Capítulo I

680 Words
Sábado en la noche. Sudor, sexo y hormonas. Eso percibía. Sentado en uno de los grandes sofás que daban un panorama completo a la discoteca y a las mujeres a su alrededor, dé las cuales ninguna llamaba su atención realmente. Solo las observaba a lo lejos con el infaltable cigarrillo colgando entre sus dedos. No eran de llamarle la atención las féminas, eso era más de su hermano mayor,Froy. Quién de manera oportuna, apareció en su vista con dos vasos en su mano, dejándolos en la mesa de vidrio. Le sonrió al menor, sacudiendo su hombro. -¿Bien recuerdas que ésta salida es por ti, cierto? Sonrió, y decidió darle una pitada al cigarro. -Yo dije que no quería venir. -¿Piensas que iba a dejar que los veinte años de mi hermano menor pasarán simplemente sin ningún festejo? Por favor somos Castelloni, vivimos en una fiesta. -Tú eres el Castelloni que vive de fiestas, yo prefiero ambientes más tranquilos. El mayor, abrumado por el pesimismo giró sus ojos. -Solo dale una oportunidad al lugar Ian, además mañana papá te tiene una gran sorpresa. -Si no es lo que realmente quiero-Metió una gran pitada soltando la bocanada de humo.- no me interesa. -Debes entenderlo. Eres el menor y siempre quiso que ninguno tuviese que pasar por lo que él... -Y sin embargo ustedes aún así se metieron al sistema. No entiendo el porqué no puedo estar de la misma manera. -Porque eres especial, yo vivo de las fiestas  y Nicolás... -Hizo una pausa intentando encontrarlo entre la multitud- vive en peleas y asuntos callejeros. Somos un desastre. Eres el único con la mente lo suficientemente fría, no deberías usarla para estas cosas. -Como sea. No era una persona temperamental, pero esas cuestiones lo sacaban de quicio. El negocio familiar del qué lo dejaban fuera era como excluirlo de una gran herencia de adrenalina y trabajos encargados fuera de lo común. No era soberbio pero sabía que era cierto lo que su hermano le decía. De los tres hermanos, era el único con realmente potencial para trabajar la mafia. Odiaba que no lo tuviesen en cuenta de esa manera. Ya un poco más relajado, le dio otra pitada a su cigarrillo y lo tiró lejos, poniéndose de pie. -Hablando de Nicolás, ¿Dónde está? Y como si lo hubiese invocado al sonar su nombre, se oyeron a lo lejos estruendos de vidrios rompiéndose y golpes al azar. Y por supuesto que su hermano del medio estaba metido en ese asunto. Agarrado de manos, estaba recibiendo una tremenda paliza. Los otros dos Castelloni miraron desde la zona VIP toda la situación, cómo si ya fuese moneda corriente ver un acto de tal violencia. -Bueno, creo que ya sería hora de intervenir. Ian miró nuevamente hacia su hermano siendo golpeado y el penoso acto que estaba montando. Soltó un soplido cansino. -Al menos deja que le den una buena lección. Las familias italianas de gran linaje se destacan por ser sobre todas las cosas, familia. Y ésta se crea ante todo como el mayor círculo de lealtad que puede tener una persona. Los Castelloni  no eran la excepción. Habían educado desde siempre que la familia se respetaba antes que nada en el mundo y sostenían la traición como condena irrevocable. Así que allí se encontraban fuera de la disco Ian, Nicolás y Froy sosteniendo un revólver en la frente del mismo hombre que sufrió la mala suerte de no saber con quién se metía. Contaron hasta tres y apretaron el gatillo al mismo tiempo, oyendo el estruendo de la pólvora y como las gotas de sangre manchaban sus zapatos de charol. Se metieron al auto en silencio. Ian decidió mirar hacia la ventana. Sabía que su hermano había sido el idiota y que las cosas podrían haber salido diferentes. Pero la familia era cosa de respeto y el respeto no contradice, según su padre. Froy apoyó su mano en su hombro, intentando transmitirle tranquilidad. Suspiró una vez más, limpiando la sangre salpicada en una de sus manos.  Ya tenía 20 años.
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