Capítulo 1: El pueblo de Nazareth

1608 Words
El sol alumbraba las calles de piedra por las cuales los vehículos transitaban, eran carreteras angostas por donde sólo un carro podía pasar a la vez, a sus costados los andenes alargados para poder tener en ellos distintos puestos de comida en los cuales se podía ver reunida mucha gente tomando tinto y comiendo pastel de yuca, más allá había una colina que llevaba al mirador del pueblo, para llegar allí había que subir unos seiscientos escalones, pero según las personas que habitaban el lugar, valía totalmente la pena. Entre los caminantes se encontraba un hombre con sombrero n***o y un traje demasiado formal para lo acostumbrado en el pueblo, se notaba de lejos que era un visitante de ciudad, traía consigo un maletín y mirando el letrero de afuera que decía entró a este dirigiéndose enseguida a la recepción. Allí lo atendió una mujer la cual al verlo pareció reconocerlo, pues le dijo. -Usted debe ser el compañero del señor Alejandro. A lo que el hombre de traje respondió. -Correcto, mi nombre es Ricardo Rodriguez, tengo entendido que Alejandro dejó las llaves de mi habitación con usted. -Eso es correcto señor Ricardo, aquí tiene. Diciendo esto, la recepcionista le alcanzó las llaves de la habitación nueve, este le agradeció inclinando un poco su cabeza y se puso en marcha por el corredor. Caminando por el lugar, Ricardo empezó a observar a algunas personas que como él se estaban hospedando en el hotel, pero entre ellas le llamó la atención una mujer, esta bajaba del segundo piso, traía el maquillaje de sus ojos corrido debido a las lágrimas, sus manos temblaban mientras intentaba taparse el rostro al mismo tiempo que secaba sus mejillas. Ricardo tan solo se quedó observándola mientras está pasaba por su lado y chocaba con su hombro para después salir por la puerta principal del hotel y perderse al cruzar. Tras este pequeño encuentro, el hombre subió las escaleras hacia el segundo piso y buscó la habitación número nueve, encontrándose de manera inmediata con ella, se dispuso a abrir la puerta para observar el interior, una cama sencilla, un ventilador colgando del techo, una pequeña mesa de noche al lado de la cama, y no mucho más realmente, era un cuarto modesto. Ricardo no demoró mucho en quitarse la chaqueta del traje y dejar su maletín en la cama, acomodó su cintura y con ella el arma que traía colgada a su cinturón. Al pasar tan solo unos minutos, la puerta de la habitación ya cerrada sonó seguida de una voz. -¿Estás listo? Caminando hacia la puerta tras tomar de nuevo su chaqueta, Ricardo abrió la puerta y respondió. -Terminemos rápido con esto. Al otro lado se encontraba Alejandro, quien venía vestido igualmente de manera formal, con la única diferencia de que traía consigo una chaqueta más larga que llegaba hasta sus rodillas. Ambos hombres no olvidaron sus respectivos sombreros y bajaron por las escaleras mientras todos los miraban. Eran la sensación del hotel, pues todos los demás huéspedes vestían con ponchos y sacos de lana como se acostumbraba en el pueblo, para todos ellos era demasiado extraño ver a dos hombres vestidos de esa manera. Tras caminar hasta la recepción, Alejandro tomó la palabra y le preguntó a la señorita detrás del mostrador. -¿El taxi está por llegar? A lo que la joven le respondió. -El taxi ya los está esperando afuera señor Alejandro. Tras escuchar a la mujer, ambos hombres respondieron a la vez con un gracias, para luego salir por la puerta y encontrarse con un carro antiguo que era conducido por un hombre mayor, tenia canas en su cabello y una boina que lo cubría, venía vestido con un chaleco de nilo blanco, una camisa color celeste y un pantalón del mismo color que su chaleco. -Buenos días señores. Les saludo el conductor. -Buen día mi señor. Le respondió Alejandro subiéndose junto con Ricardo a los asientos de atrás. -¿A donde nos dirigimos? -Por favor llevenos al hospital municipal. Esta vez el que respondió a las palabras del chófer fue Ricardo. El hombre sin rechistar coloco el auto en marcha tras chancletearlo un poco, el sonido del motor hacia saber que se trataba de una reliquia, un wolksvagen, de esos a los que le dicen cucarrones. Por el camino, Alejandro colocó su maletín en sus piernas, para abrirlo y sacar de él unos papeles. -Toma. Estirando su mano con lo que parecía ser un expediente, le entregó a Ricardo. -¿Qué es esto? Le preguntó su compañero. -Es la orden para estar durante la autopsia de la víctima, solicité que no la hiciesen hasta que nosotros llegáramos. Por eso elegí el viaje más temprano posible hacia este lugar. Por cierto, ¿Hiciste aquello? -Si, ya esta hecho, pero dime algo, ¿Es necesaria una autopsia? -Creo que si, pues si hubiese sido un homicidio sin más, la policía del pueblo no hubiese solicitado ayuda de nosotros, así que quiero saber a que nos estamos enfrentando desde el inicio. Después de todo quiero terminar con esto rápido. Ante la conversación de los dos hombres, el viejo que conducía no pudo evitar oírlos y tras un silencio se atrevió a preguntar. -¿Vienen a investigar la muerte de la niña Cecilia? -Es correcto. Le respondió Alejandro. -¿Usted la conocia? Le preguntó Ricardo al conductor. -Este pueblo es muy pequeño, entre todos nos conocemos. Ante las palabras del viejo, Alejandro preguntó. -¿Qué me podría decir sobre ella? -Pues realmente lo mismo que podría decirle la mayoría de la gente, era una muchacha muy trabajadora, uno se la encontraba en la plazoleta del mercado vendiendo sus tintos y cafés con leche todos los días desde las cinco de la mañana. Vivía con su madre y sus dos hermanas, era la mayor de estas, aún me sorprende el saber que alguien fue capaz de acabar con la vida de esa pobre mujer, quizás algunas cosas no cambian. Al terminar de escuchar al hombre, Ricardo se quedó con la última frase de este y decidió enfatizarla. -¿A que se refiere con que algunas cosas no cambian? Ante la pregunta del hombre, el conductor bajó su cabeza por unos instantes para luego pegar un frenazo y decir. -Hemos llegado caballeros. Alejandro observó a su compañero y sin más dijo. -¿Cuánto le debemos? -Son cuatro mil pesos. -Aquí tiene. Tras pagar el taxi, ambos hombres bajaron del carro y sin más vieron como el chófer arrancaba de nuevo. -Ese tipo dijo algo que quizás no debía decir. -Esperemos que no sea algo relevante, porque a decir verdad el frío de este lugar no es algo que quiera disfrutar más de dos días Alejandro. Luego de ese comentario, los compañeros entraron al hospital municipal en donde se encontraron con un panorama desolado, las sillas estaban totalmente vacías y en la sala de espera solo se encontraba un hombre el cual con un trapero estaba limpiando el suelo. -Buenos días. Se presentó Alejandro, pero el sujeto no volteó a mirar. De repente, apareció una mujer que traía puesto un uniforme blanco. -Buenos días caballeros, en que puedo colaborarles. Les dijo la mujer. -Mucho gusto, mi nombre es Ricardo y el es mi compañero Alejandro, somos los detectives citados para la autopsia del c*****r de Cecilia Maldonado. Ante las palabras de Ricardo, el conserje miró a este de re ojo, pero al encontrarse con Alejandro quien lo estaba observando, giró su cabeza enseguida. -Si señores, por favor siganme. Ante la indicación de la enfermera, los detectives caminaron detrás de esta pasando por una puerta que los llevaba al interior del edificio. -¿Siempre está vacío este lugar? Preguntó Alejandro. -Últimamente no hemos tenido ningún tipo de accidente grave o aglomeración de personas, una que otra madre viene con su hijo por casos de gripe o malestar estomacal, pero en general hay días tranquilos como el de hoy. La gente de este pueblo gozan de muy buena salud, creo que es debido a que los alimentos que consumen en su mayoría son totalmente naturales. -Entiendo, es que se me hizo algo raro ver un hospital sin pacientes en espera por ser atendidos. -Claro, pero no debe usted comparar un hospital de ciudad con uno de pueblo, en especial este. -¿Qué tiene de especial este? Preguntó Ricardo incluyéndose en la conversación, pero fue interrumpido por un nuevo hombre que apareció de una de las puertas que acompañaban el pasillo por donde estaban caminando. -Señorita Mildred, ¿quienes son estos caballeros? -Se trata de los detectives que vienen a presenciar la autopsia de Cecilia, doctor. -Comprendo. Diciendo esto con un tono de voz algo irónico, el hombre se posó frente a los detectives y se presentó. »Mucho gusto caballeros, mi nombre es Samuel Gonzales, soy el doctor encargado de este hospital e igualmente seré quien practique la autopsia de la mujer... -Aaaaaah. De repente se escucho un gran grito que provenía de aquella habitación por la que había salido el doctor. -¿Qué fue eso? Preguntó enseguida Alejandro. -Es un paciente algo problemático, está en su proceso de diálisis, pero da un poco de problemas. Respondió la enfermera sin dejar espacio para dudas. -Es comprensible, tengo entendido que la diálisis es un procedimiento difícil de sobrellevar. -Esta en lo correcto señor detective, pero si quieren siganme, todo esta listo para la autopsia. Diciendo esto el doctor aceleró su paso como queriendo alejarse de aquella habitación, todos los demás lo siguieron, pero Alejandro se quedó observándo por unos instantes la puerta por donde había salido Samuel.
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