Mattias enjuagó y limpió los pinceles que había utilizado para pintar su cuadro y los dejó sobre la mesita auxiliar al lado del caballete que sostenía su nueva obra de arte.
—Sigo sin saber qué eres —expresó inclinando ligeramente la cabeza mientras observaba la pintura.
Con su teléfono sonando, el omega lo sacó de su bolsillo y tomó una profunda respiración al contemplar el nombre de sus principales críticos parpadeando en la pantalla.
—¿Y bien? ¿Qué tan malo es esta vez? —preguntó tras contestar la llamada.
—Con tu padre estamos discutiendo, mientras él dice que es un mono, yo digo que es un koala —expresó—. Así que... ¿Quién ganó esta vez? —pregunto su papá Renato.
—Uf, yo diría que ninguno —respondió con el ceño fruncido—. Es un caballo —anunció y hubo silencio del otro lado.
—Tu padre pregunta que desde cuando estás trabajando en el arte abstracto —dijo entre risas su papá omega.
—Oh, eso fue un golpe bajo —gruñó riendo también—. Sé que soy pésimo dibujando animales, pero estoy mejorando, ¿no?
—No, príncipe, no lo haces —respondió honestamente.
—Auch, una mentira piadosa no está mal en este caso —refunfuñó con un puchero.
—Por supuesto que no, ¿y si después te lo crees y quieres exponer esos cuadros? —exclamó negando—. Solo lo digo por tu propio bien.
—Papi, papá Renato está siendo malo conmigo —se quejó.
—¿Papi? Oh, tú, pequeño monstruo —gruñó su papá omega—. ¡Hey! ¿Y eso por qué fue? —chilló.
Mattias estalló en carcajadas al escuchar la perfecta nalgada que recibió su padre omega, una lo bastante fuerte como para llegar hasta sentirla él mismo.
—No seas malo con nuestro príncipe —reprochó su padre alfa y Mattias sonrió automáticamente.
—Será mejor que no estés sonriendo en este momento, Mattias Willard —refunfuñó su papá omega.
—Lo siento, si lo hago —respondió.
—Aish, sinceramente no sé cómo puedes crear joyas tan hermosas con tus preciosas manos y aun así, dibujar tan mal —suspiró.
—Doble auch, papá —pronunció tocando su pecho.
—Renato —advirtió la voz de su papá alfa.
—Solo fui sincero, ni tú entiendes los dibujos que hace cuando le llega la idea de una nueva joya —le recordó.
—Pero él se entiende así mismo, por lo que está bien —argumentó.
—Y por eso papá Patrick es mi papá favorito —canturreó.
—Ay, ¿por qué me pegas? —gruñó su papá alfa.
—Porque solo te gusta ganar puntos con nuestro príncipe y dejarme como malo —refunfuñó.
—Pero miren que hora es, ya debo ir a cenar. Adiós, adiós —se despidió cortando rápidamente la llamada.
Sabía lo que se venía a continuación y definitivamente no quería estar presenta ante la sesión de palabras cursi y besos ruidosos por parte de sus padres mientras terminaban la infantil discusión que había formado su papá omega.
Acercándose a la pared para apagar la luz, estuvo bastante tentado a quedarse en su mesa de trabajo comenzando a crear una nueva joya, pero tenía un paciente por él esperando en casa y ya era hora de recordarle que era su enfermero personal.
Apagando la luz, Mattias bajó las escaleras y salió del granero solo para detenerse al escuchar un sonido extraño.
Frunciendo el ceño ante los cascabeles que aparecieron y desaparecieron en un segundo, el omega observó a su alrededor, pero los caballos ya se encontraban refugiados en las caballerizas y solo quedaban unos pocos trabajadores caminando por ahí, preparándose para ir a sus casas o utilizar las cabañas que Alan había mandado a construir para sus empleados.
Por más que esperó, esos cascabeles no volvieron a aparecer, y, por el contrario, el sonido de algo siendo golpeado repetidas veces y con fuerza, llegó hasta él.
Confundido y demasiado curioso como para simplemente dejarlo pasar, el omega se movió siguiendo dicho sonido, rodeando el granero hasta la parte trasera.
Con el sonido se volviéndose más intenso, Mattias se detuvo y llevó una mano contra su pecho cuando el profundo aroma de Devak le golpeó con fuerza, pero este se encontraba fuertemente infestado de algo agrio que le dejó un mal sabor de boca.
Tragando, se acercó un poco y contempló al alfa parado sin la ayuda de nada, golpeando furioso un costal de boxeo con sus manos completamente desprotegidas.
Frunciendo el ceño, Mattias alzó una mano y tocó su mejilla cuando algo cayó en ella. Observando la punta de sus dedos, sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrar sangre.
Antes de que siquiera pensara al respecto, se acercó llevado por la furia ante el descuidado hombre frente a él, quien debería de estar en la cama y no golpeando un saco como un maldito loco.
—Oye tú-... —pronunció y se calló inmediatamente.
Deteniéndose, Mattias inclinó ligeramente su cabeza hacia atrás y tomó otra profunda respiración, esta vez, detectando algo más que odio y frustración en aquel aroma.
Muy adentro y casi escondido, el omega encontró el miedo y dolor, lo que le hizo detenerse inmediatamente.
Casi como si percibiera su presencia, aun si no le había dado ni siquiera una mirada, Devak bajó un poco el ritmo de sus golpes, más no se detuvo, y eso era demasiado peligroso, no solo para las manos desprotegidas del alfa, sino que también por lo débil y lastimado que se encontraba el cuerpo de este.
—Ah...Manzanas... —murmuró, mordisqueando su labio inferior con preocupación, lo que, inevitablemente, hizo que su aroma se esparciera un poco más de las ansias que sentía mientras pensaba en un plan para detener al alfa.
No podía simplemente ir y meterse, un golpe del hombre podría mandarlo volando. Tampoco era buena idea solo lanzársele encima, ya que solo lo lastimaría aún más.
—Oye... —pronunció y entonces se percató, de que el ritmo del alfa bajaba un poco más mientras su nariz se arrugaba.
"Oh mierda, ya no estoy utilizando el inhibidor de aromas" recordó con una mueca y retrocedió instintivamente.
Devak gruñó, pero no salió en su búsqueda con furia, por el contrario, solo volvió a aumentar el ritmo de sus golpes mientras parecía murmurar cosas por lo bajo que Mattias no lograba comprender.
Liberando libremente más de su aroma, el omega se preparó para correr, pero el alfa, en vez de ir detrás de él, solo bajó lentamente el ritmo de sus golpes nuevamente.
—De acuerdo, no te molesta... —murmuró el omega comprendiendo rápidamente.
Acercándose lentamente, liberó más de su aroma cuando observó que el cuerpo de su paciente se tensaba con su cercanía, pero de igual forma, siguió avanzando hasta que se interpuso entre el alfa y el saco de boxeo.
Tomando una profunda respiración, Mattias solo encontró más de ese dolor y miedo en el aroma del alfa, por lo que, inclinando ligeramente su cabeza hacia atrás, observó su rostro y su pecho se apretó con angustia al encontrar aquellos azules ojos profundos perdidos en la oscuridad.
A pesar de que Devak estaba mirando fijamente el saco, era bastante obvio que, en realidad, no se encontraba observando nada, y a juzgar por el dolor expresado en su rostro y las lágrimas que seguían cayendo, este parecía estar perdido en un trance o una pesadilla.
Observando esos labios seguir moviéndose como si repitiera una palabra una y otra vez, Mattias se levantó en la punta de sus pies y giró levemente su rostro para acercar su oído.
—Por... Vor... Lo si... nto... —murmuraba el alfa una y otra vez, con un angustiante tono asustado y doloroso.
"¿Qué fue lo que te pasó?" pensó el omega, observando al hombre frente a él con dolor.
No era necesario que alguien le dijera para que Mattias supiera, que la persona que estaba observando, se encontraba rota en muchos pedazos cortantes y afilados.
—Vamos, Devak —susurró, asegurándose de mantener un tono amable—. Vuelve conmigo, alfa. Solo abre tus ojos y mira... No hay nada malo que pueda dañarte —expresó.
Pero Devak no le escuchó, él siguió murmurando por lo bajo mientras más lágrimas caían de su rostro.
—Hey, cariño, solo respira profundo —pidió dando el ejemplo mientras alzaba lentamente una mano—. Sigue mi voz, alfa, todo está bien, no hay nada malo —prometió y capturó una de sus mejillas empapadas en lágrimas.
Parpadeando, Devak le observó, pero siguió sin decir nada mientras le imitaba su respiración.
—Eso es, lo estás haciendo muy bien, Devak —le sonrió y su dedo retiró el comienzo de otra lágrima—. Todo estará bien, nada malo sucederá —juró en tono bajo—. Respira lentamente y luego exhala, solo un paso a la vez, cariño, lentamente, tomate tu tiempo y vuelve aquí conmigo —pidió, observándolo fijamente.
Cuando esos ojos volvieron a parpadear, Mattias sintió algo de alivio al percibir que aquella oscura nube lentamente dejaba ese bonito tono azul y su aroma de apoco comenzaba a volver a la normalidad.
—Eso es, lo hiciste muy bien —felicitó con una adorable sonrisa de hoyuelos—. Debió de ser muy difícil, pero me alegro de que me escucharas —expresó bajando lentamente su mano.
Por supuesto, Devak siguió sin decir palabra alguna, simplemente observándolo con atención.
—Lo sé, todo tu cuerpo debe de estar doliendo en este momento, dejar que tu alma también se desahogue es algo bueno —prometió y lentamente tomó sus manos, alzándolos entre ellos—. Solo... Me gustaría que le dieras la oportunidad de desahogarse solo con lágrimas y no rompiendo más parte de tu cuerpo, ¿estaría bien eso? —pidió.
—Lucero... —murmuró Devak, pero no dijo nada más aparte de eso, lo cual le decía a Mattias que seguía algo aturdido con el pequeño episodio.
Observando las manos sangrantes con los nudillos rotos, el omega soltó un suspiro.
—Eso debe de doler —musitó con una pequeña mueca—. Vamos, debo de revisar tus manos y creo que es buen momento para revisar las otras también —expresó y dejó ir una de las manos antes de comenzar a caminar.
Cuando el alfa se tambaleó ligeramente, Mattias le observó y dudó un poco.
—Mira, te ayudaré a caminar y para eso me acercaré más, ¿de acuerdo? —explicó.
Sin respuesta, pero con unos atentos ojos siguiendo todos sus movimientos, el omega se acercó apegándose a su costado y soltó su mano para rodear un brazo por su cintura.
Observando fijamente el rostro del alfa, Mattias tomó su brazo y lo movió rodeando sus propios hombros.
—Ahora, puedes recargarte en mí mientras caminamos —expresó y avanzó un paso de prueba.
Tuvieron que tener al menos unos cuantos pasos de pruebas antes de finalmente agarrarle el ritmo.
Mientras caminaban, Mattias agitaba ligeramente su cabeza de forma negativa cuando algunos de los trabajadores se le quedaba observando, dudando sobre si acercarse ayudar o no.
—Eso es, lo estás haciendo muy bien —alabó Mattias cuando Devak se quejó—. Muy bien, será mejor que tomemos respiraciones profundas aquí, porque te va a doler —advirtió deteniéndose un momento frente a los escalones del porche delantero.
Cuando Alan apareció por el costado de la casa, corriendo hacia ellos, Mattias se sorprendió y tal vez soltó un pequeño chillido sorprendido tras ser tirado por Devak detrás de su cuerpo mientras este enfrentaba a su tío, casi como si lo estuviera protegiendo de algún peligro.
—Pero... ¿Qué...? —balbuceó Alan—. Muchacho, soy yo, tu tío —anunció, pero solo recibió un gruñido amenazante en respuesta.
Sintiendo como el aroma de su paciente comenzaba a aumentar, soltando esta vez aquellas feromonas amenazantes, Mattias inmediatamente se inclinó por el costado del cuerpo de Devak, mostrando su cabeza.
—No es buen momento para interrumpir ahora, Alan —anunció—. Aléjate un poco y déjame ayudarle a entrar, tengo que revisar todas sus heridas —explicó.
—¿Por qué no parece reconocerme? —preguntó con dolor.
—Será mejor que hablemos de ello después, realmente tengo que revisar sus heridas —insistió al encontrar una mancha de sangre en la ropa.
Asintiendo, Alan finalmente retrocedió, pero el cuerpo de Devak siguió tenso y alerta, sin importar la distancia que colocó el otro alfa.
—Muy bien, chico malo, sigamos nuestro camino —anunció, volviendo a rodear su cintura con su brazo—. Un paso a la vez e ignora al otro alfa —ordenó y lo obligó a avanzar.
Afortunadamente, no encontró resistencia alguna mientras avanzaban, por lo que lento, pero constante, Mattias lo subió hasta la habitación del alfa y lo ayudó a recostarse.
—Hey, no cierres tus ojos de la nada, me asusta —advirtió observando algo asustado al alfa.
Acercándose, colocó un dedo bajo su nariz y soltó un suspiro de alivio al encontrar su respiración estable.
—Alfa tonto —bufó despacio y se alejó, o al menos lo intentó, ya que la mano que se apoderó débilmente de su muñeca le detuvo—. Descuida, solo voy por mi bolso para poder atender tus heridas —explicó dándole unas ligeras palmadas a su muslo.
Lentamente, la mano le dejó en libertad y el omega se alejó, solo deteniéndose unos segundos a los pies de la cama para contemplar a su paciente.
Algo realmente muy malo le había sucedido a Devak, y necesitaba al menos tener algunos detalles si deseaba cuidar bien del alfa.
Acercándose a la puerta, Mattias sonrió levemente al encontrar a Alan esperándole con su bolso en sus manos.
—¿Cómo está? —preguntó bajo y preocupado.
—Aún no he revisado sus heridas, pero estoy seguro de que se habrá abierto un punto o más —explicó tomando su bolso—. Y creo que nosotros necesitamos hablar.
—Lo sé —torció sus labios—. Estaré esperando abajo.
Asintiendo, Mattias volvió a entrar en la habitación y se encontró con el alfa profundamente dormido, por lo que rápidamente, aprovechó para revisar cada herida, utilizando sus tijeras para recortar la camiseta y sacarla de su camino.
—Bueno, señor Haskell, tal parece que has entrado a mi lista de pacientes en los cuales debo de utilizar mis métodos poco convencionales —murmuró tras detectar el vendaje del abdomen lleno de sangre.
Sacando todas las cosas necesarias de su bolso, Mattias atendió con especial cuidado cada herida del alfa, dejando para el último sus brazos y manos.
—Recuérdame mañana obligarte a usar un cabestrillo y un inmovilizador de rodilla —pronunció terminando de vendar los brazos, satisfecho de ver que al menos las quemaduras se estaban recuperando bien, a pesar de todo lo otro.
Tomando las manos del alfa, Mattias revisó sus nudillos, los limpió removiendo toda la sangre seca y los revisó nuevamente antes de finalmente vendarlos.
—Sabes, no importa que boxes siempre y cuando tengas tus manos protegidas —comentó finalmente terminando.
Observando la hora, sacó los medicamentos correspondientes y acarició el cabello del alfa un poco para despertarlo.
—Shh, solo necesito que te tomes tus medicamentos y te dejo tranquilo —prometió cuando esos ojos azules parpadearon hacia él con confusión.
Ayudándole a tomárselos, Mattias finalmente se levantó y salió de la habitación. Entrando en la suya, dejó su bolso y contempló su lámpara de noche.
—Bien, no creo que me odie más —se encogió de hombros y tomó su lámpara en forma de faro con pequeños ositos intentando escalarla.
Entrando en la habitación de Devak, el omega dejó la lámpara sobre la pequeña mesita de noche y la encendió antes de alejarse para cerrar la ventana y correr las cortinas, arropando bien a su paciente antes de finalmente salir y bajar.