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Fried Zone

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Blurb

Una recopilación de historias de temática gay, novelas cargadas de sensualidad, erotismo, amor y por sobre todo, mucho drama. No te las pierdas, historias que llegarán directo al corazón. Hombres que aman, que sienten y se entregan a un sin fin de sentimientos y emociones.

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Capitulo 1
El profesor entro en la clase, algunos de los alumnos seguían deambulando por el paraninfo, que recordaba a un teatro griego, buscando sitio, otros habían aguardado a que entrara para abandonar la charla con sus compañeros y tomar asiento. El ajetreo familiar de sillas arrastradas, libros y cuadernos que se colocaban sobre las mesas, cremalleras de mochilas, toses, y regocijos menguantes lo acompañaba un año más mientras se dirigía a la pizarra, de tiza como las de siempre, y comenzaba a anotar su nombre y sus horarios de consulta. Luego se giró hacia el agonizante murmullo de los cincuenta o sesenta jóvenes que se concentraban ya en la figura que presidía el aula para comenzar su introducción al curso de Literatura Norteamericana Contemporánea, una asignatura opcional que, sin embargo, era muy popular entre los estudiantes. Mientras subía por las gradas de bancos y mesas repartiendo el programa del curso, conseguía arrancar alguna risa de sus nuevos alumnos con su introducción —si no corregís mis faltas de ortografía, no corregiré las vuestras — decía, entre alguna otra advertencia sobre lo que esperaba, y lo que no esperaba de ellos. Darío era relativamente joven para ser profesor universitario, algo que de lo que le gustaba alardear inconscientemente. Era un doble juego, podía presentarse en vaqueros y cazadora de cuero y sus alumnos lo veían como alguien cercano, un posible “colega”, y a la vez reverenciaban su superioridad intelectual. Él, que había terminado el doctorado, c*m laude, en tiempo récord, que había estudiado becado en Harvard, y había publicado ya un libro, todo antes de cumplir los cuarenta, podía jugar al rol del profe humilde, pues su superioridad era incuestionable. Era una posición cómoda y de la que disfrutaba enormemente. Su vida era la universidad, fuera de ella había poco más. Este era su momento de gloria, no había nada que disfrutara más que impartir sus clases, lo que a su vez notaban los estudiantes y lo convertía en uno de los profesores mejor valorados. Mientras continuaba su recorrido por la tercera fila de la grada un rostro se impuso de pronto por su familiaridad. Tuvo la certeza absoluta, en una fracción de segundos, de que conocía a aquel chico de rizos castaños, aunque no lograba descifrar de dónde. Estuvo a punto de decir algo, y fue una suerte que se contuviera, porque tres milésimas de segundo más tarde, las piezas encajaron y supo exactamente de donde surgía aquel rostro conocido. Y lo siguiente que vino a su cabeza fue una serie de títulos: “Daddy´s Boy”, “Escándalo en el Vaticano”, “Venganza s****l”… películas porno gay que había visto hasta la saciedad en la intimidad de su dormitorio. Allí en la tercera fila de su clase estaba sentado al que llamaban Flavio Love, protagonista de alguna de sus perversiones favoritas. Por unos segundos perdió el hilo de su discurso, transportado de golpe a una faceta muy distinta de su vida. Consiguió recuperarlo, aunque no antes de que el chico frente a él se percatara de que lo miraba fijamente y levantara las cejas en un gesto de reconocimiento que parecía preguntar: “¿En serio, profesor?”. O puede que fuera solo su imaginación (eso esperaba), pues en el tiempo de un carraspeo, Darío consiguió retomar su discurso de bienvenida, ese que ya tenía más que aprendido tras años de repetirlo, pues, en realidad él no era tan graciosos, y había necesitado años para perfeccionar esa presentación desenfadada y casual. Tras recuperar su posición en la tarima del aula, consiguió recuperarse del impacto y continuar impartiendo su clase como de costumbre. Nadie lo había notado, se convenció a sí mismo, y casi consiguió olvidarse del chico de oro. Al menos hasta que finalizó la clase, y una vez más se sintió expulsado de su realidad mientras observaba cómo se levantaba aquel joven de su pupitre, alto, esbelto, de brazos largos y hombros atléticos que se dejaban adivinar desnudos tras la fina tela de su camiseta de manga larga, casi negra que realzaba también los pectorales marcados tanto como su magnetismo de chico malo, para dejarse caer después, con languidez, de un escalón a otro. Al llegar al último escalón, sus miradas volvieron a cruzarse y pudo ver con claridad sus ojos grandes y cargados de pensamientos oscuros, su delicioso cuello marcado por tendones y venas, expuesto como para recibir un mordisco o un lametón. El joven ladeo la cabeza ligeramente al pasar por su lado, en un gesto descuidadamente sensual que no tenía nada de casual, y que envió una llamada de atención directa a sus genitales. Y antes de que abandonara el aula pudo contemplar sin reparo su espalda ancha, que se curvaba en dirección a esos glúteos perfectos que se marcaban ligeramente a cada paso que daba en sus vaqueros ceñidos. ¡Joder! Se dijo, dejando escapar un suspiro prolongado tras quedarse a solas en el aula. Comprobó su listado y encontró a un Flavio Cortés entre sus alumnos, y ya no le quedó duda alguna de que debía tratarse de Flavio Love. ¿Qué hacía un actor porno en su clase de literatura? —¿Algo interesante este curso? ¿Alguien interesante? — preguntaba Leti, su hermana, en Navidad. Siempre que regresaba a la casa familiar, se sentía transportado de vuelta a su infancia, como si no hubiera llegado a ser mucho más que el niño soñador que vivía sumergido entre libros. Especialmente por el reencuentro con su hermana melliza, siempre impaciente porque su hermano se enamorara de alguien que no fuera un personaje de ficción. —Hay una estrella de porno gay en mi clase. —¿Es un acertijo? —Va en serio. —¿Y qué hace estudiando filología inglesa? —No dejo de preguntarme lo mismo. —¿No se lo has preguntado? —¡No! — por supuesto que no había mencionado jamás ese detalle con nadie más. Se había acostumbrado a la presencia de esa fantasía s****l andante en su aula. Casi había conseguido ignorarlo por completo durante sus clases. Aunque era difícil. Los breves momentos en los que sus miradas se cruzaban por azar, Darío no podía evitar titubear o perder la concentración, aunque fuera solo unos segundos. —¿Por qué no? —¿Qué voy a decirle? “me gustan mucho tus películas”… Los dos rieron la ocurrencia, y luego ella le echó una mirada suspicaz — Lo que me resulta curioso es que lo mencionaras justo cuando te pregunté si había alguien interesante en tu vida… No era algo que se planteara siquiera. Pero con el tiempo, la idea de que estuviese sentado en su aula le resultaba un juego divertido. Alguna vez, mientras terminaban un examen, se había permitido ver en su teléfono una de sus películas, sin sonido, mientras lo observaba de reojo sentado en su pupitre. Era una travesura divertida, el Flavio de su aula escribía concentrado en el examen, decentemente vestido, sin que nada lo diferenciara del resto de sus alumnos, nada que delatara que había otro Flavio, en la diminuta pantalla de su teléfono, jadeando sin cesar mientras otro hombre musculoso le clavababa una enorme polla por el ano una y otra vez, dentro y fuera, sin tregua mientras el joven de pelo castaño se retorcía de placer, o más bien fingía placer, pues no le cabía la menor duda de que aquello era puro teatro. El sexo de verdad no tenía nada que ver con esas embestidas violentas y esas posturas retorcidas. Solo era ficción, y Flavio Love era un artista de la fantasía. Debía admitir que cada vez que repetía a sus alumnos que si tenían alguna duda con alguno de los trabajos pendientes pasaran por su despacho, albergaba la esperanza de que Flavio le hiciera una visita. No lo hizo, sin embargo. A pesar de que su despacho solía ser uno de los más transitados por alumnos, (sobre todo alumnas) el chico que conseguía desajustar su rutina no era uno de ellos, y pasado el ecuador del curso dejó de esperar que lo hiciera.

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