Uno - Inscripción

1320 Words
Vocación y gran talento son los dones que Dios quiso, para hacerte cocinero en el momento más preciso, te pasas todo el día fabricando mil sabores, que brotan de la alquimia de ingredientes y sazones. Fantasías con recetas que no tienen horizontes, eres nómada y viajero todo el mundo lo recorres. Tienes aires de grandeza y orgulloso el corazón ,no hay contienda que tu pierdas siempre tienes la razón.  Extracto de "Poema al Cocinero" por el Chef Federico Trujillo.  DELIA     Camino con paso seguro hasta el mostrador, la chica sube la vista por detrás de sus lentes y me enfoca. Sonrío por educación, cuando la verdad es que me provoca zarandearla para ver si así le da la gana de atenderme y deja de pintarse las uñas durante su horario laboral.  Tres veces, tres obstinantes veces le he pedido la planilla que necesito para inscribirme en el concurso, y las tres veces, me ve por detrás de sus lentes, se sopla el esmalte y me hace señas para que espere un momento. Mi paciencia se está agotando con Miss uñas de mierda del año. Como lo supongo, vuelve a ignorarme, tomo una respiración honda para sacarle la madre a ella, al creador de los esmaltes de uñas y a toda su generación, pero soy interrumpida antes de pronunciar palabra alguna. ―Buen día, preciosa, vengo por la planilla del concurso Star Chef. Giro la cabeza para dar con un tipo de cabello rubio, ligeramente despeinado y vestido de modo informal, que le sonríe coquetamente a Miss uñas del año. Para mi sorpresa, ella bate sus largas pestañas, abre una carpeta e importándole un comino sus uñas, se inclina hacia adelante, dejando a la vista su pronunciado escote; y le extiende la planilla al recién llegado. ―Gracias, linda ―dice guiñándole un ojo―. ¿Solo lleno todos los campos y te la dejo o necesitan algún documento extra? ―No. No hace falta ningún documento, llena los espacios marcados con un asterisco y cualquier duda me puedes preguntar. Es muy importante que dejes un número de celular donde te podamos localizar. ―Su voz suena como la de las chicas que trabajan atendiendo llamadas de líneas calientes. Ruedo los ojos por semejante desfachatez. Para colmo pasa de mí, pero llega un tipo utilizando sus encantos y rápidamente lo atiende. Qué perra, pienso. El rubio muestra otra sonrisa de galán antes de ir a sentarse. ―¿Será posible que me des la planilla del concurso o también tengo que decirte alguna babosada como preciosa o linda? ―Si las miradas mataran ya estuviera bajo tierra, pero me trae sin cuidado porque igual logro que me dé la bendita planilla. Me encamino hacia al puesto que he ocupado por los anteriores treinta y cinco minutos, pero ahora está siendo utilizado por el rubio con sonrisa patentada de dentífrico. Bufo exasperada y me siento en la única silla disponible, frente a él. Desde mi posición puedo ver como está concentrado llenando su hoja, de vez en cuando muerde la punta del bolígrafo, y al hacerlo, frunce el ceño haciendo que sus cejas se junten un poco. Tengo que admitirlo, el tipo es guapo y el característico acento británico que le escuché ha sonado muy bien en su voz gruesa y seductora. Sacudo la cabeza y me regaño mentalmente. ¿Qué te pasa?, ¿te has vuelto loca? Llena la planilla, no es momento de estar mirando a nadie y menos a un aspirante. El concurso Star Chef se lleva a cabo todos los años en la Academia Chef of London, ubicada en el centro de Londres, en la calle Mortimer. Pueden participar los alumnos matriculados en gastronomía de la academia, como es mi caso, alumnos que estudien lo mismo en otra institución o también aficionados en el área; cosa que me parece totalmente estúpida, ya que no puedes comparar el conocimiento de alumnos que aprenden con los mejores chefs en una academia con el de alguien que solo diga que sabe cocinar. Pero en fin, yo no creé las reglas. El concurso tiene una duración de cinco meses, finalizando en enero, luego de inscribirse hay una ronda de pre-selección donde un jurado escogerá las cinco mejores recetas, por ende quedarán cinco participantes, luego viene el método de eliminación. Una vez al mes, los participantes tienen que preparar un plato típico de algún país, el país que toque será secreto del jurado y solo será revelado en cada eliminatoria a los concursantes que logren avanzar, dándoles un margen de tiempo de treinta días para planificar bien su elección de plato típico; luego de esto solo dos participantes lograrán llegar a la contienda final, para solo uno obtener el estupendo premio de: *500 mil Libras para iniciar tu propio restaurante. *Una certificación de chef profesional firmada por los miembros del jurado. *La primera estrella Michelin para tu local. Eso sin contar los valiosos contactos que puedes obtener en la competencia. Dejo de escribir en la planilla cuando siento a alguien de pie, frente a mí. Alzo la vista hasta encontrarme con unos ojos verde aceituna que me sonríen como si se le fuera la vida en ello. ―¿Eres participante del Star Chef? ―pregunta, yo asiento―, suerte entonces ―dice fríamente. ―Igual ―contesto de la misma manera. Mantiene la mirada clavada en mí más tiempo de lo debido y comienzo a incomodarme, pienso en presentarme, pero él me da la espalda y camina hasta el mostrador, le entrega la planilla a Miss escote sugerente y se marcha. Arrugo la frente. Ok, eso ha sido extraño. Pero decido ignorarlo y termino de llenar mis datos.  Me levanto, la pelirroja recibe mi hoja con mala cara, le echa un vistazo y dándome la espalda habla en el teléfono: ―Sí, hay dos participantes más, Collin Tanner y Delia Dávila. Respiro hondo al salir, sintiéndome al fin tranquila de haber hecho mi inscripción.  Comienzo a caminar por las calles de Londres, ya llevo dos años en ésta ciudad y todavía me cuesta acostumbrarme a las rutas de transporte, mi elección para desplazarme a cualquier parte siempre es el subterráneo. Desde que llegué vivo en casa de mi amiga Joyce. Ella, junto a su hermano menor Bryam y sus padres, Ben y Evie, me recibieron sin problemas, me han tratado tan bien que a veces siento que soy una Hamilton más. Al principio me costó adaptarme, pero poco a poco me he acostumbrado, es una sensación extraña sentir que tienes una mamá y un papá de nuevo, ellos son de esos que te regañan si llegas tarde, de los que se preocupan si no desayunas antes de salir, de los que se equivocan de nombre y te llaman con el de algún otro hermano ―en este caso Joyce y Bryam―, de los que se sientan todas las noches juntos a cenar; para mí es algo nuevo, pero agradable. Cuando llegué a Londres todavía era período vacacional, en ese tiempo aproveché para tomar un curso de inglés y conocer la ciudad. Joyce se encargó de llevarme a muchos lugares, me presentó a sus amigos y me ayudó a instalarme en su casa. Lo más interesante que me pasó ese verano fue conocer a Daryl Evans, mi novio. Daryl es absolutamente fantástico y tengo mucha suerte, todos me dicen lo estupendo que es: cariñoso y bueno. Hemos estado juntos durante año y medio, nos llevamos muy bien, aunque a veces siento que a nuestra relación le falta algo, tal vez sea que la costumbre me ha estado fastidiando un poco. Lo quiero, de verdad que sí,  pero no puedo evitar que una parte de mí anhele un amor un poco más... desbordante. Algo que me haga sentir un torbellino de emociones. Niego con la cabeza y repito mi mantra: Daryl es el chico perfecto para ti.
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