La mente de Aidan divagaba, sumergida en un torbellino de ideas, recuerdos y preguntas sin respuesta. Mientras caminaba junto a Dreida, su cuerpo avanzaba por inercia, pero su pensamiento viajaba por otro plano. Recorrió momentos con Wendy, palabras veladas de Allen, visiones de su infancia rota, e incluso la extraña posibilidad que comenzaba a formarse dentro de él: una vida en la que no tuviera que esconderse, donde Dreida no solo lo protegiera... sino que lo eligiera.
No se dio cuenta del tiempo que había pasado ni de los metros recorridos. Cuando finalmente volvió a la realidad, ya estaban al otro extremo del cementerio, donde las lápidas escaseaban y el terreno daba paso a una frontera desigual entre el territorio de Múnich y otra región más rural, de caminos desdibujados por la nieb
