La bata era de tela suave y casi translúcida. Todavía sentía los senos sensibles y un leve rubor en las mejillas, huellas recientes de la intensa entrega compartida, de ese juego imparable donde el cuerpo de Adrik se imponía sobre el suyo. Él solía ser dominante al besarla y chuparle la piel, siempre le dejaba alguna marca en el pecho… esta vez, sobre las curvas de sus pechos. Se cruzó de brazos instintivamente al ver a Magno de pie junto a Adrik. Adrik seguía atendiendo la llamada, con gesto sereno pero claramente atento y serio ante las palabras de Nicolai. Magno, sin decir una palabra, observaba con agudeza cada uno de sus movimientos. —Sé que no debería tomármelo así, pero… —dijo Nicolai al otro lado— pienso mucho en ella. Si no fuera algo tan personal, Adrik, no me lo tomaría con ta

