Sintiendo una extraña opresión en su pecho, aun entre sus sueños, Mattias alzó su mano y sobó dicha zona mientras intentaba volver a perder la conciencia en el dulce mundo de morfeo.
Pero cuando esa extraña presión siguió, volviéndose cada vez más intensa y obligándolo a recuperar la conciencia, al omega no le quedó de otra más que forzar a sus ojos a abrirse.
Frunciendo el ceño, contempló el techo a oscuras de su habitación mientras se preguntaba qué era lo que le había sacado de su sueño de forma tan... Repentina.
No tenía fiebre. No le dolía su cabeza, ni ninguna parte de su cuerpo realmente, a excepción de aquella extraña presión en su pecho que seguía igual de insistente que en un principio, y aun así, no había dificultad alguna para respirar ni nada.
—¿Será que tuve una pesadilla
