2

2217 Palabras
JACKSON WALKER Cuando decidí volver a Nueva York no pensé en lo que sucedería meses más tarde. Carlos me había sugerido tomarme un descanso, por eso dejé a Sebastian encargado de todo en Seattle y a Iris supervisándolo. Yo estaba destruido. Sentí que lo había perdido todo, que ya no tenía motivos para nada, que quizás sólo estaba vivo por estarlo. Llegué a la mansión de mis padres en las afueras de la ciudad. Tenía años sin visitarla, desde mi fiesta de cumpleaños número veinte. Y había cambiado muchísimo desde entonces, estaba sola, descuidada y deteriorada. Mamá ya no estaba para cuidarla. Y papá ya tenía tiempo de haber fallecido. Después de haber pisado el aeropuerto fui derechito a hacer un buen mercado para mí, eso de comer en la calle ya era una etapa superada. Esa noche al llegar caí rendido, estaba agotado. Duré un par de semanas allí, todo normal. Allí conocí la verdadera soledad. Reflexionando. Hasta que un día decidí mudarme a un pequeño apartamento que compré, exploté de rabia e impotencia por todo lo que estaba pasándome e intenté ser mi antiguo yo, visité locales nocturnos, estuve con varias mujeres, me embriagué, corrí en esas carreras ilegales, me metí en pleitos. Y al final, siempre obtenía el mismo resultado: Me sentía vacío. Porque lo tenía todo, pero a la vez no tenía nada. Hablé con Angeline muchas noches, y ambos llorábamos al celular. Yo por el desastre que estaba siendo mi vida, y ella por verme sufrir así. Me sugirió que saliera del país, pero por mis problemas legales no podía, y aún no puedo hacerlo. Sigo bajo régimen de presentación, me vi metido en serios problemas después de volver de Las Bahamas con la corte, porque se suponía que mi estadía sería en Seattle, sólo allí. Para poder venir a Nueva York tuve que mover papeles nuevamente, cambiar mi residencia y pagar una buena pasta. Así que no, no podía ni puedo salir de aquí. Siglo preso de alguna manera. Bebía en el día, dormía pocas horas cuando empezaba a anochecer y despues pasaba las madrugadas en vela, llorando. Llorando por ser el culpable de la muerte mi hijo. Llorando porque la mujer que amo me odia. Y recordé como me sentí durante los primeros meses en la cárcel. Solo, abandonado, hecho mierda. Luego compré mi antigua casa, me la habían quitado hacían casi ocho años, cuando me entregué a la justicia, al igual que todo lo que tuve que proviniera de ganancias turbias. Me mudé allí, obviamente el lugar había sido remodelado, pero me gustaba, y era mucho más céntrico. Todo marchó igual: Bebía, me metía en peleas, competía en carreras, follaba con cualquiera... Hasta que un día sólo pasó. Iba saliendo del centro comercial, había ido a comer solo, como todo lo que hacía, porque siempre estaba solo. Y me encontré con un niño que lloraba sentado en la acera, pensé en ignorarlo, pero yo meses atrás había tenido un hijo, y ver llorar a un niño me lo recordaba. —Hey, ¿Qué sucede? —me acerqué. El niño me miró, estaba asustado y temblaba. Lucía descuidado, sucio y apestaba, tenía la cara llena de rasguños y la nariz roja, era trigueño y su cabello n***o estaba despeinado. No respondió. Me ignoró. —Puedo ayudarte, si quieres ¿No consigues a tu mamá? Aunque sinceramente, viéndolo en ese estado me hizo debatir entre si de verdad tenía una madre o no. No dijo nada. Entonces me senté a su lado. —¿No tienes mamá verdad? El niño negó con la cabeza. —¿Tienes hermanos? Volvió negar. Por su aspecto parecía de aproximadamente diez años. —¿Vives en la calle? Asintió. ¿Pero qué hacía un niño de la calle llorando? ¿Lo habrían lastimado? Generalmente éstas personas sin hogar están acostumbrados a eso. —Mi mamá me abandonó hace una semana. ¿QUÉ? El corazon se me aceleró de impotencia ¿Cómo una mujer podía hacer eso? Muchas quisieran tener hijos, y esta zorra venía y lo abandonaba así. De inmediato pensé en Camille. Ella habría dado lo que fuese porque John estuviese vivo ahora. También pensé en mi madre biológica, en lo cruel e injusta que fue con Angeline y conmigo, en el maldito de mi padre. Incluso pensé en el bastardo de Adam. Se aprovechó de mi inmadurez y sufrimiento. Pensé en lo que estuve haciendo esas semanas, y entonces allí, decidí que no quería retroceder, que no quería ser el viejo Jackson Walker. Que quería ser diferente. Alguien bueno, un ejemplo a seguir o algunas de esas mamadas que lo hicieran sentir a uno bien consigo mismo. Por eso le dije al niño que viniera a casa conmigo, y él extrañamente aceptó, le compré ropa, zapatos, le di de comer y empecé a cuidarlo. Lo inscribí en el colegio de manera ilegal porque no tenía papeles de él, y yo no era pariente suyo siquiera, pero no podía perder tiempo, tenía que educarse. Con el tiempo me fui encariñando con él. Se llama Richard y ahora tiene once años. Él fue el primero. Luego vino David, luego Clara, después Gerardo, y todos de diferentes edades. Hasta que tuve a diez niños de la calle en mi casa, siendo llevados a la escuela por mí, educados por mí, y cuidados por mí. Era increíble, de alguna manera esos niños me habían hecho sentir vivo otra vez. Era genial, toda una aventura. Hablé del tema con Carlos y me llamó loco, me dijo que las personas del vecindario pronto se darían cuenta y que tendría problemas con la ley, porque podría ser mal visto. Que si aberrado s****l, sádico o que sé yo. Obviamente eso me asustó, porque por primera vez en mi vida quería hacer las cosas bien, y legales. Así que me puse manos a la obra. Me encargué de reconstruir y modificar la mansión de mis padres, de contratar a personas calificadas y de buscar a asesores legales en el área infantil. Fue bastante complicado, pero después de contratar a los mejores abogados y de hacer diferentes registros, monté el horfano: "Johnatan Walker", en honor a mi bebé. Y en honor a mí mismo, porque le estoy brindando a estos niños sin familia un hogar, un lugar agradable en el que se sientan cómodos, y no un ambiente hostil y maltratador como en el que estuve yo antes de que los Walker me adoptaran. Ahora tengo a casi quinientos niños en esa mansión, siendo educados y cuidados por personas especializadas. Y trato de pasar todas las tardes por allí a visitarlos, porque todos me quieren, me admiran y me llaman tío Jack. Y también porque me hace sentir bien verlos, me hacen olvidar lo maldito que he sido durante toda mi vida. No pensé que un año después de haberme sentido miserable y culpable por la muerte de mi propio hijo, hoy estuviese feliz y sintiéndome completo de alguna manera. También construí una escuela, y compré una aerolínea, tengo negocios con tiendas reconocidas de ropa, soy socio de compañías de seguros, amplié la compañía en Seattle y ahora tengo franquicias en otros países. Me convertí a mis veintiocho años en uno de los empresarios más exitosos del país, y me siento orgulloso de mí. Sí, tengo un pasado que aunque intente dejarlo atrás, una parte de él siempre va a pesarme, pero he salido adelante. Y estoy bien. Hace dos meses tuve que vender mi casa por motivos de seguridad y privacidad, y me vine aquí a mi nueva residencia, algo más privado y alejado del centro de la ciudad, a una de las zonas más caras de la ciudad. Elevo mi copa llena de vino y la estrello contra la de Carlos. Mi mejor amigo llegó ayer a la ciudad con Tiphanie, porque sí, aunque fue un idiota al final reconoció que estaba enamorado de ella y pues volverán a casarse, la fiesta de compromiso la harán aquí en Nueva York. —Por tu matrimonio. —sonrío. —Por tu éxito, Jack. Te amo, hermano. Bebo un poco y termino echándome en el sofá. Hoy ha sido un día agotador, me han entrevistado en un jodido canal de televisión y he quedado con lo oídos zumbando. Tocaron temas personales que me hincharon las pelotas. —¿Qué tal va todo con Richard? —pregunta el rubio. Richard es el único niño del horfanato al que le he permitido que una vez mudado a la mansión venga a quedarse conmigo. Es porque ambos nos encariñamos. Y nos llevamos muy bien. —Empezó a llamarme papá. —Eso es genial ¿Vas a adoptarlo? Lo he pensado muchas veces, pero mis problemas legales no me permitirán tener a un niño bajo mi tutela. El tema de las adopciones son bastante complicadas, se le hace un seguimiento a los postulados, se le investiva los expedientes legales y les hacen pruebas socioeconómicas. Sí, tengo mucho dinero, pero sigo teniendo las de perder. Además, ahora no tengo tiempo para ser padre. —No puedo. Y sabes porqué. Se encoge de hombros, vencido. —Bueno, sí, es difícil con tu situación. —Pero voy a conseguirle el mejor hogar que pueda. Ese niño es especial, merece ser querido. Carlos guarda silencio. Me siento identificado con Richard, era un niño callado y retraído, pero luego empezó a contarme ciertas cosas que me llenaron de odio, su madre vendía objetos de su casa para comprar drogas, su padre los había abandonado poco tiempo después de que su mamá lo denunciara por violencia, la mujer vendió la pequeña casa en donde vivían y empezaron a dormir en la calle, hasta que se cansó de la responsabilidad de ser madre y lo abandonó para poder seguir con su cochino vicio. Que él me hablara de todo eso fue un desahogo para su alma, eso lo ha hecho ser más sociable y abierto ahora, y también mirarme como figura paterna. Odio a su madre, y odio a la mía. Mujeres así no merecen nada. Él me recuerda por un momento a mi niñez. Por eso me encariñé con ese niño, sé por lo que pasó, sé lo que sintió y lo que siente ahora. Y aunque ahora sea más abierto, ese trauma no se irá tan fácil. Él me recuerda a mí. —Quisiera adoptarlo, pero... —Tiphanie y yo podríamos... Me le quedo viendo. No habla en serio. —Tendría que hablar con ella... No creo que diga que no, además Sophie le tiene mucho cariño a Richard. Podríamos tener los papeles nosotros, que nos hagan el seguimiento a mí y cuidarlo tú, serías su papá. Es delicado. Si alguien descubre que... Sería un enorme problemón. —Tendré que pagar por el silencio de muchos. —sonrío de lado. Carlos también sonríe. Y allí muere el tema. —Sobre el viernes... —empieza a hablar él, ya sé lo que dirá, y está bien, no me afecta.— Camille... Ella... Sabes que es mi hermana y... Me río de su nerviosismo. Él trata de ser neutral. Pobre... —Tranquilo, lo sé... Sería estúpido de mi parte armar un escándalo porque ella esté. Ya lo nuestro pasó, somos una página de un libro que ya arranqué y espero que ella también haya arrancado. Porque que mamón sería que me insulte y desee la muerte cuando me vea otros vez. —Me parece bien, Tiphanie y yo estábamos algo preocupados. Incluso hablamos con ella también. —Está bien, está bien... Ya superé todo. Lo veo relajarse bastante, echa la cabeza hacia atrás y suspira. —Que loco ha sido todo esto. —¿Loco porque me metí con tu hermana o loco porque maté a mi hijo? —Cierra la puta boca, Jack. Me río. A veces me gusta armar chistes crueles de mí mismo. —Loco porque ustedes no están juntos después de desbordar amor, porque eres un magnate después de toda esta locura con Adam, porque voy a casarme voluntariamente con la mujer que amo, por todo. Cosas que estaban antes ya no están, y las que no estaban llegaron. La vida es impredecible, Jack. —La vida es una mierda. —No digas eso. —mi amigo me mira con pena. Y odio que me miren así, con lástima. Me trago lo que queda en mi copa, tratando de olvidar el tema de Camille, y lográndolo de inmediato. —Ahora te toca buscar una novia. Es lo único que te falta. —Ya existe, y la conoces. Carlos me mira entre asombrado y contento. —¿De verdad? —Si, se llama Manuela Izquierda. Me echo a reír y él rueda los ojos. —Eres un imbécil. —Y mi amante es la derecha. —sigo, haciendo señas obscenas con mis manos. Carlos niega con la cabeza, divertido. —No sirves para nada, Jack. —se ríe. Lo sé. —Lo sé, creeme. Y tú tampoco. Nos reímos juntos y juro por Dios que me siento bien en este momento, completo. No necesito a una mujer que me ame, no necesito putas, ni peleas, ni alcohol... Hacer cosas buenas es lo que me llena la vida. Y el pequeño Richard... También. Aunque sigo algo inseguro de aceptar ser su padre.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR