Y tú, desconocido? —le pregunté de vuelta pues la curiosidad y la voz en mi cabeza no me dejaban en paz. Pero no conseguí respuesta, salvo un silencio sepulcral. Deslicé la mano por su silla y cuando fui a tocar precisamente dónde estaba, las luces de colores se encendieron de nuevo en la tarima. Y cuando levanté el rostro para mirar bien que había pasado, no lo pude creer. —¡Vamos a darle un fuerte aplauso de bienvenida a Josdrek! —exclamó un chico con la sonrisa más radiante que había visto en días. El micrófono seguía sobre su mano cuando se apartó. Cuando de repente lo ví. El chico con que hablaba no era un simple invitado, era el bendito cantante con el que había estado deseando hablar desde que había entrado.

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