Profesionales
La carretera se deslizaba rápidamente bajo las ruedas del jeep, pero para Alexander, el tiempo parecía haberse detenido. Con las manos temblorosas, seguía mirando a Helena, cuyos ojos estaban cerrados, la piel tan pálida que reflejaba la luz tenue del faro delantero. Cada respiración de ella era un susurro de angustia, y el dolor que le recorría el cuerpo era casi físico.
El costado de Helena estaba marcado por una herida profunda que atravesaba su piel, un corte severo que dejaba escapar la sangre como un río incontrolable. Alexander la miró, su cuerpo aferrado al volante del jeep, pero sus pensamientos se dispersaban entre el miedo y la desesperación. Unos días antes, había tocado cada rincón de su cuerpo con una intensidad que le parecía ahora tan distante como una vida
