En el jardín que rodeaba el palacio cristal, Rhys estaba sentado frente a una pequeña mesa llena de diferentes aperitivos dulces. Sus pies se encontraban libres de cualquier zapato o calcetín y su ropa liviana le permitía recibir los agradables rayos del sol a la vez que disfrutaba de una refrescante brisa.
Y todo era tan sereno, que Rhys se encontraba un poco preocupado de la paz que le rodeaba en ese momento. El humano estaba completamente seguro, de que el príncipe Caspian se enojó con él, razón por la cual no le había llamado desde aquel día de su cita fallida.
O mejor dicho arruinada por él mismo. Pero, ¿qué se supone que debía de hacer si un niño se estaba ahogando y nadie se movía para salvarlo?
Como había estado viviendo rodeado de niños, era simplemente natural que Rhys tuviera
