Sin poder evitarlo, mis ojos se deslizan hacia atrás, observándola de reojo. Siento el peso de la tensión en el aire, la rabia contenida en cada uno de sus movimientos. Antes de que su enojo termine por desbordarse, me adelanto y la sujeto del hombro, atrayéndola hacia mí en un intento de calmarla. Mi abrazo es firme, pero no invasivo. Solo quiero hacerle sentir que no está sola. Sin embargo, Sarah, llevada por su enfado, se revuelve, empujándome con una mano para liberarse de mi agarre. Comprendo de inmediato que no está de humor para más contacto, así que cedo, soltándola antes de que esto se convierta en otra escena innecesaria. Pero apenas lo hago, su reacción me toma por sorpresa. Sin decir una palabra, envuelve mis dedos con los suyos, aferrándose a mi mano con una fuerza inesperad

