Capitulo 2. Giuliana

1464 Palabras
DOS AÑOS DESPUÉS Giuliana había sido convocada por el director del laboratorio, y ella sabía porqué. Su pasantía se acababa. Tenía su cabello rubio en una coleta y sus ojos detrás de unas gafas de marco de acetato...iba con los hombros hundidos para no llamar la atención. Sus ojos habían sido sometidos a una operación láser para corregir su vista, aún así ella usaba las gafas para descanso...y también para protección. Era más fácil para ella trabajar si disimulaba su encanto, así intentaba no llamar la atención. A Giuliana, a diferencia de su hermana Francesca, se le dificultaba socializar. Por eso vivía la mayor parte del tiempo metida dentro de su laboratorio. Y ahora, quizá debería abandonarlo, MIERDA. Llegó a la oficina, la secretaria le dijo que pasara y casi con temor abrió la puerta. El hombre tenía unos 50 años, era delgado y canoso. Supuso que atractivo a su manera aunque mientras su hermana gemela llevaba una vida disipada ella había declarado ser asexual. El sexo no le interesaba, su libido y toda su energía disponible estaba orientada en encontrar una cura para el mal que aquejaba a su madre, el Alzheimer. Era un proyecto muy ambicioso, ella lo sabía pero no se sentía amedrentada por el contrario. Cada estudio, cada prueba que fallaba le daban más fuerzas para seguir adelante...y eso últimamente pasaba muy seguido, para su completo pesar. — Pasa Giuliana, siéntate — le dijo Pedro, el director. — Gracias señor...— ella se sentó con cautela, mirándolo tímidamente y hasta con un poco de temor. Ese laboratorio quedaba en su Milán natal de dónde eran todos en su familia los FERRANTE. Gianni su padre, era sinónimo de clase una especie de Armani solo que los antepasados de Gianni habían vestido a reyes y gente muy importante. Franco, su hermano mayor, era el que parecía iba a ser el natural heredero de la casa Ferrante. Chiara, su hermana mujer mayor, una modelo liberal, que finalmente había caído enamorada de un conde inglés con quién ya había tenido su segundo hijo. Valentina, quizá más famosa que Chiara, había levantado su imperio personal y su propia marca como influencer de moda. Luego de suspender su boda con el hijo menor de los Lorenzetti, una familia muy importante de Milán, se había ido huyendo a los Estados Unidos donde se había enamorado perdidamente de Jay, un cantante exitoso de origen puertorriqueño con quién también ya había comenzado, con su primer hijo, su propia familia. Y luego estaba su gemela Francesca, que pretendía seguir los pasos de Chiara pero no le llegaba a los talones para ser sincera. Desde que salieron del colegio iba de fiesta en fiesta, completamente descontrolada. Con su imagen mediática, salía a cada rato en las portadas de revistas con alguna novia nueva ya que a pesar de declararse públicamente bisexual para no infartar nuevamente a su padre todos sabían que realmente era lesbiana, y no era nada malo. Solo que su padre era anticuado y la orientación s****l de su hermana pasaba a segundo plano cuando aparecía en alguna foto completamente drogada, o gastaba su mensualidad en el juego. Franco era hijo de la primer mujer de Gianni, Chiara y Valentina de la segunda (una mujer con sangre aristocrática) y ella junto a su hermana de la tercera y última esposa. Lamentablemente antes de llegar a los 50 comenzó a presentar signos de la enfermedad y desde entonces estaba internada. El Alzheimer que tenía, era tan agresivo en su caso que su deterioro neurocognitivo avanzaba a pasos agingantados y ninguna medicación parecía hacerle efecto...o detener su cuadro. Ya no reconocía a nadie de su familia para tristeza de Giuliana. Había sido buena madre hasta que pasó eso. — Lo escucho, usted me convocó — le dijo con cierta timidez al hombre. — Sabes Giuliana que estamos muy felices de tenerte, aún así tu investigación no ha avanzado y tu pasantía está por terminar... — Lo sé, pero créame, es algo completamente momentáneo...yo puedo sentir que estamos casa vez más cerca, solo son tropiezos y... El hombre la detuvo alzando una mano. — Lo entiendo, y admiro tu trabajo...pero el directorio completo no es tan comprensivo como yo...lo siento Giuliana, pero una vez que termines las pasantía deberás retirarte de la compañía, no tendrás un puesto en esta empresa — ¡Pero no es justo! yo me esforcé tanto... El hombre sonrió compasivo, la chica era joven todavía, no había cumplido los 25 ,según su ficha, aún. — Giuliana, a veces la vida no es justa...pero que esto no te hagas desistir. Eres una joven muy inteligente, has hecho tu carrera en tiempo récord...y tienes mucha pasión por lo que haces. Debes ver esto como una pequeña piedra en tu camino, aparte seguro tu familia con sus recursos podrá ayudarte... — PERO MI FAMILIA TIENE UNA MARCA DE MODA, NO UNA FARMACÉUTICA — Le gritó indignada. — Tienen dinero, si quieren estoy seguro de que hasta podrían montarte tu propio laboratorio... Giuliana, justamente como era inteligente, decidió que no tenía sentido discutir con el hombre. — Le agradezco — dijo aspirando aire conteniendo sus ganas de seguirle gritando. Se levantó — Cuando culmine mi pasantía tomaré mis cosas y me iré... — Eh...me temo que tú investigación le pertenece al laboratorio... — ¿ QUEEEE? PERO ES MI TRABAJOOOO — protestó. — Lo siento querida, son las normas y es lo que firmaste en el contrato... MALEDIZIONE. Malditos todos ellos, querían robarse su trabajo. Intentó tranquilizar su agitado corazón antes de hacer una escena y tirar todo lo que había sobre ese escritorio ala mierda. A veces tenía esos arranques, supuso que venía de familia... cuando eso le pasaba trataba de poner toda esa energía en lo que investigaba y se le pasaba. — Está bien...NO LOS NECESITO — Dijo y se fue cerrando de un portazo. Ellos podrían tener su investigación pero no tenían su cerebro. Todo lo importante estaba ahí arriba en su cabeza. Después de ese día de mierda lo último que esperó era encontrarse a Francesca en el apartamento. Estaba en una zona bien ubicada y su padre se lo había comprado a ambas para que lo compartieran. No porque no pudiera comprarles uno a cada una, sino porque esperaba que Giuliana mantuviera a Francesca a raya... lo único que le faltaba a ella, ser la nana de su hermana. Por suerte casi no estaba nunca en el apartamento. Claro que ella amaba a su hermana, y entendía que lidiaba con el dolor de lo que había pasado con su madre de la forma en que podía, pero a veces se pasaba. Y ese día ella no estaba como para lidiar con las idioteces de ella. — ¡Hermanita ! — le dijo ésta cuando la vió entrar, tenía un vestido que apenas cubría sus partes y una botella de vino. Se tiró encima y la abrazó, dándole los besos — ¡Como te extrañé! ¿Dónde había estado ese último tiempo Francesca? En Mónaco, ahí lo recordó. Junto a otros hijos de familias millonarias que evidentemente no tenían nada mejor que hacer que gastar el dinero de sus padres en lujosas fiestas. Aggg. Ellas tenían cada una un fideicomiso que había hecho su padre para cada una de ellas. Gianni lo administraba, les daba una mensualidad y lo liberaría para que ellas dispusieran de él por completo a sus 25... aún faltaban bastantes meses para que eso pasara. Y aún así, ella necesitaba más que un laboratorio, necesitaba las cosas resueltas y puestas para dedicarse a investigar. No tenía el tiempo ni la paciencia para montar un laboratorio como le había dicho el imbécil de ese director. — Vamos, festejemos...¿ Que ocurre que tienes esa cara ? Giuliana se sacó su abrigo, dejó su bolso..Se sentó en el sillón , aceptando la copa de vino que le extendía su hermana. — Cuando se termine la pasantía, en un par de días, deberé irme de la compañía — le contó Giuliana abatida, mientras Francesca por dentro pensaba que no podía tener tanta suerte. — Oh...lo siento mucho, sé que era importante para ti... Ella tomó toda la copa de un sorbo. Y le volvió a extender la misma para que la llene nuevamente .Ella no solía tomar, pero cuando lo hacía se ponía como una cuba y su temperamento contenido por las cadenas de la represión de su consciente, se liberaban... Luego de un rato dónde Francesca estuvo parloteando contándole sobre sus últimas aventuras finalmente, más relajada, le dijo, — Qué raro verte a ti por aquí... Francesca dejó su copa en la mesita y tomó sus manos en su falda con un poco de ansiedad. — Bueno...en realidad...estoy aquí porque necesito un favor... un pequeño favor...
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