Agatha registró los cajones y su investigación no tuvo éxito. Todos los documentos encontrados estaban escritos en ruso. Se derrumbó contra el respaldo de la silla y miró a Rov, que finalmente se había quedado dormido. Frunció los labios mientras miraba la computadora portátil cerrada. La tentación de abrirlo era demasiado fuerte, Agatha lo abrió y lo encendió. Por supuesto, para su consternación, tenía un código. Resopló, apoyando la frente contra el escritorio.
- Y bien ? Mademoiselle Kristy, menuda formas.
Agatha jadeó mientras se levantaba de un salto. Inmediatamente se estremeció cuando lo encontró de pie frente a la puerta, con las manos en los bolsillos y la mirada severa.
Ella puso sus manos detrás de su espalda y lo miró a los ojos.
- Me aconsejaste que buscara tus cadáveres, así que eso es lo que estoy haciendo. Dijo encogiéndose de hombros.
- Sí, pero eso fue una ironía. No tenías derecho a registrar mis pertenencias personales. Gruñó mientras se acercaba a sus ojos negros de ira.
Agatha se apartó de la silla mientras él recogía sus papeles desordenados por culpa de ella.
- Lo siento, solo quería saber quién eres.
Volvió a colocar las hojas en su lugar, mirándola.
- ¿Por qué no preguntar en lugar de fisgonear?
Ella miró hacia abajo.
- ¿Me dijiste la verdad? Dijo ella, desafiándolo con su mirada.
Permaneció en silencio, todavía cabreado.
Luego se acercó, silencioso, con las manos en los bolsillos.
Que hombre ! Pensó sabiendo muy bien que no saldría ilesa de esta conversación.
- Mi padre era un mafioso.
Agatha reprimió una expresión de horror y se quedó quieta mientras su mente le decía que corriera a toda velocidad.
- Lo mataron a tiros en 2011 porque se negó a rendirse. Continuó sin la menor emoción en su voz. No tengo madre desde que se fue el mismo día que nací.
Esta vez, Agatha sintió un dolor agudo oprimirse en su corazón. Su arrebato de lástima no fue del agrado de los hombres.
- Entonces hice mi vida y ahí es donde me llevó. Dijo el hombre con voz ronca, refiriéndose a su villa.
Con una última mirada de desaprobación, se alejó y se quitó la chaqueta negra.
- ¿Quieres saber si soy un mafioso peligroso? Bueno, la respuesta es no. ¿Soy peligroso? La respuesta es sí.
Agatha envolvió sus brazos alrededor de sus temblores.
- Hay armas escondidas por toda la villa. Continuó, volviendo a ella.
- No tengo el menor deseo de conocer el resto de sus historias, Sr. Ivankov. Ella logró decir mientras él miraba su boca sin vergüenza.
Su miedo se mezcló con una extraña sensación que no tenía cabida en un momento como este. De repente se imaginó que la estaba tomando en sus brazos gordos y musculosos, obligándola a someterse a su voluntad. Qué locura ! Murmuró para sí misma mientras empujaba el pensamiento muy lejos en su cabeza. No era un buen hombre y Agatha estaba empezando a arrepentirse seriamente de haber aceptado su ayuda.
- Eso es lo que querías, ¿no? ¿Saber la verdad?
- Sí ... sí, pero ya es suficiente. Ahora vuelvo a Seattle.
Puso su mano en la pared, evitando que pasara.
- No vas a ir a ningún lado.
Agatha reprimió su confusión moviendo las pestañas. Una ola de pánico se apoderó de ella.
- No tienes derecho a retenerme aquí. Dijo solo para defenderse.
Estaba tan serio que ella se quedó sin aliento.
- Estamos atados ahora.
Con los ojos puestos hacia atrás, levantó la cabeza en alto, las piernas temblaban.
- Y por qué ?
- Penélope, tu amiga se enamoró de un tal Nicolai Stavovich. Es un pequeño bandido, que sabe qué hacer con las mujeres.
Agatha contuvo la respiración.
- ¿Entonces ella está en peligro?
- No. Solo estúpida. Dijo con desdén. El hombre que capté lo vio salir de un restaurante con una sonrisa en el rostro.
Incrédula, se tocó la frente.
- Entonces, dónde está el problema ?
Se enderezó y se apartó de ella.
Apolo miró a la joven con una perturbación que lo afectó más de lo que le hubiera gustado. No podía soportar verla palidecer cada vez que abría la boca.
- El problema es que en poco tiempo se dará cuenta de que se ha equivocado y te suplicará que vengas a buscarla.
Apolo hizo una pausa.
- Y tú, idiota, te irás de cabeza sin tener en cuenta el peligro.
Ella estaba silenciosamente indignada por su comentario brutal pero necesario.
- Estos pequeños bandidos te verán como una comida deliciosa y harán un trabajo rápido con tu carita.
Apolo estaba febril con su mirada horrorizada. Sí, la asustaba, pero era la única forma que había encontrado para hacerla abrir sus grandes ojos azules.
- ¿Entonces qué sugieres? Preguntó en pánico.
- Quédate conmigo, hasta que ella te llame y yo me encargaré de traerla de vuelta.
Ella vaciló, lo miró con ojos sospechosos. Durante mucho tiempo sin una mujer, Apolo ya no pudo contener su deseo de que ella despertara en él. Fue con una tormenta de emociones inciertas que deslizó una mano en su corona de esteras.
- Viniste a mí y por alguna inquietante razón confiaste en mí. Así que depende de ti elegir Agatha. Quédate conmigo, un multimillonario, hijo de mafioso, ¿quién te mantendrá a salvo? A dónde ir y esperar a que tu amiga se despierte y te lleve a un lío, donde los pervertidos narcisistas esperan ...
- ¡Detener! Respiró, pálida como una sábana. Me quedo contigo, ya es suficiente, ¡deja de asustarme!
Apolo suavizó su rostro, consciente de que la había aterrorizada.
Ella exhaló mientras se giraba, exponiendo su delgado y delicado cuello a él. Se comportó como un verdadero hogareño, un hombre de las cavernas.
- Entonces me quedo aquí hasta que mi amiga recupere la cordura. Concluyó con una voz llena de angustia.
- Sí, bajo mi protección.
Insistió en esa palabra, porque no quería que ella pensara que su pasado lo convertía en un monstruo. Aunque en ese momento, Apolo había tenido la desagradable sensación de ser como su padre.
Se dio la vuelta con una sonrisa tensa colgando de sus labios.
- ¿Por qué haces esto por mí? Después de todo, no nos conocemos. Y no eres del tipo que se agobia con una mujer.
Excepto cuando despierta en él una pasión salvaje que lo devora. Apolo pensó internamente.