Recuerdos del deseo

3018 Words
Moví las piernas bajó la sabana ligera blanca. De inmediato me detuve, una mano tomó mi tobillo y comenzó a subir por la pierna. Quedé sin respiración, ese contacto, lo recordaba, me gustaba. La otra pierna se rodó a un lado y su otra mano hizo lo mismo que con la primera. Eran manos ásperas pero con un calor semejante al de un volcán que haría erupción sobre mí. Las manos subieron más y en los muslos sentí la respiración profunda que salía por su nariz, estaba más cerca y yo todavía no me atrevía a mirar bajo las sabanas, temía que no fuera quien yo esperaba. Temía que fuera otro de esos sueños en los que se desvanecía. Me moví un poco porque su nariz rozó mi entrepierna cubierta por el mínimo bikini que usaba para dormir. Había luz sobre nosotros, quería verlo, ya podía oler su cabello, ese champo de siempre, ese sudor de él. Las manos las llevó a las caderas y tomó las tiras del binkini para bajarlo. Al principio quiase negarme pero cuando noté que él no insistiría aflojé el cuerpo y dejé que las sacara po los pies. Vino entonces con su lengua. Ahhhh, el cielo, nubes blandas llenas de saliva y de suaves movimientos. Las manos las subió por mi torso y atrapó un seno bajo la corta batica blanca con que despertaba esa mañana. Quería detenerlo, quería decirle que ya no más, pero él era tan suave y ella estaban tan, tan, tan derretida que no hablé, solo hice sonidos como ah, ah, ah, ahhh, ahhhhh, mientras mis pies se clavaban a la cama y mis manos tomaban la sábana con fuerza. No paraba, si quería cerrar las piernas él detenía mis movimientos tomando mis muslos y para cuando quise evitarlo el cuerpo se sacudió como veleta en tempestad. ¡Ahhhhhh! Grité llena de espasmos deliciosos que llevaban al cielo con su lengua parando pero que no salía de mi clítoris, donde había estado haciendo círculos y serpenteando como la serpiente más ávida. Todavía no me recuperaba cuando haló la sábana y quedó al descubierto, su cabello ensortijado fue lo primero que vi mientras jadeaba y sentía como latía mi entrepierna dolorosamente. –¡Estabas deliciosa! Me dijo con esa sonrisa pícara de siempre, los ojos verdes pequeños enrojecidos como siempre. Vino a mi boca y me besó mezclando la saliva con mi olor en su boca. Lo acepté, desearlo era lo más sencillo que tenía mi vida, de modo que no tuvo trabajo en que yo abriera las piernas y tal y como lo recordaba entró en mí, perfecto, completo, estimulante. Estaba excitado como siempre, me decía que de solo verme voltear tenía una erección, yo le creía y creerle me excitaba, me ilusionaba y hacía mi vida feliz. Yo todavía latía por el orgasmo así que sus embestidas sin cuidado alguno calmaban esa angustiosa sensación, cada embestida sacaba un grito de mi garganta y una contracción en mi v****a que me llegaba al vientre calentándolo y llenándolo de excitación. Podía cambiar todo en mi vida por sentir esto a diario, por escuchar ese sonido en mi oído, por sentir sus hombros sobre mí y tomarlos para que no se separara. –¿Adentro? – Jadeó en mi oído besando tiempo la oreja y bajando luego al cuello. No le respondí, le até el cuerpo con mis piernas y estando más adentro creí en que los cuerpos con las mismas pasiones no pueden evitar encontrarse y darse amor, así, así de bien, así de fuerte, así de apasionado, hasta derramar y gritar al mismo tiempo los nombres. –¡Oliveeeer! –Grité con apretando los dientes, terminando de nuevo embestida por lo que él me daba, aunque no estuviera bien yo lo tomaba. –¡Yvana, Yvana! Tienes una pesadilla, Yvana. Desperté. Jadeando, con el pecho sudado, arriba y abajo, el corazón a punto de salir y muslos empapados. –¿Ah? –Miré a Alex frente a mí, tratando de ayudarme a despertar. –Sí, sí. Había tenido dos orgasmos en un sueño tan vívido que no podía ocultar la cara de satisfacción que Alex confundía con horror. –Soñabas con Oliver, tuviste una pesadilla. Pero ya estas bien. –Me abrazó y tuve que dejar que lo hiciera. ¿Cómo decirle a mi novio que el sexo que había tenido en mis sueños si estaban de terror? –Buenos días, te dejé descansar, me imagino que te costó recuperar el sueño después de esa pesadilla. Llegué a la cocina descalza y con una bata de día diseñada por mí en la última colección. –Te lo agradezco, pero tengo que arreglarme rápido y salir. Hoy se muestra la colección en una sesión privada y no puedo llegar tarde. Tomé el café que me ofrecía y lo tomé. Aspiré la fragancia y cerré los ojos. Ahí estaba su sonrisa de nuevo, abrí los ojos rápido, no podía darme el lujo de evocarlo. –¿Oliver? –Se fue a la escuela puntual, le dije que no te despertara y se portó muy bien. –Gracias. –Le entregué la taza vacía y él la colocó sobre la isla de mármol que estaba en mitad de la cocina. –¿Quieres que te acompañe y te dé unos masajes para relajarte? –Me dijo insinuándose. Era muy guapo, un moreno de piel brillante con ojos intensos color n***o. –Dejemos ese masaje como pendiente ¿si? –Le sonreí. –Lo anotaré en tu agenda. Completé la sonrisa y fui al baño. Cerré la puerta para que no se le ocurriera alguna sorpresa. Ahí estaba yo, sola con el espejo. Él y yo sabíamos la verdad, no podía mentirle a él sobre mi expresión de ahora mismo. Me quité la ropa y abrí la ducha, necesitaba un baño urgente. Saqué mi gorro de baño y metí todo mi cabello largo y n***o dentro de él y entonces abrí la ducha para meterme. Esto ayudará. Alex pensó que era una pesadilla, pero mi excitación se debía a la realidad de su visión. Y mi tristeza al recuperarme y una vez más ver que había sido un sueño. La ducha ayudó, claro evité tocarme muy seguido la entrepierna, era mejor no caer en la tentación de evocarlo y mucho menos recrear su cabello claro enrollado en mis dedos. Calcé tacones altos blancos, vestido suelto blanco anudado en los senos, solté mi cabello, retoqué con mascara mis pestañas y delinee mis grandes ojos azules con un creyón n***o. Siempre iba dispuesta a mi taller, pero esta mañana, iba ligera y al mismo tiempo tentada a provocar otro de esos sueños. Paré el carro frente al taller e inmediatamente Gusty vino a tomar mi lugar para estacionarlo. –¡Bonito día Yvana! –Me saludó al mirarme de arriba abajo, el vestido se abría un poco al frente dejando ver mis piernas. –¡El mejor, Gusty! Tomé mi bolso grande Louis Vuitton y caminé a la entrada. Hacía 7 años que había comenzado a confeccionar ropa íntima femenina y me iba muy bien ahora. Tenía clientes nacionales y algunos cuantos internacionales. Mi catálogo le daba la vuelta al país y las tiendas que ahora también eran mías siempre estaban llenas de todo tipo de público. Había logrado confeccionar diferentes tipos de estilos, para todo tipo de mujer y hombre entre los 12 y los 50 años. Ya contaba con modelos propios de la marca y un taller inmenso a mi nombre, todo a nombre de mi empresa Sweet Yvana. Tenía otro catálogo de ropa de playa que poco a poco fue surgiendo, tras haber adquirido confianza en el mundo de la moda y con una fuerte competencia, logre diseñar una ropa de playa con colores especiales y combinaciones únicas a lo que Sweet Yvana dio el toque final. –Buenos días a todos. –les dije al entrar y encontrar a la recepcionista y a dos o tres vendedores. –Buenos días Yvana. –Nadie me decía señora, yo era parte del equipo, ellos eran el equipo que me ayudaba a crecer a ser reconocida. Eran quienes me ayudaban a viajar, a ganar dinero y a criar de la mejor manera a mi amado Oliver. Fui al ascensor y marqué mi número dos. El edificio era apenas de cuatro pisos, lo renté en cuanto vendí la primera colección, y aunque quedé con poco dinero, compré máquinas y me hice del personal que hoy en día tenía. –Buenos días a todos. –Saludé en cuanto salí del ascensor y me encontré con las mesas de corte, las modelos medio desnudas y los maniquíes con poca tela. –Buenos días Yvana. Te esperaba más temprano, llame a tu casa. –¿Y te atendieron? –Miré a Jimena, era mi asistente y persona de confianza. Trabajaba conmigo desde hacía cuatro años y conocía toda mi agenda y cada movimiento que hacía. –No, nadie. Alex había salido detrás de mí en su camioneta. Era abogado y su trabajo era muy comprometido ya que se desempeñaba en una firma con clientes costosos. –¿Y qué hay? –Seguí caminando rápido sin dejar de observar todo a mí alrededor y llegué a mi oficina toda de vidrio. –Llamaron los clientes de Satín y quieren que hoy mismo le respondas sin puedes proveer sus tiendas, cada una de ellas. El desfile de hoy comenzara dentro de una hora aproximadamente, todas están listas con excepciones que habrás visto a tu paso. –Señaló a las modelos que aún no estaban listas, frente a mí en el corredor. –¿Tienen listos los cocteles? Los catálogos para que marquen lo que deseen, arreglaron las luces del baño de abajo que se quemaron. –Tenemos todo listo y además una muestra de panty muy transparente y de hilo masculino como pediste para obsequiar. –Bajaré entonces. –Busqué en mi gaveta un walking talking y lo encendí. –¿Tienes el tuyo? –Sí. –Me miraba extraño. –¿Qué?¿Qué tengo? –No sé. –No dejaba de verme, Jimena y yo...bueno tuvimos algo, muy breve, pero intenso, según dijo ella. Fue hace mucho tiempo, antes de conocer a Alex, acababa de terminar con Peter y me fue mal con Argenis. Ella entonces casi me convence que quizás lo mío no eran los hombres y yo, tan sola como estaba, una noche de muchas, muchas copas tuve sexo con ella. Particularmente creo que se dedicaba a satisfacerme a mí y aun así decía estar enamorada. Tuve suerte en que no me guardara rencor una vez nos separamos. –No sabes, ¿Qué no sabes? –Caminé a la puerta. –Estas diferente, tu cara. –¿Mi cara? –Toqué mi rostro. –Me vi igual esta mañana. –No, algo hay. –Insistió y subió su ceja castaña y agudizó la mirada. Era bonita, de baja estatura, cabello castaño casi siempre en una coleta. –Un brillo en tus ojos, sexo, es eso, pero ¿con Alex? –¡Buenos días bellezas, buenos días jefa! –Jean, buenos días, iba bajando, ¿vienes? Tomé la mano de mi ayudante de diseño, gay por cierto, pero perfectamente caballero y lo arrastré conmigo al ascensor. –Nos vemos abajo Jimena. –Yo vengo de abajo y todo está perfecto, están comenzando a llegar y a llenar las sillas. –Estos desfiles íntimos me emocionan mucho más que los grandes, que las exposiciones a muchas personas. –¿Si verdad? Es como que te eligieran para pasar el mejor de los ratos. –Se detuvo y me miró extrañado. –Estas hoy muy radiante. –Todos sabemos que a estos seres divinos no se les puede engañar. –¿Hay algo que no sé? ¿te vas a casar? –¡Oh, no, claro que no! –Se abrió el ascensor y salimos ambos riendo. –Entonces ¿qué es? –Jean era muy atractivo, vestía muy bien y olía mejo. Su cabello n***o siempre llevaba gelatina para evitar las ondas y tenía un acento divino entre español e italiano. –Tuve un sueño erótico. –Le confesé al oído mientras caminaba tomada de su brazo. –Ayyyy ¿con quién? Con ese novio tuyo no creo, es fuertote y todo pero...no sé. Lo paré en medio de la recepción y el salón de exhibición. –Con el padre de Oliver. –le dije bajito y él abrió mucho los ojos. –¿Y cómo estuvo? –Preguntó emocionado. –¡Maravilloso! Como siempre. Seguí caminando decepcionada porque solo había sido un sueño. –¿No me contarás los detalles? –Insistió. –No podía, no terminaría hoy, todo está llenó de...cosas, cositas, ay, mejor lo dejamos así. Entramos al salón que ya estaba iluminado y sonada música de los Jonas Brothers. –¿Nunca más lo has visto? –Preguntó en cuanto pasamos. –Solo en mis sueños, y así debe quedarse. Tuve la sensación de que este desfile íntimo era el primero en mi carrera. Me sentía tan emocionada por cada una de las modelos que salía a la pasarela con sus cuerpos perfectos a mostrar mis piezas, que cuando me tocó salir a dar las gracias casi lloro, creo que estaba muy sensible. –Todo quedó perfecto, Jimena para la próxima las luces con menos velocidad, agobiaban un poco, dile por favor a los muchachos. –Sí, noté que había mucho amarillo y poco rosa, les diré para la próxima. Todavía nos despedíamos de las personas con apretones y agradecimiento. –¿Comerás aquí? –Me preguntó casual. –No, iré por Oliver a su escuela hoy, no lo vi en la mañana y no me gusta que piense que no lo extraño. –Por favor Yvana, ¿cómo podría pensar algo así? –No lo sé, yo lo pienso. –Comencé a retroceder para buscar la otra salida del salón donde Jean conversaba con un periodista del trabajo que presentamos. –¿Y cómo vas con Alexander? –Preguntó con un lápiz en la boca. –¿Alex? Bien. –Seguí caminando, la verdad ella siempre quería saber de mi relación con Alex, no sé si pensaba que lo dejaría en y volvería con ella. Con Alex ya tenía 8 meses. Era la relación más larga que había tenido. –¿Por qué lo preguntas? –Le sonreí a varios a mi paso, todavía sonaba música de Sia. –Curiosidad de amiga. –Respondió y en cuanto me acerqué a Jean ella tomó otra vía. –Esta gente está encantada Yvana. No sé qué opinas tú, pero yo no veo mal que estos diseños sean solo para su tienda. –¿Eso quieren? –Caminé con él hacia el ascensor. –Sí, me lo han pedido y apuestan por un gran pedido. –¿Dinero? Digamos que sí, total nos costó solo tres noches sin dormir. Ambos reímos y seguimos arriba. Manejé a prisa al colegio de Oliver. Uno de los mejores de Caracas, rodeado de canchas deportivas, piscina olímpica, áreas verdes, anfiteatro y los mejores profesores en todas las áreas. En cuanto la maestra de turno me vio agitó la mano. Yo me quedé en el auto y escuché cuando lo llamaba por el micrófono. –Oliver Martínez. Le agradecí con un gesto. Cuando no lograba despedirlo en la mañana solía buscarlo en la tarde, quería que siempre se sintie3ra protegido por mí, siempre. No tardó ni dos minutos en salir, con su acostumbrada melena lacia en corte redondo al viento. El uniforme fuera de lugar, el bolso casi volando y su carismática sonrisa. Era tan parecido a su papá que hubiera sido imposible ponerle otro nombre. En realidad quise complacerlo en esa petición. Él había accedido a que no me buscaría más y no interferiría en la crianza de nuestro hijo, así que llamarlo como él era apropiado, sobre todo porque este Oliver sería una mejor persona. –¡Mamá! –Gritó ya cerca de mí y salí del caro para abrazarlo. –¿Cómo estuvo tu día, precioso? –Lo besé fuerte en la mejilla mientas otros niños salían a encontrarse con sus padres. –Fijaron la fecha para la pijamada en la casa de Geral, ¿me dejaras ir? Di que sí mamá, ese día hay solo deporte, los maestros nos dijeron que ya estábamos al final de las áreas. –Súbete y háblame de eso. Es un niño adorable y muy inteligente. Cada vez que quería contarme algo movía las manos y los ojos muy emocionado, me daba energía. –Voy a llegar a terminar la maqueta de las enfermedades bronquiales y después haré unas copias, del resto no tengo nada más. Me puse en marcha y salimos al camino. –¿Alex te va a ayudar? –Eso me dijo, pero ya la tengo adelantada, Jimena me consiguió una plastilina súper resistente y moldeable. –¡Que bueno! –Le acaricié el cabello brillante que tenía. –Si llegaras ir a esa pijamada de mejores amigos, lo cual no estoy diciendo que sí. –¡Mamá! - Gritó riendo a mi lado, moviendo su cabello como una pelusa suave en cascada. –Debes advertirles, no, eso lo haré yo, pero tú debes estar pendiente de que no hayan almendras, ni embutidos en tus comidas. Ya sabes lo que puede ocasionarte, con una reacción alérgica. –Claro que sí, mamá. Prometo cuidarme. Era mi mejor momento, verlo feliz. Acomodar con sus gestos, tan parecidos a los de él, su bolso, su chaqueta desordena en el cuerpo, el cuello de la camisa, colocarse el cinturón y entonces estar listo para viajar a mi lado. –Ahora pon tu música y cantemos. Estaba lleno de energía y me la contagiaba. No sabía hacer otra cosa que cuidarlo. Éramos solo nosotros y esperaba lograr hacer de él un buen hombre. Esperar a que creciera un poco más para contarle quien era su padre y porque no estaba a su lado.
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