—Dios —murmuró Erena, viéndose en el espejo y terminando por morder su labio inferior sin poder ocultar su sonrisa o su emoción. En el espejo se veía a sí misma con ese enorme y hermoso vestido que había diseñado ella misma, en el cual había trabajado por meses enteros, añadiendo y quitando cosas cada que se le ocurría algo nuevo. A decir verdad, del trabajo requerido para obtener semejante resultado, bien podría decir que era lo más laborioso que había hecho después de ser madre, porque sí, incluso estudiar y trabajar al mismo tiempo no se comparaba; pero estaba muy satisfecha con el resultado. —Estás hermosa —señaló Ángela, que llegaba hasta ella para acompañarla a la iglesia. Alonso había llevado a los gemelos con sus padres desde muy temprano, dejando la casa para que Erena se a
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