1. Sebastian Williams

1478 Words
-De acuerdo señor Wiliams-Aquel oficinista sonrió mientras se acomodaba la corbata.-Supongo que le llamaremos pronto. -Esperaré por su llamada entonces.-Sonrió de vuelta de manera amable. Ambos hombres estrecharon manos y él se retiró de la oficina. Soltó un bufido apenas toco la acera de la calle y se prendió un cigarrillo. Sabía que no le llamarían seguramente. Y allí iba otro intento fallido de conseguir empleo. Había intentado buscar trabajo hacia más de tres meses sin ningún resultado viable. Parecía que nadie quería abrirle puertas al joven Sebastian Williams, quién por suertes del destino había tenido problemas legales que hoy en día le jugaban en contra. Era joven y de buen ver, apenas tenía sus 26 años e intentaba sobrevivir en la gran ciudad de Nueva York. Era un escritor retirado, que había trabajado en diferentes diarios y revistas antes de que su vida diera un vuelco. Había entrado todo el verano en un reformatorio de conducta como medida para no introducirlo en la cárcel por delito menor. No es que fuera un chico malo, pero se encontraba en el lugar y momento equivocado en medio de una pelea de bar, donde se terminó por meter en problemas. Sacó sus llaves y abrió la puerta, donde una canina saltó a saludarlo enérgicamente. -Hola Donna, a mi también me alegra verte.-respondió a la efusiva mascota mientras le acariciaba el lomo. -¿Llegaste? ¿Que tal te fue?-Le preguntó su mejor amigo. Sebastian había sido alojado por su mejor amigo Thomas, quién conocía desde la infancia. Por lo menos hasta que pudiera finalmente conseguir un empleo y poder mudarse solo. Ya llevaban dos meses en los cuales convivían juntos en su apartamento. -Bueno, igual que todos. Sólo me dijeron que me llamarían. -¿Sólo eso? ¿No notaste siquiera un ápice de sentimiento alguno en el rostro de ese hombre? Sebastian sonrió. -Nada. Su rostro era una sonrisa vacía y algo tenebrosa. Seguro está cansado de fingirla todo el día. Su amigo lo miró con desilusión, pero intento sonreír y le palmeó la espalda. -No te preocupes, ya encontrarás algo. Siempre se necesita gente dispuesta a trabajar en la gran ciudad. -Si, pero nadie quiere un trabajador que se mete en peleas de bar. Sebastian abrió la nevera y sacó una botella de cerveza de ella, para luego tirarse con todo el peso de su cuerpo en el sofá. -No te sigas atormentando con eso, sabes que no ha sido tu culpa. Sólo mantente positivo amigo, pronto encontrarás algo. Sebastian sólo rodó los ojos ante la inocente positividad de su mejor amigo y se dispuso a ver la tv. Minutos más tarde, el timbre de la puerta suena. Sebastian se levanta de mala gana y se dirige a abrir. -Qué tal, Jessica. Adelante.-dijo abriéndole paso a la novia de su amigo. Ella lo miró con una mueca. -Uff, esa cara. ¿Dia de entrevista?-dijo pasando dentro. -Acertaste. -¿Qué tal te ha ido? -Dijeron que me llamarán luego. Traduciéndolo creo que no me tomarán. -¿No has pensado en trabajar en la Méndez Tower? Sebastian arrugó su frente sin saber de lo que hablaba. Ella se dirigió rápidamente hacia el control de la televisión poniendo un canal en especial. Eran las noticias locales, con un título que anunciaba que la empresaria Rita Méndez estaba buscando asistente. Sebastian la reconoció al instante mientras negaba con su cabeza. -Oh no, ¿Con ella? Ni en sueños. -¿Qué tiene de malo?-preguntó Thomas. -¿Qué tiene de malo? Es una mujer con mucho poder, eso debería ser toda la respuesta.-Jessica lo miró con desaprobación.- Además odia a los hombres, estoy seguro. Es una perra engreída. Tan sólo mira su cara. Sebastian señaló la Tv, donde aparecía el rostro de la rubia Rita Méndez en primer plano. Salía de un hotel mientras las cámaras la atosigaban intentando obtener información, sin embargo ella se mantenía firme y con la mirada en alta, sin permitir que le sacaran palabra alguna de su boca. -¿Qué tiene de malo?-preguntó Jessica. -¡Está loca! ¡Eso es! -Creo que sólo no te gusta la idea de que una mujer sea tu jefa.-Añadió Thomas, sonriendo burlonamente hacia su amigo. Sebastian rodó sus ojos y chasqueó su lengua. -Como sea, ni en sueños. Prefiero morirme de hambre en la calle a que ella me dé ordenes. Su mejor amigo rió ante la exasperación de sus palabras. -Como sea, este fin de semana me iré a visitar los padres de Jess, asi que no volveré hasta el domingo al anochecer. Tendrás todo el apartamento para ti, sólo no hagas desastres. -¿Por quién me tomas?-Fingió ofenderse mientras ponia una mano en su pecho. Thomas lo miró seriamente.-Es broma, tranquilo no pasará nada. Ambos se despidieron de Sebastian, quien quedó solo con la compañía de Donna, la perra labrador de su mejor amigo. Se dispuso a cocinar su almuerzo mientras pensaba qué planes haria en su fin de semana libre. Le quedaban sus últimos ahorros guardados y pretendía hacerles honor en grande. Era viernes, y las noches de Nueva York parecían ser eternas. Se sentó en el sofá nuevamente, donde en la televisión seguían dando noticias acerca de la empresaria del momento. Él miró con disgusto y no dudo en cambiar de canal. No la conocía, pero sentía que su fama de mujer arrogante no le caía bien. De hecho, le parecía bonita de no ser por sus polémicas actitudes. Finalmente llegó la noche. Se tomó una ducha y procedió a cambiarse. Una camisa y unos pantalones ajustados eran suficientes para él. Arregló su cabello húmedo frente al espejo, y finalmente tomó su celular. Una sola llamada hizo falta para que le dieran un destino a donde ir. La discoteca más famosa de la ciudad abría sus puertas para una especial fiesta electrónica. Luces psicodélicas y seguramente mucho descontrol. Sebastian no dudo un segundo más y tomó su motocicleta dirigiéndose al lugar. Efectivamente cuando llegó notó como la entrada se encontraba abarrotada de gente intentando ingresar y los guardaespaldas cortando su paso. Estacionó su motocicleta y se dirigió a la entrada. No hizo falta que esperara, ya que un viejo amigo le aguardaba para hacerlo entrar. Él sonrió al verle. -Pero miren quien está por aquí... -¿Que hay, Terry? Ambos se saludaron y entraron al lugar. Terry era dueño de una cadena de discotecas por lo que siempre sabía a dónde podrías ir si necesitabas perder la cabeza en una noche de fin de semana. No era alguien muy cercano con Sebastián pero mantenían su contacto lo suficiente. -¿Entonces era verdad que hoy será un descontrol? -Dime tú, ¿Cuándo yo te he mentido? Respondió su amigo, sonriendo. Instantáneamente Sebastian le sonrió de vuelta. -Cuando tienes razón, tienes razón. -Ven aquí, déjame presentarte mis amistades. Terry llevó a Sebastian hacia la zona VIP, donde se encontraba sus demás conexiones. Uno a uno los presentó con él. Sofás rojos llenos de gente y vinos espumantes repartidos por las mesas. Sebastian sintió la mirada de algunas mujeres sentadas al llegar y no dudó un segundo en actuar, dando su especial sonrisa que dejaba ver sus pulidos dientes blancos. Jamás le había costado seducir mujeres. Lo sabía bien. Había algo en sus ojos verdes, su cabello castaño y su confianza en si mismo que las volvía locas, y él aprovechaba completamente la situación. Terry le alcanzó una copa llena de champagne. -Toma esto. Entra en calor, que en un rato nos iremos para la pista de baile. Y tal como su amigo mencionó antes, no mentía. Copa tras copa, bebida tras bebida terminaron por llevarlos al medio de la pista de baile. Desinhibidos completamente se movían al compás de la música. El olor a alcohol y el humo de cigarrillos impregnaba el lugar. Sebastian a esas alturas se encontraba algo ebrio y con una pequeña dificultad motriz, pero era totalmente consciente de esto. Al fin y al cabo, era un poco lo que buscaba: olvidarse de sus problemas tapándolos con fiestas y alcohol. Entre las luces y el humo concentrado de tabaco, divisó a una morena de vestido blanco bailando cerca de allí. Estaba sola, por lo que no dudo en acercarse. Ella le sonrió dándole consentimiento a que vaya a donde se encontraba. Él sin titubear se trasladó hasta quedar frente a frente, dónde comenzaron a bailarse lentamente, hasta que sus cuerpos se encontraban pegados uno al otro, moviéndose de manera seductora al ritmo de la música. Entre caricias y cumplidos al oído, luego de un rato Terry reaparece a la vista con una copa dirigida a Sebastian, quien no duda un segundo en tomarla. Esa última copa de alcohol fue aquella que logró que el joven no recordara nada de lo que ocurrió en la noche de ahí en adelante.
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