PRÓLOGO:

889 Words
  Diana salió de la ducha envuelta en una toalla, pero al mirarse en el espejo la dejó caer. No podía creer que aún tenía un cuerpo perfecto. Sus pechos estaban firmes, pero ahora más grandes que antes, su cintura aún se veía estrecha, sus piernas estaban ahora más torneadas que antes y su trasero que siempre había sido su mayor atributo después de su rostro podría decir que ahora estaba envidiable. Frotó su cuerpo con una bodymilk de melocotones, se puso un cachetero de blonda color azul y su pijama de algodón de Badtz-maru. Estaba desenredando su cabello cuando escuchó un fuerte golpe en la puerta, al mismo tiempo el timbre sonó con insistencia.  —Un momento, ya voy. Cuando abrió la puerta su rostro palideció. —¡Vaya! Hasta que doy contigo —la voz gutural, profunda y deliciosamente sexy de Ian hizo que tragara grueso. —¿Qué haces aquí? Él la miró de arriba hacia abajo, detallando minuciosamente su cuerpo.  —No me invitas a pasar —no le preguntó si podía hacerlo. Simplemente empujó la puerta de un tirón y pasó. Miró todo alrededor y pudo notar que aún había cajas por abrir. La casa estaba muy limpia, se veía muy cálido. Pero él la quería en otro lugar. Cerca. Dónde él pudiera echarle un ojo—. Tengo más de dos meses buscándote. —¿Por qué motivos harías algo así? —cerró la puerta y lo miró—. No tenías por qué hacerlo. Como puedes ver. estoy muy bien. Ian la miró con impaciencia, le molestaba cuando se hacía la desentendida.   —Hace ya varios días que debía de estar en Italia. Así que no me hagas perder más tiempo. Ella sabía que él no era un hombre con el cual se podía jugar. Pero debía ser en ese momento fuerte, y no hacer caso al hecho de que sus rodillas se volvieron gelatina. Solo porque estaba cerca de él, y el perfume a hombre la envolvía.  —No es mi culpa. Si es eso lo que estás tratando de insinuar. Yo no te pedí que me buscaras. —Te fuiste de Miami y viniste aquí, a esta ciudad —le espetó. —Eso fue por una oportunidad laboral. Ian la miró furioso y entrecerró los ojos. —¿Oportunidad laboral? ¿Mejor que en la empresa que te contrató recién salida de la universidad? —Sabes bien que ya no trabajo ahí. A veces los cambios son buenos, Ian —le contestó un tanto nerviosa.  —¿Cuando me ibas a decir? —cambió de golpe el tema, su voz contenía cierto toque de reproche. Diana colocó las manos en su boca, para contener el grito de terror al darse cuenta que ya él había descubierto el motivo por el cual había dejado todo. —No sé de qué me estás hablando —se hizo la desentendida.  —No juegues conmigo — se acercó a ella invadiendo su espacio personal —Nunca lo he hecho —nerviosamente se colocó el cabello húmedo por la ducha detrás de la oreja. Ian respiró profundamente. Para controlar la ira que tenía en ese momento. Por fin la había encontrado. Tenía que pensar con claridad. —Te haré la pregunta una sola vez, Diana. —la señaló con el dedo índice. —¿Cuándo pensabas decirme que estás embarazada de mí? Su rostro palideció más aún y su cuerpo se tambaleó un poco. —¿Quién te lo ha dicho? Cruzó sus fuertes brazos sobre el amplio pecho y negó con la cabeza. Alzó una ceja rubia oscura. —Hablé con Andrew y él me lo comentó —le dio una sonrisa ladeada—. Sé sacar cuentas. Sabías eso. ¿No? —¿Estás muy seguro de que es tuyo? Caminó hacia ella y se inclinó un poco hasta quedar nariz con nariz. No quería intimidarla, pero lo haría si era necesario.   —¿Cómo no voy a estarlo? Sé perfectamente que antes de terminar con Andrew tenían más de dos meses que no tenían sexo, y cuando tú y yo nos encontramos habían pasado dos desde que habías roto el compromiso. Ahora era ella quien estaba furiosa, cruzó sus brazos sobre su pecho. Haciendo que estos se elevaran un poco. —Tú y yo sabemos muy bien que no hubo otro antes de mí, y después de esa noche tampoco. —¿Quién demonios te crees?, para estar al tanto de mi vida s****l. Eres tan arrogante. —Esa no es la respuesta a la pregunta que te hice. —¿Qué te hace pensar que es tuyo? —¡NO JUEGUES CONMIGO! —gritó Ian—.  Tú y yo sabemos muy bien que no hubo otro antes de mí y después de esa noche tampoco.    © Angélica Plaza El error perfecto.  Derechos reservados bajo el Código de registro: 1902149948993   Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.              
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