La cena

4173 Words
Toqué el timbre dorado que estaba al lado de la puerta y al poco tiempo una mucama me abrió. -Buenas tardes, señorita-saludó con una sonrisa amable la mujer de aproximadamente cuarenta años. -Hola...¿Lili?-contesté, dudosa. -Así es, señorita-asintió, con una sonrisa todavía más grande que yo respondí. -Estaré en mi habitación-avisé y subí las escaleras a toda velocidad. Me encerré en la enorme habitación que me habían asignado. Las paredes lilas estaban totalmente vacías. El armario contenía la poca ropa que poseía y en la mesa de noche sólo tenía una foto enmarcada donde aparecíamos mi papá, Richard y yo después de ir a una zona de tiro. Suspiré pesadamente y me dejé caer sobre el sofá frente a la pantalla de plasma. Para cualquier adolescente normal, al menos de los que yo conocía, esa pantalla sería un sueño, pero yo casi no la usaba. ¿De qué servía si no tenía videojuegos? Sabía que era mala idea regalarle mi consola y mis videojuegos a los chicos, pero me sentí caritativa el último día que los vi. Me quito las botas y subo mis pies descalzos y húmedos al brazo del sofá, recargando mi cabeza del otro. Siento que algo se clava en mi espalda baja cuando intento acomodarme y al sacarlo me doy cuenta que es el control remoto de la televisión, por lo que la enciendo. Seguramente era una señal divina. Cambio de canales a toda velocidad hasta que doy con una película romántica y cliché. Le dejo ahí, decidida a reírme de la desgracia ajena. Era la típica película de la chica nerd a la que de pronto le habla el chico popular, pero por una apuesta, se enamoran y bla, bla, bla...; no era nada nuevo, sin embargo me gustaba. La película no llevaba ni dos minutos cuando alguien tocó la puerta para después abrirla y entrar. Miriam apareció en mi campo de visión, impidiendo que viera la película. -¿Qué te pasó en la mejilla?-preguntó cuando estuvo frente a mi. -Nada importante-me encogí de hombros. Seguro tenía la mejilla morada y algo inflamada, por no ponerle hielo. -Bueno, tendremos invitados esta noche-anunció. ¿Quieres que te aplauda o que organice una fiesta? Me mordí la lengua para no soltar nada de lo que pensaba y la observé hasta que continuó-Es un posible socio muy importante de Enrique, así que tendrás que vestirte bien. -¿Qué obtendría yo de todo esto? Podría sólo quedarme en mi habitación. Diles que estoy enferma, con diarrea o que me amputaron una pierna recientemente-sugerí, mirando media pantalla. El chico se le estaba declarando. -¡No puedo decir nada de eso!-se escandalizó-es importante que los conozcas, no hay que ser maleducado-ella seguía y seguía hablando pero yo sólo me dediqué a mirar la pantalla-bien, si das una buena impresión te compraré la cosa esa de tus videojuegos-suspiró. -¡Gracias, Miriam!-salté del sofá y la abracé. Se sentía raro después de tanto tiempo.-iré a ducharme. Salí disparada al baño y, antes de que el agua empezara a caer, escuché la puerta cerrarse. Tardé más de lo usual debajo del agua, ya que fue un baño a fondo. Tallé mis pies, codos y rodillas hasta que quedaron rojas. Lavé mi cabello a conciencia y rasuré mis piernas. Enjaboné todo mi cuerpo con uno de los jabones que había en el baño y no con el que yo había llevado. Volví a lavar mi cabello, considerando la idea de raparme, y salí de la ducha. Me sequé el cuerpo con una toalla lila y después me envolví en ella, temblando de frío. Agosto no era un buen mes para estar desnuda y mojada. Con otra toalla comencé a secar mi cabello, pero como era mucho y muy largo me decidí a usar la secadora. Al final fue divertido, echándome el aire al rostro o jugando a apuntar a mi reflejo o burlándome de los comerciales de shampoo. Salí casi una hora después y me dirigí al armario, del lado donde estaba la ropa que Miriam me había comprado, que prácticamente ocupaba todo el lugar. Ya que todos los vestidos eran o muy cortos o muy escotados, me decidí por uno azul marino, un poco más arriba de la rodilla y con las mangas hasta el codo. Entre todos los tacones altísimos que Miriam me había regalado encontré unos de piso color n***o. Suponía que eso estaba bien, así que me cepillé el cabello y lo tomé en una coleta. Miré la hora en mi celular, que indicaba las seis y media. No sabía a qué hora llegaban los invitados, pero yo acostumbraba a cenar a las seis, por lo que bajé por algo de comer(mi estómago estaba vacío) con el celular en la mano. Mientras bajaba las escaleras marqué el número de Richard, mi mejor amigo, o al menos uno de los mejores cuatro. Al tercer pitido se escuchó su voz del otro lado. Le hubiera marcado antes, pero él no estaba libre hasta después de la una, por las clases. -¿Luce? ¡Hey, chicos, Lucy-Luce está marcando!-gritó, sin apartarse el teléfono, por lo que lo hice yo. -Parece que no hubiera hablado contigo ayer o mandado un mensaje hoy en la mañana. -Sabes que no es lo mismo-sonreí mientras entraba a la cocina. Tomé una manzana, pero después me decidí por una pera-y...¿cómo estás? ¿Ya nos extrañas? -¿Bromeas? Los londinenses son mucho más ardientes. Ya casi no recuerdo sus nombres-bromeé. -Eso me hiere...me hiere profundamente-escuché la voz de Frank, y supuse que estaba en alta voz. -Cállate, sabes que es cierto-casi podía imaginar a Al haciendo una pose, presumiendo de su nacionalidad. -¡Luce, queremos FaceTime!-exigió Rob. Su voz se escuchaba muy baja, por lo que supuse que estaría lejos. -Esperen, ya los llamo-colgué y volví a hacer la llamada, esta vez me respondieron en el primer tono. En la pantalla de mi celular aparecieron los cuatro idiotas que más quería y extrañaba, aunque jamás lo admitiría en voz alta. -Sí, por favor con Lucy Grant. Hay cuatro chicos muy ansiosos por hacerle bullying. -Idiota-le murmuré a Al. -¿Por qué estas vestida así?-preguntó Richard cuando se hubo recuperado del asombro. -Una cena-me encogí de hombros y recargué el teléfono del frutero antes de apartarme y dar una vuelta. Al chifló. -Así que sí tienes tetas-murmuró Al, demasiado alto. Lo fulminé con la mirada, al igual que Richard y Rob. -Y que tetas-agregó Frank. -Ya está bien. Controlen sus hormonas si no quieren que los castre-amenacé. -Controla ese vocabulario, Lucy-me regañó Miriam, entrando a la cocina-cuidado y se te escapa alguna de esas palabras en la cena. -Sí, cuida esa boquita-se burló Al. Lo miré mal a través del teléfono, tomándolo otra vez. -Te vez linda, pero te falta algo-Miriam de acercó y soltó mi cabello-lista, te ves preciosa-sonrió. Cosa que no pude responder ya que sabía del bullying que me esperaba. -¡Wow, Luce sí es una chica!-gritó Frank. -Pero sí serán idiotas... -¡Lucy!-gritó Miriam. -Cuida tus palabras, señorita-esta vez se burló Richard. -Ustedes, traidores de mala muerte. Y yo que pensaba que eran de mi equipo-dramaticé. -Deja el drama, princesa.-respondió Richard. -¡Seguro está con el periodo!-gritó demasiado alto Frank. Adiviné que estaban en los dormitorios cuando escuché muchas risas varoniles. -Muy gracioso-murmuré. Miriam se colocó a mi espalda y sonrió al teléfono por sobre mi hombro. -¡Hola chicos!-saludó. -¡Hola señora Stuart!-dijeron los cuatro a coro. -Tendré que robarles a Lucy porque nuestras visitas están por llegar. -No se preocupe señora-sonrió Richard, acercando un poco más el teléfono a él. Después una mano lo alejó otra vez. -Recuerda no eructar en la cena-la cara de Robert apareció en la pantalla, luego sólo se veía la de Al. -Los gases también están prohibidos. -Y no olvides que las gallinas no se comen crudas-Frank le arrebató el teléfono a Al. -Ya cállense, los llamaré después-prometí. Los cuatro se despidieron y corté la video llamada. Miriam jugaba con mi cabello, acomodándolo en mi espalda. -Creo que ya estás...pero no tienes maquillaje-frunció los labios. -Ni lo tendré. La consola no cuesta tanto. -Al menos ponte brillo-negué con la cabeza pero su mirada me dijo que no era una pregunta-tengo brillo en mi bolso, creo que lo dejé en la sala. Caminé a la dirección que me indicó y, cuando estuve lejos de la cocina, bufé. Encontré el bolso en el sillón y apliqué un poco de brillo a mis resecos labios. La sensación pegajosa era rara, por lo que pasé la lengua por ellos y entonces noté el sabor a dulce. Volví a pasar la lengua por mis labios una y otra vez, saboreando el brillo. Apliqué otra capa y volví a pasar la lengua. -¡Me quedaré con tu brillo!-le grité a Miriam. -¡Sabía que te gustaría!-respondió de igual forma, desde la cocina. El timbre sonó en ese instante y me levanté a abrir la puerta, ya que ninguna mucama estaba cerca. Mi sorpresa fue muy grande al encontrar a un hombre alto e intimidador al lado de una castaña despampanante. Sonreí lo mejor que pude y noté al chico detrás de ellos. James O'Donnell. James me miraba burlonamente de arriba a bajo. Me hice a un lado para dejarlos pasar mientras saludaba. Cuando James pasó a mi lado se inclinó un poco y me susurró: -¿Desde cuándo las mucamas se visten tan mal?-no respondí y cerré la puerta. Acompañé a los tres a la sala, donde grité. -¡Miriam, llegaron tus invitados!-el señor, del cual no sabía el nombre, me miró mal, pero estaba bastante acostumbrada, mientras su esposa me miraba divertida. -Es cierto que con modales no se nace, se hacen-murmuró en voz alta James. Su madre lo riñó con la mirada, pero yo pasé de él. Miriam apareció poco después desde la cocina y después Enrique bajó por las escaleras. Una chica venía detrás de él con un niño de cinco años, casi seis, en brazos. Me acerqué al pequeño Richard, mi hermano menor, y su niñera, que no sobrepasaba los veinte años. -Yo me encargaré, Rose-sonreí y tomé a Richard en brazos, quien feliz se acomodó en mi cadera. -Ya habrán conocido a Lucy, mi hijastra-me presentó Enrique, cuando llegó al lado de Miriam, mientras estrechaba las manos de todos y rodeaba la cintura de mi madre. -Sí, es un encanto-halagó la mujer castaña. -Creo que va al mismo colegio que tu, James-agregó Miriam. -Sí, creo haberla visto por los pasillos-respondió sin alterarse. No hice el intento de incluirme al grupo que habían formado y preferí quedarme a un lado, al pie de las escaleras, jugando con Richard, quien intentaba agarrar mi rubio cabello, ahora suelto. -Con tu gusto por los niños y lo zorra que eres deberías cuidarte de no salir embarazada-escuché la voz de James a mi lado. No me mostré afectada y no me giré a mirarlo. -Cosa que no debe preocuparte, dudo que fuera tuyo, Mr. Impotente-contesté con simpleza. Sentí su aliento chocar con mi cuello cuando se acercó, poniéndome nerviosa. -Créeme, podría darte sobre todas las superficies de esta casa dos veces antes de quedar exhausto-mis mejillas se sonrojaron por sus palabras por lo que no me giré. -Bueno, por tu forma de disfrutar al hacer sentir mal a los demás debes tener una baja autoestima, problemas en casa o impotencia. Pero sólo son suposiciones. -¿Y no supones también que tal vez sólo lo hago porque de verdad me gusta?-murmuró después de un tiempo. Se apartó un paso de mi y, cuando no sentí las mejillas tan calientes, me giré a encararlo. -Nadie es totalmente malo-respondí con simpleza. -La cena está lista, podremos pasar al comedor cuando gusten-anunció, demasiado animada, Miriam.-oh, James, ¿También tu te golpeaste?-preguntó cuando se giró a mirarnos. Él asintió sin inmutarse, entonces noté el moretón en su barbilla, del lado izquierdo.-bueno, pasemos al comedor-sugirió con una sonrisa, a sabiendas que James no pensaba agregar más. Nadie se opuso a pasar al comedor en seguida, y yo menos con el hambre que tenía. El amplio comedor fue ocupado por Enrique en la cabecera, a su derecha Miriam, a su izquierda el señor O'Donnell, con su esposa al lado. James se sentó junto a su madre y yo me senté dos sillas lejos de Miriam, dejando a Richard a mi izquierda, para que no se notara mucho la distancia. Comimos el primer plato en silencio. El segundo estuvo inundado de la conversación entre Enrique y el señor O'Donnell, que hablaban de trabajo. Para el postre comenzaron las preguntas incómodas. -¿Por qué decidiste mudarte con tu madre tan de repente?-preguntó Grace, la mamá de James. Me encogí de hombros y seguí comiendo del helado de vainilla casero. -Su padre tuvo que hacer un viaje de trabajo y yo propuse que pasara un tiempo con nosotros.-respondió Miriam con una sonrisa. -¿Así? ¿En qué trabaja tu padre?-la mujer parecía decidida a hacerme hablar. -Es general del ejército de los Estados Unidos-contesté, cuadrando los hombros, orgullosa. De reojo vi a James mirándome con las cejas levantadas, pero sin agregar nada. -¿Y qué viaje de trabajo tuvo que realizar?-Enrique y el señor O'Donnell, que anteriormente hablaban de trabajo, se giraron a mirarme cuando Grace formuló la pregunta, sin embargo no respondí. -Tuvo que ir a no sé qué lugar a rescatar a alguien-contestó Miriam por mi, o intentó hacerlo. -Fue comandando un equipo de rescate para traer de vuelta a tres soldados secuestrados por Al Qaeda, un grupo terrorista al que espiaban.-respondí sin mirar a nadie más que Richard, quien pasaba del resto, feliz con el helado en el rostro. -Eso debe ser peligroso-murmuró Grace. -Sin duda lo es-afirmó Miriam. -Papá está entrenado para eso-lo defendí. -Sin embargo hay posibilidades de que alguien se equivoque-dijo Miriam despacio. Levanté la vista y clavé mis ojos verdes, iguales a los de mi papá, en ella. -En donde él está no hay lugar para el error-respondí fría. -Pero hay que estar preparados para todas las posibilidades... -Si estás insinuando que mi padre podría morir en el campo de batalla, sí, sí podría, pero debo decir que no lo conoces e ignoras demasiado de este tema como para dar por hecho que él morirá en acción-apreté mis manos en puños debajo de la mesa, conteniendo las ganas de tomar un tenedor y clavarlo en su pierna. -No lo doy por hecho, pero siempre existe la posibilidad... -¡Basta!-salté de mi asiento, sin mirar a nadie más que a Miriam-tu no tienes idea de qué tan inteligente, fuerte y astuto es papá. No sabes todas las misiones que le han asignado y él llegó a cumplir con éxito. No podrías ni imaginar todo lo que ha entrenado y para lo que está preparado. Así que no opines nada al respecto si no sabes de lo que hablas. Me giré ante las miradas de todos y corrí hasta llegar a las escaleras, pero no me detuve hasta llegar a mi cuarto. Sabía que Miriam tenía razón. Sabía que siempre había una posibilidad de fracaso, pero no me había permitido pensar en eso. Sólo podía pensar en que papá regresaría vivo para mantenerme en pie. Sin pensarlo dos veces arrojé los zapatos a alguna parte de la habitación y me saqué el vestido por la cabeza. En los cajones del armario busqué la playera, al menos tres tallas más grande que yo, que usaba para dormir. Una vez vestida marqué el número de Richard. Tardó en contestar, pero supuse que fue porque eran las nueve y media, por lo que allí serían las dos de la mañana. -¿Luce? ¿Qué tal la cena?-preguntó somnoliento. -Pésimo-respondí con un suspiro, comenzando a caminar hacia la ventana, pasando por enfrente de mi enorme cama-Miriam se puso a hablar de la "gran posibilidad de que papá no regrese"-sentí un nudo en la garganta, pero esperé que el no lo notara. -Hey, Luce, tranquila.-al parecer sí lo notó-sabes que está entrenado para eso. -¿Saben algo de la misión por allá?-pregunté esperanzada. -Hay un rumor de que hace poco se comunicaron con su base, al parecer los secuestradores cambiaron de lugar, pero por ahora los mantienen vivos para sacarles información, como de armas y ubicación, tu sabes-asentí a pesar de que no podía verme. -Así que en estos momentos están como al principio. -Bueno, sí. Pero no dudo que los encuentren pronto. Tienen que hacerlo o los matarán-escuché la puerta cerrarse y me encontré con James recargado de la puerta, mirando mis piernas desnudas. Por alguna razón que desconozco mis mejillas se sonrojaron. Ya era costumbre estar semidesnuda ante algún chico, ya que en repetidas ocasiones me había cambiado con mis compañeras de cuarto o con mis compañeros de algún equipo en una actividad. Pero la mirada de James era...diferente. -Espera un segundo, Richard-pedí y tapé la bocina del celular-¿qué haces aquí?-pregunté, consiguiendo que su mirara subiera a mis ojos. -Me aburría allá abajo, así que dije que subiría a ver si estabas bien-sonrió como si su idea fuera la mejor del mundo. -¿Y Miriam te dejó subir a mi habitación así como si nada?-él se encogió de hombros. -No es como si fuera a violarte-rio-digo, hay prostitutas más lindas y mejor vestidas.-se cruzó de brazos arrogante. Mis mejillas se sonrojaron porque supuse que por un momento le había gustado, al menos por la forma en que me miraba. Sacudí la cabeza, deshaciéndome de esos pensamientos. -Como sea, puedes ver algo de televisión-señalé la pantalla y me volví a girar a la ventana, con la vista a una noche preciosa en los enormes jardines.-Richard-llamé a mi amigo, pero no contestó-Richard-dije más fuerte-¡Richard!-terminé por gritarle. -¿Puedes callarte?-habló James desde mi cama, viendo la televisión. -¿Mmm?-escuché al otro lado de la línea y decidí contestar a Richard. -¿Estabas dormido?-pregunté divertida. -A decir verdad sí, estaba teniendo un sueño húmedo contigo y ese vestido-me molestó. -¡Cállate! Es la única vez que te permitiré verme en vestido. -¡Oh, vamos, sólo era una broma!-sonreí por su tono, exageradamente alarmado.-¿al menos me dejarás verte desnuda?-continuó con la broma. -Ni desnuda ni en ropa interior. Mucho menos en bikini-agregué al adivinar sus palabras. -Tendré que conformarme con las revistas-su tono era de desilusión. Reí con ganas, sabiendo que sólo bromeaba.-y mi mano. -Eres un sucio-arrugué la nariz. -Te conozco tan bien que seguro tienes la nariz arrugada...-en seguida dejé de fruncir el ceño. -No puedes saberlo. Bueno, te dejo dormir y más vale que me sueñes con ropa-bromeé. -Haré lo que pueda-sonreí antes de colgar. Era el único con el que no me sonrojaba. Aunque, siendo sinceros, lo conocía desde los tres años y él ya me había visto desnuda, aunque no sabía si contaba a los cinco años, cuando corríamos por el jardín de mi padre, quien lo cuidó mientras ayudaba a su padre a salir de prisión. -¿Piensas quedarte toda la noche en la ventana pensando en uno de tus amantes?-escuché la voz de James a mi espalda. ¿Y ahora por qué estaba molesto? Suspiré pesadamente y me giré a encararlo. -¿Y tu piensas quedarte toda la noche ahí? No sé sí sabes que no eres bienvenido en mi habitación. -Sólo voy a advertirte que mañana, y todos los días siguientes, ni se te ocurra mirarme a mi y a mis amigos, ni mucho hablarnos o tocarnos. Podrás ser nueva, pero las reglas también aplican para ti.-se levantó de la cama y se acercó a mi, que seguía al lado de la ventana-Lo que has visto no es nada, puedo hacer tu vida un verdadero infierno, por algo todos nos temen. -Les temen porque son unos tontos que no saben defenderse-me encogí de hombros, sin inmutarme por su amenaza. -No voy a permitir que una tonta simplona lance por la borda lo que he hecho a lo largo de estos años. Me gusta mi vida como está, así la voy a conservar. -Ya te he dicho que no me interesa, sólo ignórame y aléjate, yo haré lo mismo-me crucé de brazos, sin dejarme intimidar. -No me importa lo que tu quieras, yo no tengo porque cambiar mis actividades por ti. Tu tendrás que apartarte, no yo. ¿No sabes identificar las diferencias de clases y niveles? Estoy por arriba de ti. -Perdone usted, señor extra-terrestre, conocedor del más allá, ser evolucionado-me burlé. -Sabes a qué me refiero y será mejor que te vuelvas tan sumisa como los demás si no quieres problemas.-al lanzar la ultima amenaza abandonó mi habitación. -Pues...tu...tu...¡Come tierra...con gusanos!-le grité, pero ya se había ido y mi puerta estaba cerrada. Me tragué mis palabras, al igual que la bilis, y me metí a la cama. Sospechaba que el día siguiente sería muy largo. Pocos minutos después escuché la puerta de la entrada cerrarse y yo apagué mi lámpara de noche, decidida a dormir.                                                                                                 *** Al día siguiente me desperté con mi alarma a las cuatro de la mañana. Me vestí rápido con unos pantalones deportivos, tenis y playera, tomé mis audífonos y salí cuidando de no despertar a Richard, que dormía al lado de mi cuarto, mientras que Miriam y Enrique dormían en un cuarto al otro lado de la casa. Tomé mis llaves, a diferencia de el día anterior, y abandoné la casa. Estiré las piernas mientras acomodaba los audífonos en mi oídos y reproducía aleatoriamente la música. Apreté más mi coleta y comencé a trotar, alejándome de la casa. Abrí el portón con las llaves y después de salir lo cerré. Una cuadra después empecé a correr. La mañana anterior había encontrado un parque a veinte minutos, cerca de la escuela, así que dejé a mis pies correr con la esperanza de encontrar el parque. De vez en cuando me fijaba en algo distintivo de la calle, para saber si estaba cerca del parque o por si terminaba perdiéndome. Para cuando encontré el parque el sol comenzaba a salir, así que supuse serían las cinco y algo. Troté una vuelta alrededor del parque y volví a casa. Sudada y jadeando entré a la cocina, a las seis, donde me serví un vaso enorme de agua para después preparar un desayuno sencillo. Hice un licuado de fresa y huevos con tostadas y me senté a comerlo en la barra. A las seis y media ya había terminado y lavado todo lo que ocupé. Subí a mi cuarto a ducharme y cambiarme, además de arreglar mis cosas. Tomé mi cabello mojado en una coleta y volví a abandonar la casa, a las siete, como el día anterior. Caminé a paso lento, con los audífonos en los oídos, hasta el colegio. Una vez fuera de este tomé mi cabello, ahora seco, en la coleta que usualmente ocupaba, y me dirigí a mi casillero, donde pegué una copia de mi horario, y arreglé mis libros. Como el día anterior todos mis compañeros en el pasillo adoptaron posiciones pegados a las paredes o casilleros. Esta vez no le tomé importancia, hasta que recordé las palabras de James. Inhalé profundo, decidida a no dejarme intimidar. Sonreí y cerré mi casillero. Atravesé el camino que formaban los alumnos hasta llegar a los tres chicos que aterrorizaban la escuela. -Hola James-saludé sin borrar mi sonrisa, mirándolo directamente a los ojos para que supiera que lo retaba-se ven lindos hoy-miré a los otros dos y palmeé el pecho de James amistosamente, antes de dirigirme a mi primer clase. Mis compañeros me miraban con los ojos como platos por haber roto "sus tres reglas" en menos de un minuto, pero yo no borré la sonrisa. Me senté hasta el frente, por lo que noté cuando Ángela entró. La saludé con la mano, pero ella sólo pasó de largo, mirando el suelo, hasta sentarse al otro lado del salón. Detrás de ella llegaron James y sus amigos, mirándome burlonamente. Mi teléfono vibró y ya no les presté atención. En la pantalla vi un mensaje de Ángela, con quien había intercambiado números el día anterior. "Lo siento. James mandó mensajes a todos, diciendo que quien te hablara recibiría una paliza" Releí el mensaje porque no creía que él fuera tan inmaduro. ¿Ley del hielo? ¿En serio? Le lancé una mirada a James, que platicaba con sus amigos, y apreté el botón de responder. "No te preocupes, lo entiendo"-aunque en realidad no lo hacía. ¿Por qué no todos se rebelaban? No podían golpear a todos. "De todas formas nos vemos en el almuerzo" "No quiero que te arriesgues por mi"-respondí, suficiente era que me molestaran a mi. "No hay problema si desayunamos en las canchas de fútbol, donde no nos vean :) así tal vez conozcas a mis amigos" "Bueno, entonces nos vemos en el almuerzo"-presioné enviar y guardé el celular al ver al profesor entrar. -Hola, hola, queridos alumnos-saludó el profesor, un señor bajo, con prominente barriga y casi quedándose calvo. Dejó su maletín en el escritorio y ajustó sus pequeños lentes circulares, mientras se quitaba la bufanda roja-queridos míos, yo les daré la asignatura de ciencias. Como primera actividad nos presentaremos...no, mejor no. Uno jamás conoce a los demás por la tonta presentación que hace en clase-movió su mano de forma extraña y después la llevó a su barbilla, pensando-haré equipos...¡no! Parejas. Harán una maqueta y un trabajo escrito sobre algo relacionado al cuerpo humano de lo que ya conozcan. >>Les daré dos semanas, pero quiero maqueta bonitas. Pero, el día que presenten a su maqueta frente a la clase, también presentarán a su compañero-continuó-Yo haré las parejas y trataré de que estén formadas por personas que no se conozcan-sonrió ampliamente-diré los nombres y tendrán que moverse-explicó-porque el resto de la clase se dedicarán a conocer a su pareja a fondo. Mencionó varios nombres que desconocía mientras yo sentía pena por mi pareja. Me preguntaba si el trío de imbéciles se atreverían a golpear a alguien sólo por ser mi pareja. De cualquier forma no los dejaría, después de todo, el problema era conmigo. -Luce Grand-el profesor dijo mi nombre. -Lucy-lo corregí y él me sonrió. -Bien Lucy, eres nueva así que realmente no importa con quien te ponga-volvió a sonreír. Ese profesor ya me agradaba, siempre sonriendo-estarás con el señor O'Donnell-y así de fácil dejó de agradarme.
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