La puerta suena, Lesley va y la abre enseguida, pensando que se puede tratar de Abraham. —Buenos días, aquí tiene su desayuno —dice el camarero, entrando con el carrito sin dejar de mirar al suelo, para no parecer indiscreto. Lesley se queda petrificada, al ver quién es el camarero. Al pronto no sabe de quién se trata, pero en solo unos segundos ya sabe quién es. No puede creerlo que sea él, y que lo esté recibiendo con tan solo una toalla enrollada en su cuerpo. —Muchas gracias… —responde avergonzada, apretando sus manos a ella para que no se le caiga al suelo. —Se lo dejo aquí. Será mejor que me vaya —contesta el chico, al recordarla en el escenario, en el ascensor, en el pasillo. Robert lo está pasando fatal, verla anoche tan indefensa, frágil y perdida consigo misma, no fue

