Capítulo 2

1285 Palabras
Peython Lewis. —Ya idiota, hazme mi maldito desayuno— Nuevamente lo mismo de siempre, levantarme temprano para servirles a mi hermanastra ,mi madre y su pareja. Todo tan divertido y pacífico como siempre. (espero que se note mi sarcasmo). Se preguntaran ¿Por qué rayos no sales de ahí? ¡Sencillo! Soy menor de edad y hasta que cumpla los 19 no puedo liberarme de ellos. De igual manera lo harán imposible ¿por qué? Soy la única heredera de mi papá ( quien falleció) y mi querida madre al momento de tal suceso proclamó tan ilícitamente, y la cito: "Jamás te iras de aquí hasta que todo ese dinero quede a mi nombre".- Quizás me maten unos de estos días, aunque no me importaría, la idea del "Como lo harían " si me aterraba. Todos ellos son perversos, uno nunca sabe lo que pasa por la mente de un King. Además, nadie haría nada por mi, solo soy una basura más de esta casa. Quizás una persona si notaría mi ausencia y si, ese es el desgraciado del padre de mi "hermanastra". Ian King y así como lo dice su apellido es todo un " rey", una de esas personas que están bañadas en dinero, pero que aún exigen más y más. Es insaciable, por cada segundo que pasa en su vida, si no ve un dólar ingresar en su cuenta de banco, simplemente no podría vivir. Todo un magnate según muchos, ese que chasquea los dedos y tiene lo que quiere, admirado por todos. Menos por mi. Es solo, según mi criterio, un maldito cerdo emprendedor y estafador el cuál trafica no sé cuantas porquerías, pero lo tapa con una imagen de "buen empresario respetable". Algo así como un político, pero sin la insignia de "gran ministro". Tonterías. Quizás, hasta este punto de la historia se preguntarán ¿por qué tanto odio? Pues les diré, no siempre fue así, antes hasta le tenía un poco de cariño ya que el único que me defendía (y lo sigue haciendo) de esas mustias, es él. Lo apreciaba en serio que si, llegué a quererlo como si de un padre se tratase, hasta que todo cambió una noche. Flashback —Ya te puedes ir a dormir, pequeña rata— dijo mi querida madre. Como sumisa que soy, solo me tocó asentir para después dirigirme hasta mi habitación con la cabeza gacha. Al fin tenia una alcoba, antes me hacía dormir en el ático pero desde que Ian se mudó y edificó parte de la casa, obligó a Grace (mi madre)a darme una pieza propia. Él es tan genial. De verdad lo aprecio mucho, desde su llegada se podría decir que algunas cosas, aunque sea mínimas, cambiaron para bien. Eran aproximadamente las 02:00 a.m y no podía dormir,me voy hasta el baño y lavo mi cara. —Rayos ¿qué me pasa?— digo mirándome al espejo. Por alguna extraña razón estaba inquieta, muy desorientada diría mi papá que en paz descanse. Es como si supiera que algo malo va a suceder. Salgo del cuarto de baño y pego un saltito al ver a Ian sentado en mi cama. —¿S—se te ofrece a—algo?— le pregunto totalmente tomada por el terror— Me observa de pies a cabeza con una sonrisa ladeada. —La verdad es que sí— se puso de pie y comenzó a caminar hacia mi— te quiero a ti cariño— Sin verlo venir, tomó mis muñecas y me pegó a su cuerpo, se agachó y me besó. Yo comencé a forcejear intentando separarme de él, pero se me hacía imposible ya que Ian era el triple de fuerte que yo. —Dejame por favor— logré decir a duras penas— —No cariño, eres mía— su voz se oía más ronca de lo normal— vas a ser una buena niña y me vas a obedecer en todo lo que te diga— Lo único que quería era que me soltara, despertar y darme cuenta de que todo era un sueño... Pero no, en lugar de eso me encontraba en mi cama, con el hombre al cual le había tomado algo de afecto encima mío, repartiendo besos por todo mi cuello y cara. —P—por favor Ian, n—no me hagas esto— susurro a duras penas— q—que tal que t—tu hija o mi madre se levantan— Él solo rió con ganas y miró mis ojos. —Ellas se fueron a la casa de campo este fin de semana ¿no lo sabías? Oh! Cierto, olvidaba que ni siquiera te tienen en cuenta— Sus palabras dolían, pero no tanto como lo que él quería hacerme. —Por favor, te lo suplico, ten piedad, y—yo soy c—como tu hija— intentaba hacerlo entrar en razón, pero de nada servía. —Tú jamás serás como ella— suelta brusco— tú no eres alguien mimada ni odiosa, eres bella naturalmente, en cuerpo y mente y eso... Eso me pone demasiado— Sus palabras se convirtieron en besos bruscos y manoseos indeseables. Intentaba defenderme, intentaba hacerlo entrar en razón pero de nada servía. Ian yacía encima de mi, desnudo y con una sonrisa enorme, yo estaba igual que él pero sin la sonrisa de gloria y con los nervios a flor de piel. Mi cara se hallaba totalmente roja y mojada por las lágrimas, pero eso le excitaba aún más, lo sabía por sus ojos. —A partir de ahora, serás totalmente mía, mi pequeña Peython— Y sin más se introdujo en mi,robandome el aliento y las ganas de vivir. Rogaba,gritaba y pataleaba. Pero nada servía, él lo gozaba y yo... Lo odiaba. Tan pequeña y frágil, que iba a saber que con tan solo 15 años esto me sucedería.. Esa noche fue eterna, fue la peor de todas. Mi padrastro se había quedado a dormir en mi cama, junto conmigo y todo el fin de semana me obligó a estar desnuda y tener sexo con él. Me obligó a estar a su merced,y a humillarme. Así como lo hacían ellas. Y yo que pensaba que aquel hombre que se robó mi virginidad sería el ángel que me ayudaría a resistir de todo esto. Fin del flashback* Niego al recordar esas estupideces que pensaba. ¿Y yo que iba a saber? Tenía seis cuando él llegó, Raquel (su hija) era dos años mayor y desde un inicio de alió con mi madre para hacerme la vida de a cuadros. Ian parecía alguien normal, hasta confiaba en él. Que estúpida fui. Tratando de olvidar todo eso decido vestirme e ir al colegio. Ahí mi vida es diferente, todos me tratan bien y me quieren. El respeto es palpable en cada rincón de ese lugar. Es mi escapatoria de la cruda realidad. Me ducho rápidamente y me coloco una remera olgada, unos jeans ajustados y unas zapatillas. Me observo al espejo y no estoy tan mal. Me siento orgullosa de trabajar en un salón de belleza como maquillista y que mi sueldo me alcance para algunos trapos y, ahora, pagar las consultas al psicólogo. Peino mi cabello lacio y sin más decido bajar. Voy a la cocina y comienzo a sacar todo para preparar el desayuno. Tranquilamente prendo la estufa y pongo aceite a calentar. Todo va normal, tan insípido e irreverente como todas mis mañanas en esta casa. Hasta que siento una presencia pesada en mi espalda... —Buen día pequeña Peython— Mi corazón se acelera y mis sentidos brincan del miedo. Se nota que jamás podré tener paz aquí.
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