Seik
Regreso del entrenamiento matutino y me dirijo directo a la ducha. El agua fría es un alivio después de un día tan agotador.
Hoy, mi beta está a cargo de los cachorros, y no tengo dudas de que acabará exhausto. Los pequeños son un torbellino de energía, aún lejos de ser disciplinados.
Cuando salgo de la ducha, busco a Roberto y lo encuentro en uno de los despachos trabajando.
Al llegar, me propone tomar una copa y me dejo caer en el sofá mientras él se sirve.
—¿Cómo fue el entrenamiento con los cachorros? —pregunto, curioso.
—Como siempre —responde con una sonrisa cansada—. Te agotan. Necesitaba esta copa más que nunca.
Ambos reímos, compartiendo el cansancio de nuestros respectivos días.
—¿Y Marcus? —pregunto. Necesitaba saber si primera impresión del pequeño.
—Bueno, para ser su primer día, no estuvo mal. Se esforzó y mantuvo la disciplina. Aunque hubo algo que llamó mi atención...
—¿Qué fue? —indago, intrigado.
—No parece ser el favorito del grupo. Al principio solo eran murmullos, ya sabes...comparándose entre ellos...pero cuando ha venido la hembra se han burlado de él.
Frunzo el ceño. —¿Qué dijeron?
—La hembra le propuso que se bañaran juntos y luego lo alimentaría. Los cachorros se rieron y le llamaron mimado, diciendo que siempre se refugia en las faldas de su hermana.
Roberto suelta una carcajada sonora, pero yo no comparto la diversión.
—¿De qué te ríes?
—Vamos, Seik. ¿Qué macho, sea cachorro o adulto, no quiere que su hembra lo mime así?
Desvío la mirada. No voy a entrar en esa conversación.
—Hablando de hembras —dice con una sonrisa traviesa—, uno de los dos va a casarse pronto. No parece que la hembra te desagrade. ¿O me equivoco?
—Bueno, ya sabes… tarde o temprano tenía que pasar.
—Vamos, Seik, te conozco. No te desagrada. Si fuera así, ya te habrías casado con alguna hembra de Sombra Nocturna hace tiempo.
El silencio que sigue es suficiente para dejar claro que ha dado en el clavo.
—Espero que el siguiente en casarse sea yo. ¡JAJAJA! —bromea Roberto.
—Sabes que hay muchas hembras interesadas en ti —le digo con sinceridad.
—No lo creo... Muchas terminan en mi cama, pero eso no significa que quieran algo serio.
Le doy una palmada en el hombro. —Ya encontrarás a una hembra adecuada para ti.
Después de eso, cambiamos de tema y discutimos asuntos de la manada y los entrenamientos.
Más tarde, me retiro a mi habitación, pero las palabras de Roberto siguen dando vueltas en mi cabeza...y no puedo evitar pensar en Aria alimentando y bañando al pequeño...Me pregunto si hay sitio para alguien más ...
J*der, ¿tengo envidia de un cachorro?
Al día siguiente
Me reúno con los guerreros en la arena para entrenar. Tras una intensa sesión, nos dirigimos al hall principal de la casa de la manada, atraídos por un alboroto. Se escuchan risas y voces femeninas.
Al entrar, vemos a un grupo de hembras jugando con los cachorros. Han improvisado un karaoke y parecen estar pasándolo bien. Me sorprende ver a Aria allí, acompañada por Marcus y Melia. Aunque se ven alegres, noto que están apartadas del resto.
—¡Oh, llegaron los machos! —saluda una de las hembras con entusiasmo.
—¿Qué estáis haciendo? Parece que os divertís —pregunta Kael, con curiosidad.
—Estábamos cantando —responde una de ellas, riendo—. Ahora vamos a bañarnos con los cachorros.
—Yo me apunto —dice Jasper, uno de los guerreros de Luna Menguante.
Aria suspira, niega con la cabeza como si no pudiera creer lo que acaba de escuchar.
Las hembras se marchan y nos dejan solos.
Kael no pierde la oportunidad y se coloca detrás de Jasper, aplicándole un mataleón.
—¿Acaso eres un cachorro…? —pregunta Kael con una expresión seria y cortante. Luego se inclina hacia Jasper y le susurra algo al oído, lo suficientemente bajo como para que nadie más lo escuche.
Jasper palidece.
Sin duda, lo que Kael le ha dicho no es precisamente un cumplido.
Mi beta suelta una risa baja mientras continuamos nuestro camino hacia los vestuarios.
De nuevo, no puedo evitar pensar en ella...