El tipo de los cigarros

2449 Words
En una mansión elegante donde el lujo y la vanidad es un adorno más. Sus escaleras con detalles específicos de la realeza llegan hasta la habitación más grande y estilizada de la gran mansión. Yace un hombre que perfectamente podría haber sido tallado por los mismos dioses. Alto, bronceado, ojos azules con rasgos bien definidos que solo unos pocos podrían tener, un cuerpo con músculos tan bien definidos que juraría que vive en el gimnasio. Un hombre por demás elegante quién se ve al espejo y solo tiene a una sola persona en su mente. Una mujer cuyo corazón ha destrozado por una absurda venganza que ha dejado de lado pues su propósito a dañar se ha suicidado. Inicio de Flashback ¿Eres mío? Eres mía. Fin de Flashback. — es hora de bajar — irrumpe en su habitación Morrigan. Pero aquel hombre está sumergido en sus pensamientos. Aún apesar de estar de pie frente al espejo su mente da al vacío. Su mirada está perdida, aunque sus manos están en su corbata. Al notar el estado de su hermano se acerca para arreglar su corbata pero este la toma con fuerza de la muñeca. — ¿Que rayos te sucede Damián? — grita dolorida sacando abruptamente de sus pensamientos. — ¿acaso eres una niña? — regaña soltando su mano. — eres un bruto — golpea con el puño en su hombro. — ¿que haces aquí? — se quita la corbata molesto. — vine hablar contigo respecto a lo que pasó pero veo que me has respondido con tus actos. — no hay nada de qué hablar. — Damián... — Tenemos una junta importante. Ya es hora, no tengo nada de qué hablar. Cierra la puerta al salir — dice cerrando la puerta al entrar a su armario. Ella se rinde por el momento. Se dirige a la salida cuando encuentra a Katherine su ex- mejor amiga y amante de su hermano. — ¡Largo! — ordena molesta. — en tus sueños... Se acerca molesta y la toma con fuerza por el brazo — dije ¡Largo! — insiste otra vez. — debo ver a Damián — se para firme. — ¡Seguridad! — grita y rápidamente entra el personal. — aún somos socios ¡Maldita psicópata! — reclama histérica soltándose de Morrigan. — él no trata negocios en su casa, ¡Ahora lárgate! — ordena con ademán. — ¡no me toquen! — grita histérica evitando ser tocada por los escoltas. — es de mal gusto gritar — comenta Damián apareciendo tras Morrigan. — esa infeliz no deja de insistir. — ya lo has dicho, es una infeliz — se expresa con desdén. — señor. el desayuno está listo — cuidadosamente interrumpe Mariana encargada de la cocina. — bien, ya era hora — camina Morrigan muy sonriente. — tengo que irme — camina en dirección contraria. — ¿Acaso no me acompañarás a desayunar? — reclama molesta. — no tengo apetito, cuando lo tenga lo haré — dice a su vez que Raquel, una mujer de 60 y tantos le acerca sus llaves y abrigo. — no volverás a lo mismo, sabes que... — Tengo trabajo que hacer. Lo deja irse pues no podría aunque quisiera detenerlo. Él ha cambiado. Su voz, su caminar incluso sus facciones son marcadas en la rigidez desde que llegó. — infórmame — ordena Morrigan a Mariana quién está tras ella de pie. — podría despedirme si se entera que hablé contigo mi niña. — si eso pasa vendrás a mi casa, además no creo que se atreva a tanto. Pero entiéndeme — toma su mano — es mi hermano y si algo le sucede no podré soportarlo. Sufro verlo morir lento desde que llegamos. — mi niño sufre como jamás antes lo vi. — lo sé. Es mi hermano. Por el gran cariño que le tiene a Damián ya que lo ha cuidado desde que nació, cede a su petición. — lo mismo de siempre. Apenas y come, incluso en los días que pasa aquí encerrado en su oficina solo bebe y destroza todo a su paso. — ¿crees que en algún momento parará? — no lo sé, he tratado de comunicarme con el, de que sienta confianza para hablar o decirme que necesita aunque no sea muy inteligente por lo menos podría buscar la manera de ayudar. Mi niño sufre y yo no puedo hacer nada. La muerte de su madre lo cambió pero ese viaje lo endureció a tal punto que ya no lo reconozco. — Pasaron muchas cosas nana, cosas que hirieron a mi hermano causadas por el mismo, pero ahora no puedo hablar. No hasta que mi hermano decida hacerlo antes. Debo hacer un viaje de tres días. Cuida a mi hermano y avísame cualquier cosa, necesito saber que está bien. La anciana asiente triste despidiéndose de Morrigan con la mano. Se regresa a ella y la abraza fuerte. — que haríamos sin ti — suspira triste. — cuídate mucho. Siempre que te vas temo no verte de nuevo. — volveré, una vez más trato de arreglar lo que mi hermano ha dañado — suspira soltando a la anciana saliendo de la mansión. Saca su móvil y abre la llamada entrante. — dime que es ella, necesito buenas noticias ahora. Cierra la llamada lanzando el móvil con fuerza al asiento del copiloto. Un escolta fornido toca la venta del auto haciéndola enojar aún más. — ¡Que! — reclama molesta levantando la cabeza. — ¿se encuentra bien?, ¿En qué puedo ayudar? Exhala molesta, inhala una vez más ya más calmada. — estoy bien. Abre la puerta y avísame en todo momento lo que sucede con mi Damián. Ah, si llama mi hermanito menor dile a ese infeliz que debe regresar ¡ya! — si señorita — dice retrocediendo. Avisa por radio que Morrigan saldrá y abren el enorme portón de la entrada antes de que llegue. Desistiendo de su viaje, decide asistir a la gran junta en la que su hermano tendría el poder absoluto de todas las empresas en conjunto con Morrigan. Apenas avistan su presencia todo el personal se prepara. Disminuyen todo sonido a cero en cuanto Morrigan cruza la puerta. Incluso las personas que están tecleando lo hacen de manera muy minuciosa para no causar ruidos. — bienvenida. El señor Di Alessio y los socios están en la sala de juntas — se apresura a informar la asistente de su hermano. — ¿alguna novedad? — no señorita — niega nerviosa mientras le entrega un capuchino que ha preparado en ese momento — pero aún no empieza la junta. — bien... Ya pueden comenzar — Dice al cruzar la puerta asumiendo que es a ella a quien esperaban para comenzar, pero nadie se inmuta pues no es a ella a quien esperaban. — ¿esperamos a alguien más? — pregunta Damián sentándose más que molesto en la silla principal. — Falta una persona. Debe estar por llegar — dice alguien mirando hacia la puerta. La puerta se abre y una mujer deslumbrante, cuya elegancia contrasentido en ella aparece en la puerta. — Ahora podemos empezar — dice Maral cruzando la puerta. Dejando a todos confundidos. Damián quién se gira hacia la entrada se pone de pie enseguida con una tormenta de emociones además de confusión. Maral levanta su mano con un arma en su mano y presiona el gatillo. Empecemos por el principio... Cada día es igual para mí, aunque hoy es uno de los buenos pues conseguí un turno extra. — no puedo creer que vallas a doblar turno otra vez — dice Renata mi compañera mientras se coloca su gorro para el frío en es abundante cabellera afro que van espectaculares con sus ojos color avellana y mediana estatura preparándose para irse. —ella necesitaba que la cubra y yo el dinero, así funciona —respondo restándole importancia a su rostro que refleja pena además de cansancio. —¿porque no aceptas casarte con David? - pregunta pero la ignoró esperando no insista pero parece absurdo ya que continúa -el podría ayudarte, piénsalo — dice dándome un beso en la mejilla y se va. Lo último en mi mente es casarme. No creo en el matrimonio, ¿porque lo haría?. Mi día de trabajo es siempre igual. Mucha gente entra consume y se va, aveces dejan propina aveces no lo cual aveces lo hacen un mal día para mí Los pies me arden, la espalda me duele, mi cabello apesta y mi ropa es un desastre pero al llegar a casa, mis hermanos Said y Bruno me reciben con tanto amor que se me olvida todo. Mi mejor amiga karen cuida de ellos mientras trabajo, ella es una niña rica que conocí cuando intenté terminar mis estudios. Cada día que pasa es un nuevo reto pero me alegra tener una amiga como ella . La noche cae y ha sido un día fatal ya que un tipo intentó golpearme solo por exigir el pago de su pedido, supongo que no todos los días son buenos para todos. Ya casi amanece, ojalá aclare rápido. Suena el teléfono colgado en la pared y corro a tomarlo. — el dueño llegará hoy - dice muy relajada Renata - tiene que estar todo ordenado — dice y podría jurar que está arrugando su rostro al decirlo. Más tarea para mí. Todo sea por el bienestar y felicidad de mis hermanos. Hoy ha sido un día muy largo, no dormí nada anoche y hoy ha llegado tanta gente que apenas he descansado. Me siento un rato sobre el suelo porque estoy exhausta, dolorida y además molesta por el gran aviso de última hora de mi querida amiga Renata cuando de repente llega alguien y tuve que levantarme. — ¿disculpa?, ¿ahí alguien? — alguien desde fuera pregunta. ¡mierda! Hago pataleta sentada tras el mostrador con mis diminutas piernas de pulgarcita en modo silencioso ha que si me escucha el o la cliente creerá que estoy loca, aunque dudo que falte mucho para estarlo. — necesito un par de cigarros ... Yo con mi cara de idiota mirándolo tan guapo, cuerpazo, apuesto, atractivo, bello con enormes ojos azules como el mar. — no debería fumar, es dañino - comentó al azar al tomar los cigarros. — soy el cliente. Siempre tengo la razón, tu solo obedece — ordena déspota sacando su tarjeta dorada. Y yo pensando — pues bonito pero tonto que desperdicio. Le entregué sus cigarros y tomé la tarjeta. Le cobro y ya que está aclarando, salgo del mostrador a ordenar todo en la tienda antes de que llegue el jefe . Salí y empecé a ordenar todo, apenas escucho rechinar la puerta de la tienda asumo que aquel chico se ha ido . Jamás ha pasado nada mientras estoy de turno supongo no es solo suerte. — muévete — escucho y volteo. ¡hay Dios! ¿están asaltando la tienda? Un delincuente quién usa pasa-montaña está apuntando a la cabeza del hombre de ojos azules que acaba de comprar los cigarros al verme nos apunta a ambos aleatoriamente. Él con su mano trata de cubrirme pero yo estoy estúpidamente paralizada no sé que hacer. ¿Que hago? soy delgada, diminuta, aunque trate de ser valiente mi cuerpo me delata. — todo el dinero ¡ahora! — ordena nervioso rascándose la cabeza. Aquel hombre asiente frío y calculador. Camino despacio sin dejar de mirar aquel tipo. Me aterra tanto que no puedo evitar mirarlo. — ¡rápido! — grita impaciente el asaltante. — está asustada, solo cálmate — dice el hombre de ojos azules poniéndose en la línea de fuego cual escudo humano. Tengo ganas de llorar, no dejo de pensar en mis hermanos. ¿que pasara con ellos si me pasa algo? No puedo permitir que nada me pase, mi vida no puede terminar así. Saco todo lo que está en la caja y presiono el botón de alarma silenciosa, pero estoy tan asustada que mientras salgo hago caer la bolsa con el dinero lo cual solo enfurece aún más al delincuente. Trata de llegar a mi apuntando con su arma pero una vez más salva mi vida el hombre de ojos azules forcejeando con él. Estoy demasiado asustada como para reaccionar o ayudarlo. Estoy paralizada en el suelo esperando que no me disparen o algo peor. Escuchó la sirena policial sonar así que me levanto y trato de salir corriendo de la tienda pero algo me detiene. Al mirar mi pie y saber porque no se mueve, veo que el delincuente lo está sosteniendo. Me volteó para zafarme de él con todas mis fuerzas, pero de pronto veo al hombre de ojos azules que se tira sobre mí. Se escuchan varios tiros y solo cerré mis ojos esperando y rezando para mis adentros que todo pase. Se escuchan pasos y gritos... Siento los latidos de mi pecho tratando de atravesar al tipo sobre mí. Abro los ojos y veo directamente a los ojos aquel hombre. El mismo hombre que fue un grosero conmigo al comprar cigarros ahora está mirando mi rostro a detalle como si fuese una máquina de rayos x, su aliento acelerado ventila mi rostro. Él ni siquiera pestañea, parece un robot con hermosos labios. La policía entra cuidadosamente y yo estoy tan asustada que no puedo moverme. Escucho al policía que acaba de entrar hablar mientras el hombre de ojos azules mira y trata de explicar lo que sucedió aún sobre mí. Yo solo respiro tratando que no me de un infarto . El hombre de ojos azules se levanta con dificultad mientras un oficial me ayuda a levantarme. El tipo que ha entrado a robar ha sido acribillado por la policía al disparar. El hombre de ojos azules sangra así que es rápidamente auxiliado por miembros de la policía hasta que llega la ambulancia. Toman nuestras declaraciones y mientras el hombre de ojos azules es llevado en ambulancia al hospital, yo me quedo muerta del susto hablando con el jefe. El me culpa absurdamente de todo lo sucedido y me despide en ese mismo momento. Odio a mi jefe por despedirme pero no tengo tiempo ni de llorar. Apenas me despidió salí corriendo a ver a mis hermanos. — ¿estás bien? —pregunta mi amiga al verme aún traumatizada por lo que había pasado con una pequeña mancha de sangre en mi blusa. Le conté todo lo que sucedió, aprovechando que mis hermanos aún dormía. — aún no te he dicho y ya me siento mal — dice bajando su cabeza . — qué, ¿qué sucede ? — pregunté muy intrigada .
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