Prólogo

2106 Words
—Esta vez la cosa se nos viene grande—aseguró Jade Turtle, corriendo justo a mi lado—. Será mejor una retirada. Fruncí el ceño y me detuve en seco. Mi compañero me miró perplejo y resbaló levemente intentando detenerse a mi paso. Caminé hacia él, saqué una de mis dos catanas para hacer uso de mi autoridad. Todo el mundo se postraba a mis pies cuando las sacaba a relucir, y aquella vez no fue una excepción. Apunté hacia su cuello. —¿Te tiemblan los pantalones ahora? —Una sonrisa de satisfacción de formó en mi rostro, retiré la espada de su cuello y me miré mis dientes en el reflejo de mi arma asegurándome de que estaban en perfecto estado. —No,—Nino negó con el cabeza aparentemente molesto—soy realista, y en este momento ese ejército de guardias nos tiene acorralados, hay hombres por todas las salidas es imposible escapar. Me encogí de hombros con indiferencia. —Por eso vamos por los tejados—aseguré caminando hacia el extremo de la azotea, miré hacia las calles de la ciudad y sonreí al ver bajo mis pies a las decenas de guardias que se organizaban para mi propia caza. Me encantaba ver a mis contrincantes bajo mis ojos, era una manera de sentirme invencible, superior a ellos y sin duda, el ganador. —He conseguido robar el cáliz de oro de los Dupain-Cheng—jugueteé con la copa que tenía entre mis manos—. Estoy tan cerca Nino, por fin arruinaré a esa familia, y cuando no tengan una sola moneda en el bolsillo, los echarán a la puta calle y cuando eso ocurra, te aseguro que no tendré piedad con ellos—cogí mi espada y la clavé en el tejado de la casa de aquellas personas que tanto odio habían causado en mi corazón. —No será tan fácil arruinarlos Chat, esa familia tiene mucho billete, además Tom es el canciller del rey, cuenta con su respaldo. Estoy seguro de que no los patearán a la calle así sin más. —Si no los echan, yo los sacaré a patadas de su asquerosa madriguera, no sin antes dejarlos fiambre—me aclaré la garganta y fruncí el ceño—. Además, he oído que tienen una hija, y eso lo hace todo más divertido. Cogí de mi cinturón un pistolete y apunté sin apenas remordimiento a la cabeza de uno de los guardias, me daba igual matar a estos cabrones, me daba igual que fuesen inocentes. Servían a la corona y por ello, debían pagar la misma moneda que el rey y su panda de duques y condesas. Una mano se interpuso en mi camino impidiendo volarle la cabeza a ese hijo de la gran puta. —¡Eh, eh! ¡¿Pero qué haces tío?!—exclamó Jade haciendo gestos con sus brazos. —Volarles los sesos a esos desgraciados—lo miré con indiferencia y volví a apuntar con mi arma. —¿Acaso quieres exponerte? —volvió a forcejear con mis manos y sentí mi paciencia colgar de un hilo. —¡Sí! ¡Y si no me dejas el siguiente que perderá la cabeza serás tú! —Agarré mi arma con fuerza e intenté arrancársela de las manos, Jade imitó mi movimiento y como apenas dos chavales de cinco años, comenzamos a forcejear por un pequeño juguete—¡Esto es ridículo! ¡Suelta la pistola, imbécil! —¡No! ¡No voy a dejar que nos expongas! Un sonido rudo nos sobresaltó a ambos, Jade soltó una fuerte encogida mientras que yo alcé mi rostro para ver como la bala se disparaba hacia el cielo dando posteriormente una fuerte explosión. —¡Mira lo que has hecho! —grité impetuoso. El pistolete se había disparado por accidente mientras luchábamos por adueñarnos de él. —¡¿Yo?! ¡Será lo que tú has hecho! —Contraatacó mi amigo, o mejor dicho mi ex-amigo. Un segundo disparo se hizo audible en el eco de la noche. Me asomé con mi mandíbula apretada y fulminé a esos idiotas con la mirada, otro par de los guardias nos volvía a apuntar con sus armas. Ciertamente habían descubierto nuestra posición. Tomé a Nino de su capa y lo aparté con brusquedad de su posición evitando así que su cabeza fuese bombardeada por aquellos dos disparos. —Este tío es gilipollas—espeté mirándolo con repugnancia, a veces podía ser un completo inepto. Me agaché instintivamente cuando mis sentidos se percataron de la llegada de un nuevo proyectil, por eso me llamaban en la banda Chat Noir, mis intentos, mi agilidad y mi rapidez eran innatos en mí, burlaba a la guarda como a mí se me venía en gana, al igual que podía desgarrar la garganta de cualquier clérigo, noble o rey se me cruzase por delante. Esa era mi vida, llena de delincuencia e infracciones, no había día en el que mis manos no se hayan teñido de ese líquido escarlata que tanto me gusta. ' Así es, yo me hago llamar Chat Noir, asesino, monstruo, destripador de las garras de acero ¡Y qué más da! Ese era mi oficio, yo mataba, pero no a cualquiera. Estoy en contra del clero, la monarquía y especialmente en contra de la nobleza. ¿Quién demonios son esa gente? Unos estirados, meros aprovechados que ganan miles de francos solo por estar aguardados y protegidos por un jodido título. "Los Dupain-Cheng" esos son los peores, destruyeron mi familia, mi casa, por unos putos impuestos, así de simple, unas monedas valen más que la vida de una familia entera, yo fui el único superviviente, él único que consiguió escapar de las garras de esos asesinos ¿Y ellos son los que tiene el valor de llamarme a mí asesino? ¡Al infierno! ¡Qué se pudran! Por eso quiero verlos suplicar, los quiero ver derramar lágrimas de sangre, rogando por un techo en el que resguardarse e implorándome que les perdone la vida, tal y como ellos hicieron con mi familia, los echaron a la calle y después los fusilaron como perros. Ese es mi promesa, desde entonces, cada noche me dediqué a robar a esa familia, y lo juré seguir haciéndolo hasta que no tengan más remedio que buscar en la basura los restos de la comida que jamás pudieron pagar. El sonido de otro disparo me sacó de mi ensoñación, de nuevo andaba delirando con mi pasado, pero era inevitable: esa pesadilla me carcomía por dentro, clavándose como una espina en mi corazón. Dirigí mis cinco sentidos a mi alrededor e hice una mueca al no divisar a Nino, o también como solíamos llamarlo en la banda "Jade Turtle" «¿Dónde se habrá metido ahora ese imbécil?» Miré de reojo las diferentes calles y divisé las decenas de guardas siguiéndome el paso. Intenté ingeniar una nueva estrategia para perderlos de vista y quizás poder cargarme a uno de ellos, mas tan metido me encontraba en mí mismo que no me percaté de lo que me venía por detrás. Una punta de flecha se me clavó en el brazo derecho, y tal fue el impacto que caí hacia atrás. Intenté agarrarme a aquello que pudiera servirme de sostén, una barandilla o lo que fuese, pero no lo conseguí y solo logré meterme más ostias aún. Saqué una de mis dos catanas y la clavé sobre la superficie de piedra quedando suspendido en el aire. Miré hacia abajo y vi como los guardias caminaban hacia la dirección por donde supuestamente había caído. Mi boca formó una dolorida mueca e instintivamente me llevé una mano a la herida, no me quedaba mucho tiempo, sino no encontraba un escondite, estos cretinos se me echarían encima. Hice un pequeño impulso y conseguí abalanzarme sobre el balcón de una ventana abierta. Odiaba tener que hacer esto, odiaba tener que escapar de esta forma tan miserable. Sin poder evitarlo caí desplomado sobre la superficie de suelo de aquella habitación. Miré a mi alrededor, oliéndome mi situación. Mis ojos repararon en la ventana reconociendo la calle en la que me encuentraba y por lo tanto en la casa que había ido a parar. «Mierda, mierda... ¡Menudo montón de mierda!» Intenté levantarme con algo de dificultad e hice una pequeña mueca al escuchar algunas voces de fondo; sin embargo, pronto mi boca formó una sonrisa cuando me di cuenta del porqué de aquellos gritos: La familia Dupain-Cheng estaba reclamando su preciada copa de oro. —Mamá...—dijo una suave voz. Mis ojos repararon en una cortinilla, algo translúcida pues deja ver una sombra de la silueta de una joven, que al parecer estaba cambiando sus vestimentas. Instintivamente me escondí detrás de su armario mientras empuñaba mi arma con recelo. Si la hora de mi venganza empezaría matando al primer m*****o de la familia, que así fuera. —Ay... Mamá ¿A ver qué te ocurre ahora? —la joven al fin retira la cortina que tapaba su cuerpo y mis ojos verdes no pudieron evitar reparar en ella. Intenté salir de mi escondite con sigilo mientras empuñaba con más fuerza mi arma. Estaba decidido: si a mí me arrebataron aquello que más quería en el mundo, yo también podría hacerlo. Al parecer ella no me había visto, estaba demasiado cegada por los gritos que escuchaba hasta que, finalmente, se giró sobre sí misma quedando de cara frente a mí. Y ahí fue cuando mis ojos verdes se cruzaron con los de ella. Mi mano quedó completamente inmóvil y mi espada cayó al suelo haciendo un estruendoso ruido. —¿Quién anda ahí? —Inquirió ella una vez se había dado cuenta de que alguien andaba merodeando por su habitación. Noté como sus ojos se entrecerraban para reconocer la figura que se alzaba frente a ella. Parecía haber salido de un baño, sus ropas no eran horteras, al contrario, se notaba a simple vista que estaba en ropa interior, por su gran escote que dejaba muy poco a la imaginación y sus largas piernas que se quedaban completamente al descubierto. Todo ello, cubierto con una bata completamente translúcida. Enseguida noté como todo mi cuerpo reaccionaba ante tal imagen, y odiaba tener que reconocerlo, pero me había excitado al verla con tan poca ropa. No debía de ser muy idiota para darme cuenta de quién era aquella joven. —¿Quién es? —Volvió a preguntar ella. Mis labios se curvaron en una media sonrisa cuando vi como cogía un candelabro con sus manos a modo de arma. Caminé despacio hacia el balcón y ella como un perrito faldero me siguió. «Qué patética» Aproveché los contrastes de luz y sombra y me precipité por el balcón, no sin antes agarrarme y quedar suspendido en el aire justo debajo del balcón. —Sé que has sido tú. Has robado a mi familia, así que da la cara—exigió ella alzando el candelabro amenazante. Una risotada se me escapó de mis labios y su cuerpo se tensó al escucharla. —¿Quién eres? —¿No cree que es algo indecente para una dama de su "categoría"—recalqué con odio aquella palabra y proseguí—exponerse semidesnuda en el balcón de una calle céntrica como esta? La chica se puso nerviosa, y con torpeza intentando taparte su escote con su transparente bata. —¿Acaso no ha escuchado hablar de la banda Miraculous? —Inquirí con una sonrisa de satisfacción—. Sería muy peligroso para usted estar tan expuesta a estas horas de la noche, yo que usted me andaría con cuidado, no vaya a ser que alguien pueda ultrajarla. —Inténtelo,—se defendió ella con decisión—porque le aseguro que soy capaz de cualquier cosa si usted me llega a poner una mano encima "señor"—Hizo énfasis en la última palabra, cosa que me jodió bastante ¿Quién se cree qué es para ironizarme? —Hágame el favor y cierre la boca—reproché con rencor—porque esta vez ha tenido suerte, pero le aseguro que la próxima vez ni siquiera un candelabro podrá protegerla, eso téngalo por seguro. Me dejé caer hacia el final de la calle y con agilidad reparé ágilmente en el suelo. Ella se asomó para intentar reconocerme, pero la oscuridad de la noche y mi capucha no le impedían ver más allá de mi figura. « Cuenta bien los días que te queden "señorita" porque muy pronto caerá dentro de un abismo del que por más gritos se sueltes no podrás escapar »
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