Aidan asintió brevemente, apenas inclinando la cabeza, mientras un suspiro cansado escapaba de sus labios. Sus ojos, oscuros pero brillantes, reflejaban una mezcla de determinación y agotamiento. Los últimos días le habían pasado factura, y aunque su postura seguía siendo firme, había algo en su manera de moverse que dejaba entrever una fatiga acumulada. Con un giro rápido, empujó la puerta del baño con la mano temblorosa, y lo primero que lo recibió fue un destello de luz roja, tan intensa y envolvente que por un instante creyó que su visión había sido consumida por llamas. Parpadeó rápidamente, sintiendo el ardor del resplandor en sus ojos mientras estos intentaban adaptarse a la nueva intensidad. Entrecerró los párpados, permitiendo que los colores intensos y saturados se asentaran en

