Con un agradable calor rodeando su cuerpo, Devak realmente no tenía ninguna intención de moverse o siquiera hacer funcionar su cerebro correctamente, a pesar de que era este mismo quien le estaba enviando señales, advirtiéndole que pronto tenía que tomar su medicamento. Gruñendo bajo, el alfa ignoró dichas señales y disfrutó de la extraña paz que estaba sintiendo en ese momento, sin ninguna voz acusándolo en su cabeza, sin imágenes pasando en su mente, y sin aquella densa oscuridad que le iba arrastrando cada vez más con el pasar de los días. Ese aroma de mandarinas y lavanda era tan suave y agradable, dejando un sentimiento de puro deleite en él del cual no podía obtener lo suficiente. Necesitaba más de ese dulce aroma suave. Moviendo su cabeza, Devak buscó con su nariz hasta que enco

