Wailani
Unos golpecitos en la puerta de mi habitación me roban el sueño, lo que me hace gruñir mientras trato de acostumbrarme a la oscuridad a mi alrededor. Parpadeo en varias ocasiones, a la vez que dejo salir un largo bostezo lleno de cansancio, al ver la hora, me doy cuenta de que apenas son la una y treinta de la madrugada, lo que me hace ponerme de un peor humor.
Continúan llamando con insistencia, por lo que, no me queda otra opción que levantarme e ir a abrir para ver que pasa.
En cuanto lo hago, Esteban pasa por mi lado, haciéndome un gesto para que haga silencio, a la vez que cierra la puerta. Frunzo el ceño y cruzo los brazos a la altura de mi pecho al no terminar por comprender en qué carajos hace en mi habitación a esta hora, además de que nunca se había atrevido a venir.
