00.

2659 Words
00. El principio de todo… Allyson abre sus ojos incrédula, cuando se lo digo. — ¿En serio? ¡¿Cómo es posible?!– cuestiona sorprendida. Ruedo los ojos, fastidiada. Sinceramente, no veo nada de malo en serlo. — Es en serio, Allyson soy virgen, no debes sorprenderte. — Pero… Pero… ¿Por qué no me habías dicho?– preguntó con un deje de decepción. — Siempre me dio vergüenza admitirlo– respondo un tanto avergonzada. – De todas formas… ¡Es inaudito! ¡¿Qué chica de diecinueve años es virgen en este siglo?! — Bueno. Pues yo, ¿No?– respondo obvia– Hay miles de chicas, incluso mayores que yo, que son vírgenes. — No lo puedo creer aún.– admite– Me molesta un poco que no me hayas dicho antes, cuando me has contado cosas aún peores– se queja, asiento sabiendo a qué se refiere. — Lo siento, no pensé que fuera algo que contar– me disculpé, sincera. — Sabes mucho de sexo, das muchos consejos– enumera frenética.– Hablas de la sexualidad todo el tiempo– me hace sonrojar con el comentario. — ¿Y qué? ¿Acaso es tan malo que alguien que no ha tenido relaciones sexuales hable de sexo todo el tiempo?– me quejo– Cariño, demasiados libros y películas de sexo hay en todas partes– musito volcando los ojos con fastidio. — Aún no puedo asimilarlo– exclama divertida– Para toda pregunta s****l que te hacen siempre respondes, es increíble. Siempre pensé que eras una experta, cómo una sexóloga.– chilla, provocándome una risa– Y ahora, vienes y me confiesas qué eres virgen, o sea, totalmente inexperta. — Te equivocas– la señalo, tirándole un poco de la hierba del jardín de la universidad– Por el hecho de que nunca he estado con alguien, sexualmente, no quiere decir que sea un inexperta, ni que no sepa nada, para eso está Wikipedia ¿No? Está Google, y ¡Los libros! En casi todos los libros hay algo s****l en su contenido.– vuelvo a repetir, tratando de defenderme y llegar a un punto– ¡Por Dios! ¡No sé por qué te sorprendes!— Contesto irritada.— Sé todo acerca del sexo, soy una experta, pero… En teoría, no en práctica. — Es que has tenido novio, muchísimos novios. Bueno… No muchísimos— Dice cuando la miro mal— Pero… No han sido pocos. Y todos han sido atractivos. ¿Cómo es posible que no te acostaste con ninguno?— Cuestiona con los ojos desorbitados. – Ninguno de ellos me dio ganas, no despertaron nada en mí, ¿Es eso un delito?– pregunto, comenzando a arrepentirme por haberle confesado eso. Allyson me mira con cierta lástima y niega con la cabeza.— De seguro ellos no supieron hacer conexión contigo, a veces eso pasa— dice perspicaz, adivinando mis pensamientos.— Ellos fueron el problema– susurra dándome un beso en la mejilla, demasiado mojado para mi gusto, por lo que lo limpio de un manotazo, provocándole una risilla divertida. — Gracias Ally, por cosas así es que te quiero tanto. No sé que haría sin ti— digo sonriendo. – Yo también te quiero– exclama, parándose del césped, sacudiendo sus pantalones en el proceso; luego me tiende una mano para ayudarme a ponerme de pie, sabiendo qué claramente me da flojera hacerlo sin su ayuda. – ¿Qué haremos ésta noche?– pregunto cuando empezamos a caminar hacia su auto de un rojo demasiado llamativo. – Al mismo lugar de siempre– me mira obvia. Refiriéndose a un club nocturno que solemos frecuentar. — ¿Vamos de compras? No sé que ponerme, y me da joda tener que meterme al armario a estresarme.– pido, ansiosa de que me diga que sí. Porque en serio me estresa tener que ver mi armario. Una vez que compro alguna ropa, me la pongo, y luego la suelto en el fondo de mi clóset, porque me parece fea. Algo un poco loco, lo sé. – Está bien– acepta, quitando el seguro de su auto. Entramos rápidamente, yendo hacia alguna tienda. Pasa media hora, en los que llegamos a un centro comercial. Y en cuestión de varios minutos más, ya estamos en una tienda, probándonos algunos vestidos. – Hazlo rápido– pide, haciendo un bailecito extraño– Quiero probarme el mío– confiesa cómo un chiquilla. – Voy, voy— contesto entrando al vestidor a quitarme el vestido de cuero n***o para sustituirlo por mi ropa casual. Pongo el vestido en mi brazo y salgo con él.— Terminé, ahora te toca. — ¡Por fin!— Exclama exagerada, esa es su virtud.— ¿Y qué tal? — Cuestiona cuando sale con un vestido igual que el mío, pero este es rojo. – Guapísima– halago, totalmente extasiada. Al ver como ese bonito y sexy cuero se adhiere a su cuerpo cómo segunda piel — Te queda maravilloso. ¿Tenemos calzado para este tipo de vestido? — Pues claro.— Dice obvia– Dame un minuto y salgo. — Ambas salimos y nos dirigimos con los vestidos. — Son mil dólares con noventa centavos— Dice la cajera. Y cuando saco mi tarjeta Allyson me detiene y pasa su tarjeta. — ¿Qué?— Pregunta cuando ve que la miro con los ojos entrecerrados.— Es un regalo, presiento que hoy será una noche inolvidable.— Dice emocionada. — Muchas gracias por su compra— Dice la cajera pasando el recibo junto con la tarjeta y una bolsa con los vestidos. Llegamos a la fiesta un poco más temprano de lo acordado, no lo pudimos resistir. Paremos pequeñas niñas desesperadas por destapar el regalo de navidad. — ¡Qué tal, Rick!— Vocifera Allyson al portero. Qué resulta ser el anterior portero del pasado club nocturno que había al cruzar la calle. – ¡Qué onda, chicas!– nos saluda– ¡Qué exquisitas y calientes están hoy!— Expresa guiñándonos un ojo con evidente coquetería. Abre la puerta del club cuando estamos paradas frente a él, dándonos a entender que podemos pasar. Ganándonos abucheos por parte de los que llevan rato haciendo fila.— ¡Lo siento, chicos!— Se disculpa— Pero es que no todos tienen la suerte de ser sobrinas del dueño— miente descarado, con evidente burla en su expresión, llevando más abucheos. Niego divertida y le paso un billete e ingresamos al club. Inmediatamente nos dirigimos a la barra. Encontrándonos con Alem, un chico pelinegro, alguien, que francamente no quería que Ally viera, por la pequeña historia que tuvo con él. — ¡Qué gran sorpresa, chicas!— Dice Alem, cómo si nada. Provocando en mí una molestia que pocas veces he tenido, pero es que me cabrea tanto qué hable con nosotras cómo si nunca ha utilizado a mi mejor amiga para luego desecharla cómo basura insignificante, algo que evidentemente no es cierto, puesto qué, mi amiga es alguien qué maravillosa y hermosa. Él se nos queda mirando, cómo si esperara que les devolvamos el saludo, lo que obviamente no pasará. Mi amiga y yo nos limitamos a tomar asiento, ignorándolo con evidente intención. — ¿Qué desean de tomar?– pregunta, luego de unos cuantos segundos. – Dos mojitos de coco.– musito lanzándole una mirada condescendiente. Cuidando de que Allyson ni siquiera se atreva a hablar con él. Importándome un comino si parezco una niña haciéndolo, pero no voy a permitir que él vuelva a ilusionar a mi rubia para después volver a lastimarla. – Aquí tienen, provecho.— nos desea yéndose a preparar otra bebida. Duramos un rato conversando y tomando hasta que nos decidimos en ir a la pista. Bailamos por un rato más, moviendo nuestras caderas al ritmo de la música electrónica que se escucha por todo lo alto. La fuerte música retumba en nuestros oídos, y pegamos nuestros cuerpos, con ganas de provocar a algún tonto que sea lo suficientemente valiente para acercarse, y así mandarlo a bañarse. Pero, no sucede, porque la mayoría sabe que nos encanta hacer eso. No mentía cuando dije que frecuentamos éste lugar, es cómo nuestra segunda casa. Llevamos lo que parece una eternidad bailando, así qué, el aire me falta, y el calor corroe por mi sistema, por lo que decido en buscar otro mojito a la barra, pero ni siquiera eso, quita el inmenso calor que tengo. Así que me encamino al baño, contoneando las caderas junto con al movediza melodía, con bebida en mano. — ¡Lo lamento muchísimo!— me disculpo avergonzada, cuando veo la bebida derramada, en lo que al parecer, es un costoso traje n***o. — ¡Mira lo que acabas de hacer, niña estúpida!— Vocifera cabreado el hombre, el cual no puedo verle el rostro porque la penumbra no me lo permite. Me ofende muchísimo, porque odio esas dos palabras “niña” porque me dice inmadura y “estúpida” porque en pocas palabras me dijo carente de coeficiente.— Me disculpé, verdaderamente sincera, y lo hice con educación, si no puedes aceptar mis disculpas me vale una reverenda mierda.— le escupo, comenzando a caminar, con la intención de alejarme. El desconocido resopla consternado, agarrando mi brazo, obligándome a permanecer en mi sitio.— Aparte de torpe y mal educada, tiene la boca sucia– responde. — Suéltame– le ordeno– Me largo, no estoy por discutir, vine a divertirme, no para que un estúpido venga a arruinarme la noche. – Eres tú la que acaba de dañar mi noche– señala su torso mojado y manchado por la leche de coco que contenía el mojito. – Estás en un maldito club, debes andar con más cuidado, en vez de andar de “bonito” caminando cómo si estás en una pasarela– hablo ya molesta. – ¿Bonito?— cuestiona socarrón, estando consciente de que dije esa palabra con la intención de molestarlo, pero ignorándolo con la intención de joderme aún más. — No te sientas especial, le digo así a todo el mundo, pedante.– respondo con una sonrisa descarada. — Si. En definitiva, no sabes con quién hablas.— niega, chasqueando su lengua– Necesitas qué alguien te de un castigo para que aprendas a respetar a los hombres. Casi quiero alzar mi puño y golpearlo cómo desquiciada por su comentario, pero no le daré la satisfacción. – Ni me interesa saber quién eres— contesto— Permiso— pido, pero no me cede el paso.— Dije que: Per–mi–so.— le explico como si fuera un retrasado mental. — Me encantan las mujeres cómo tú, que aparentan ser indomables, pero luego se vuelven unas sumisas encantadoras– susurra cerca de mi oído, mandando un escalofrío de placer, que me jode demasiado, al ver que un hombre, del cuál no he visto ni siquiera la cara, me provoca algo que ningún chico me ha provocado jamás. Ruego, ruego mucho, deseando que sea más feo que el trasero de un orangután, y así olvidar ésta situación. Comienzo a inquietarme al sentir que el escalofrío no se va, sino que se aloja en mi vientre bajo, contrayéndolo de una forma demasiado placentera. — Vete a joderle la noche a otra, y si no encuentras a nadie, métete todas esas ridiculeces por donde no da el sol— digo poniendo mis manos en su pecho para poder empujarlo y desaparecer de su campo de visión, pero la corriente eléctrica que corroe por todo mi sistema y se aloja en mi pecho es demasiado alucinante y me deja varada frente a él. Los pequeños latigazos que siento me abruman, así que rápidamente quito mis manos de allí cuando me he recuperado. Lo empujo hacia un lado, ignorando el campo eléctrico que nos rodea, y emprendo camino a donde sea que esté Ally. — ¿Dónde estabas? ¿Y por qué estás tan sonrojada?— pregunta Allyson fulminándome con sus orbes gigantes y azules. — Iba hacia el baño, pero choqué contra un tipo y acabamos discutiendo– me quejo, sintiendo un sonrojo intenso en mis mejillas– La discusión me acaloró– musito, refiriéndome al sonrojo. No sé por qué mierda Allyson se ríe.— No querida, no estás acalorada por eso, deduzco que en realidad te gustó discutir con el tipo— me pica.— Dime, ¿Te gustó? — Claro que no— resoplo— Ni siquiera le vi el rostro, pero de que tenía un cuerpazo, lo tenía. — ¡Oh, lástima que no viste su rostro!— exclama desilusionada.— Vamos por otra bebida. Me parece que la necesitas. — Quiero un wiski bien fuerte— digo haciendo puchero. — De acuerdo– accede, llevándonos a la barra. Pidiendo dos wiskis sin hielo, que en pocos segundos están en nuestras manos. Tomo asiento posicionando mi frente en la respaldo de la barra, luego de beberme el vaso completo, sin vacilar, sintiendo cómo un leve mareo me embarga. Siento como alguien se sienta a mi lado, así que levanto mi cabeza lentamente, topándome primero con un traje n***o manchado de algo blanco, e inmediatamente mi corazón empieza a latir desbocado. Subo mi vista lentamente, chocando con una mandíbula adornada con barba incipiente de tres días, labios rosas pequeños. Nariz respingona y perfectamente hecha a su medida, y unos orbes celestes, ligados con jades. Este irritante hombre es como un ángel caído desde el mismísimo cielo, pero enviado directamente al infierno, que lleva a cualquiera a pecar con ímpetu y sin detención. Guau, hasta me vuelve una clase de poeta lujuriosa. Me quedo embelesada mirando a semejante espécimen, sin darme cuenta que permanezco así por unos minutos; pero cuando veo la sonrisa maliciosa que empieza a formarse en sus labios, me repongo de mi escaneo. Definitivamente no se puede negar que es atractivo, pero demasiado ególatra, y toda esa belleza es opacada por su egolatría. — ¿Sin palabras?–cuestiona fanfarrón. No contesto y simplemente volteo mi cabeza, ignorándolo.— Ally, ¿Me compras otra bebida? — cuestiono ansiosa. — Si, aquí está— Contesta posicionando la bebida en la barra. Enfoca su vista detrás y luego la dirige hacia mí.— ¿Quién es el buenorro que está fulminándote? No te despega la vista. ¡Qué bueno está!— dice, mordiéndose el labio. — Es con quién choqué– confieso. — ¡Madre mía! A cualquiera le gustaría toparse con semejante preciosidad.— vuelve a mirar detrás.— Aún no deja de mirarte, ¿Por qué no le hablas? — ¿Cómo pretendes que le hable si hace menos de dos minutos discutí con él? — Bueno, tendrás que hablarle, porque se está parando con la intención de hablarte. ¡Ay! ¡Me voy!— Susurra dando la vuelta yéndose rápido. — ¡Mala amiga!— susurro escandalizada. — Arrojas un trago en mi traje, me ofendes y me tratas mal. Y… Encima me ignoras cómo a cualquier basura. — ¿Qué esperabas? ¿Qué me pusiera de rodillas pidiendo tu atención? Se acerca peligrosamente a mí, quedando sólo a un centímetro de un sutil roce de nuestros labios.— Bueno… Eso de rodillas me encantaría, pero no aquí, sino en mi habitación. — ¡Oh, por Dios!— Exclamo sonrojada hasta la médula. — Sé que estás tan deseosa cómo yo– levanta una ceja. Carajo, éste hombre sí que tiene una confianza– Lo puedo ver en tus ojos– aclara– Necesitas qué alguien te ponga de rodillas, y luego de eche el polvo de tu vida– habla, sonrojándome– Se nota que lo necesitas urgentemente. — No sabes lo que dices. — ¿No? ¿Eso crees?— Cuestiona acercándose aún más. — Ni siquiera me conoces; demasiada confianza tienes conmigo. – ¿Cómo sabes que no te conozco?– ladea su cabeza– No necesariamente tienes que hablar con una persona para conocerla– niega, haciendo que un mechón caiga en su frente– Basta con observarla, algo que he hecho por un buen rato. Me quedo mirándolo por unos segundos, anonadada– Es un poco aterrador que hagas eso– le digo– No me conoces– le vuelvo a repetir, tratando de que mi entienda. – ¿No me crees?– ríe– Te conozco cómo a la palma de mi mano, Charlotte.– musita, sorprendiéndome. – Cómo sabes mi nombre?– le pregunto un poco temerosa. A pesar de qué es atractivo, da miedo que alguien que no conozcas, diga tu nombre y asegure qué te conoce. – Eres la hija de Artur– dice obvio– Es casi imposible que alguien no sepa tu nombre. – Mentira– le digo, interrumpiéndolo.– Nadie sabe que soy su hija– cometo el error de mirarlo a los ojos, quedándome prendada con ellos. – Pero, yo sí.– alardea. — ¿Quién eres?– pregunto, rogando que no sea alguna prueba de mi padre o de Robert. De sólo imaginarlo, mi estómago se revuelve. – Marcel Engerini– me dice– Y vine aquí, no solo para verte, sino, para proponerte algo. Pero hay una pregunta: “¿Serás capaz de aceptarlo?”
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD