Empezando...

1854 Words
Hojas y más hojas por todos lados. Libretas, bolígrafos y la papelera llena de papeles sucios y arrugados. La mesa llena de comida basura: patatas, restos de kétchup, mayonesa entre otros. Parecía que por esa habitación podía haber pasado un huracán. Si sigues observando las habitaciones puedes ver un moño desalmado que no sabía decirte cuando era la última vez que había sido peinado o si era un moño como tal, una camisa cogida del montón de ropa pendiente de planchar y unos los pantalones negros.  Un olor de mezcla de fragancias donde no se podía distinguir ninguna con claridad. Se puso a revisar los documentos, pero no conseguía distinguir bien las letras. - ¡Las gafas! - exclamó. ¿Dónde las dejaría a noche? Piensa Noelia, piensa. No entiendo como tengo tanta cabeza para unas cosas y en otras soy todo un desastre. Rebuscando en la papelera, sacando hojas y pañuelos sucios. Se le pega un chicle en la mano. Se para a mirar la habitación. -Creo que debería ordenar todo esto un poco, si no, enseguida estará sucia. Bueno, (me pare a mirar la habitación un segundo) aún más sucia.   empezó a sonar la alarma   -Llego tarde- Una sudor caía por su frente. Miro por unos cajones y rebusco entre la ropa interior, se colocó sus gafas de montura negras básicas y que la hacían parecer una ‘’empollona’’.   Comprobó su documentación.   - Estas preparada- Se decía así misma.   Salía por la puerta cuando me retuvo mi vecina para desearme mucha suerte. No podía perder tiempo, aunque tampoco quería ser maleducada con la mujer ya que se había tomado la molestia de esperarme para desearme suerte.   -Mucha suerte nena. Deje una vela encendida para ti. - No me dio tiempo a voltearme, le di las gracias y salí corriendo del edificio.   Llegué al bus por los pelos, menos mal que me había puesto unos zapatos planos. Los zapatos con tacón no eran nada prácticos si siempre tienes que salir corriendo a los sitios.       Me pude percatar de cómo se me quedó mirando el conductor del autobús, ya ni me preguntaba a donde iba, solamente miro mi ropa y mi cara. En ese momento me di cuenta de que aún no me había peinado. Rebusque entre mis cosas del bolso y saque un cepillo de mano Saque también el móvil e intente arreglar mis pelos de la mejor manera posible.   Mire el reloj.   -Justo a tiempo- No me despedí ni del conductor. Sali corriendo para no perder ni un minuto, tenía que dar un mínimo de impresión.       Me paré delante del edificio. Era enorme, mínimo tendría unas doce plantas hacia arriba, a mí me recordaba a los rascacielos, era minimalista, estaba rodeado de cristaleras por todos lados para dejar entrar la luz natural y aprovecharla al máximo.   Abrí la puerta y me acerqué al ascensor.   No bajaba. No bajaba.   Tenía que ir al quinto piso. Serían muchas escaleras, no llegaría a tiempo.   Me di cuenta de que había otro ascensor vacío, decidí cogerlo. A lo mejor el otro es que no funcionaba.   Me fijé que se dirigía hacia abajo. Intenté pulsar el botón de arriba, pero se abrieron las puertas y entró un hombre muy bien vestido.   Lo mire de arriba abajo. No sabía quién podría ser. Pero o era un muy buen cliente o era algún gerente. Tendría en torno a los cuarenta años de edad, su color de pelo era rubio, un metro setenta y cinco de altura, estaba en forma y tenía perilla.   Rebusco algo entre sus bolsillos. Algo parecía faltarle.   - ¿Le puedo ayudar en algo? - Me dirigí hacia él.   Me miró como si no hubiese notado mi presencia en todo este momento.   - ¿Tienes un bolígrafo encima y un trozo de papel? - Tenía un semblante serio, como si me estuviera perdonando la vida sólo con la mirada.   -Claro, me gusta llevar todo lo necesario. - Le deje una libreta de mano que llevaba y un bolígrafo de tinta que tenía las iniciales de mi abuelo.   Me fijé que subimos más números del que yo había marcado y él estaba dispuesto a marcharse, me percaté que había un agujero para una llave y yo no tenía ninguna llave.   - ¿A qué planta se dirige usted?   -Planta 5.- Introdujo una llave y marcó el cinco. Se volteó para quedarse con mi cara. Era como si intentará grabar cada arruga de mi cara y cada defecto.   -Se…señor. -La puerta se cerró. Se había llevado el bolígrafo de mi abuelo. Ese bolígrafo era muy especial. Me lo regalo mi abuelo antes de terminar la carrera. Siempre me había dado suerte, siempre me había acompañado conmigo. Mi abuelo ya no estaba. Era mi único recuerdo.   Se fue sin devolvérmelo, sin decir nada.       Lamentaba mucho habérselo dejado. Seguramente lo habría tirado ya. Y a ese hombre seguro que no lo iba a volver a ver. Me había quedado sin lo más preciado para mí que era el recuerdo de mi abuelo.   El día había empezado mal y ya iba a peor.   El ascensor se abrió en esa planta, salí y me quedé petrificada. Había un montón de mujeres, o modelos, todas eran preciosas, iban maquilladas, recién salidas de la peluquería, de la manicura, todas iban muy bien vestidas, con vestidos apretados o falda cortas y camisas con escote, pensé que me había equivocado de planta. Ma acerque a la recepción que había en esa planta y me dijo que era la correcta, que ella misma era la que avisaba cuando salía la siguiente de ese despacho. Estaba avergonzada, de por si me había dado un viaje en balde y encima había perdido para siempre el bolígrafo de mi abuelo. Me senté a esperar mi turno y observe como me miraban, era la única chica que llevaba gafas, o bien estabas operadas y me refiero a la vista, aunque algún retoque más llevaría o todas tenían una vista espectacular, aunque lo veo bastante improbable. Enseguida me llevaron al salir la chica del despacho, era una chica morena, con una melena por la cintura con mucho volumen, e iba con una falda entubada y unos tacones de infarto. Trague saliva y entre. En el otro lado de la mesa estaba sentado un hombre rubio, de ojos castaños, con traje y corbata, muy elegante, aunque no esperaba menos. Olía muy bien ya que el aroma de su perfume inundaba toda la sala. Siéntese. No lo dude, por su tono grave y recto me senté al segundo. -Buenos días. -Buenos días señor. -Bueno, cuénteme porque le interesa este puesto de trabajo. -Bueno, me llamo Noelia, tengo veintiocho años de edad, me interesa este puesto de trabajo ya que… En ese momento me di cuenta de que el señor que no sabía su nombre ni me importaba se puso a mirar su móvil, sin prestarme atención. Eso me molesto bastante. -Bueno, como iba diciendo, aunque usted no me oiga. Eso hizo que mirara fijamente. -Estoy interesada porque creo que cumplo los requisitos intelectuales que ustedes piden, y me refiero a intelectuales porque me doy cuenta de que no cumplo las medidas o la apariencia de las demás chicas que han llegado y a lo mejor por eso usted ni me está escuchando. Sonó su teléfono y cogió la llamada. Espere amablemente a que terminara, no tenía nada que perder ya que sabía de sobra que no iba a conseguir el puesto de trabajo, pero también sabía que al menos me iba a desahogar con alguien y sería el por cómo me estaba tratando. Colgó y me miro como sorprendido por estar aun ahí. -Bueno, no me alegro de haberle conocido, ni siquiera me alegro de haber venido porque encima le he dejado a un hombre muy apuesto por cierto el bolígrafo de abuelo y usted dirá y a mí que me importa, pues a mi si me importa porque es el único recuerdo que tengo así que si al menos me llama para devolverme el bolígrafo estaría muy agradecida ya que no tengo ninguna esperanza de que me llame para el trabajo por la falta de feedback que hemos tenido. Espero que la próxima vez si me cruzo con usted sea un poco menos grosero y ojalá encuentren esa Top-model que buscan. Adiós, aquí le dejo mi teléfono móvil por si encuentra el bolígrafo ya que dudo que aun tenga guardado la copia de mi curriculum. No le deje decirme nada, tenía ganas de salir de esa habitación cuanto antes, me sentía una autentica mierda, así es como él me había tratado. Baje por las escaleras, no quería ni utilizar el ascensor. Mire el móvil y tenía un montón de w******p de mis amigas y familiares preguntándome por la entrevista. Volví a bloquearlo.   A veces la vida daba muchas vueltas, así estaba yo con la vida, peleada. Hace unos días estaba trabajando en una pequeña empresa, en la que no era nadie, pero tenía un trabajo fijo. Una de mis mejores amigas fue mi inspiración para dejar mi trabajo y luchar por lo que me merecía. Ella se había ido con su hermana y actualmente trabajaba en la imagen de la empresa de su hermana y limpiando los autos que le pedían. Además, había empezado una historia de amor muy bonita. Mi vida en los amoríos también estaba dando muchas vueltas, ya que si un chico me gustaba no daba muchas vueltas, no creo que exista el amor como tal, existe ‘el gustar’, el querer acostarte con alguien y luego ver a otro y querer lo mismo. Siempre había tenido mucha precaución con mis amoríos porque, aunque era de amor fácil por llamarlo de alguna manera no estaba dispuesta a que me pegaran ninguna clase de enfermedad. Las chicas en mi ultimo cumpleaños me regalaron un satisfayer y con eso no me hacia falta nada más. Se podía decir que estaba bien servida siempre.   Retomando mi historia laboral, el trabajo fijo lo use para ahorrar un poco de dinero y poder ir pagándome mis pequeños caprichos. Siempre había envidiado también a mi amiga y compañera por la amistad que tenia con su perro que se llama Eko. Ella al menos nunca se siente sola. Mi hermana y ella a veces quedaban con los perros y siempre me animaban a mí a decidirme por tener un perro o adoptarlo y aun no descartaba la idea, pero cuando tuviera mi propia casa. Decidí salirme de aquella empresa ya que cada vez era peor, más trabajo, más horas y no se reflejaba en mi contrato por no decir que me querían contratar en n***o para no hacerme fija. Eso fue lo último, así que me salí y busque empresas de publicidad que me quisieran contratar y aquí estoy terminando de hacer mi octava entrevista sin vista de que me llamen para que me contraten. Mi vida tiene pinta de que va a ser muy interesante, tenia varios mensajes de amigos también escribiéndome para verlos pero me apetecía cambiar de aires, me apetecía cambiar mis expectativas de futuro.  
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