Capítulo — El Parabrisas y las Lágrimas
La tormenta caía con furia sobre la ruta. Las gotas rebotaban en el parabrisas con un estruendo metálico, y el limpiaparabrisas iba y venía en un vaivén hipnótico. Izquierda. Derecha. Izquierda. Derecha. Como un péndulo cruel que marcaba el compás de su agonía interior.
Julieta sujetaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos. El agua le deformaba la visión de la carretera, igual que sus pensamientos deformaban la realidad de su vida. Todo se mezclaba: la rabia de Mateo, las palabras que la habían atravesado como cuchillos, el recuerdo de la risa de él cuando todavía creía que era feliz a su lado.
El parabrisas le devolvía imágenes quebradas, como espejos rotos: Mateo sonriéndole, Mateo gritándole, Mateo llamándola me
