Annya flotaba boca arriba con los parpados cerrados, los sonidos le indicaban que estaba en el océano, era un mar infinito, tan cristalino y verde azulado, cualquiera diría que estaba cerca de una playa paradisiaca, no obstante, en lugar de sentir paz, solo sentía un gran vacío y tristeza.
Abrió sus ojos intentando ver algo, sin embargo, solo podía ver agua hasta el horizonte y a sí misma. Suspiró, algo le decía que no debía estar ahí, así que confundida se preguntó:
— ¿Dónde estoy?
Al no hallar respuesta, fue tanto su incomodidad al largo silencio que repentinamente, lo oyó.
— En el fondo.
Una voz igual que un eco le respondió, cosa que la sorprendió moviendo la cabeza para buscar quien lo había dicho, pero no había nadie.
— ¿Qué quieres decir?, si estamos en la superficie —repeló, cubriendo un poco sus ojos con el antebrazo para evitar el intenso sol.
— Me refiero al fondo de tu mente.
— ¿Eh?...
De la nada recordó todo, una sarta de imágenes de lo que había hecho, como si fuera una película a una velocidad impresionante, hasta el momento donde uso el abrecartas para cortar sus venas.
— ¿Estoy muerta? — preguntó afligida.
— No, aun no, aunque depende de ti.
— «Y eso qué demonios significa»—pensó.
Lo desconcertante de no saber quién le hablaba, le hizo gritar.
— Me estás poniendo de los nervios, ¡MUÉSTRATE!
Hubo un breve silencio hasta que escuchó la voz a su lado.
— Hola.
Se espantó por ello, y al ver quien era frunció el ceño.
— ¿Qué haces aquí? — inquirió enojada.
Era Keith, así como ella, portaba traje de baño de color n***o, y traía como un añadido lentes de sol, estaba también boca arriba, solo que con las manos cruzadas detrás de su cabeza y sus piernas juntas, como si estuviera tranquilo de vacaciones, descansando el muy desgraciado.
Aun si no sabía dónde se encontraba, no estaba muy feliz de verlo, podía recordar claramente las últimas palabras que le dedicó.
— Te dije que no quería volver a verte.
— Tus reclamos están por demás, no soy el Keith que conoces, soy tu inconsciente.
— Me debes estar jodiendo...
— No, tu misma necesitabas convencerte, y que mejor que tomar una forma que te importe — esto la hizo enfurecer.
— YA NO IMPORTAS, ERES UN BASTADO, ME ENGAÑASTE Y USASTE A TU CONVENIENCIA SIN IMPORTARTE MIS SENTIMIENTOS, ¡JAMÁS TE LO PERDONARÉ!
Quería golpearlo, pero su cuerpo solo flotaba, no podía moverse a voluntad, se sentía agitada después de gritarle
— ¿Terminaste?
— ¿Cómo te atreves...
— Ya te lo dije, le ladras al árbol equivocado, no soy él; además, te estas engañando a ti misma.
— ¿Qué?
— Todavía te importa y le amas, aunque fuera falso, lo que sientes es real, de lo contrario no habría tomado esta forma... Quizá no represento tu lado racional, pero si tus peores miedos...
— ¡No te temo!
— Déjame terminar... y tus más profundos deseos — ese fue un duro golpe —, y con quien más enojada estás, es contigo misma por caer.
— ...
La dejó sin palabras
— Sabes que estoy en lo cierto, soy tú, estoy dentro de tu cabeza después de todo, y sé que en realidad no quieres morir.
Empezó a escuchar llantos y suplicas distorsionadas, con un tono casi tétrico y desgarrador pidiéndole que despertase, volteaba de un lado al otro para ubicar de dónde venían esos sonidos lejanos.
— ¿Q-qué es eso?
— Son tus padres, están sufriendo por lo que hiciste.
A duras penas la joven logró tapar sus oídos, era angustioso escucharlos.
— ¡Detén esto...! — imploraba—. Aunque deseaba escapar... yo solo no quería ser un problema para ellos.
Se justificaba al punto del llanto.
— ¡DETENLO! — rogaba, sin poder soportarlo más.
— No puedo hacer nada, esas son las repercusiones de tus decisiones, no obstante, puedes volver y arreglar la situación.
— ¿Cómo?
— Bueno, ya mataste dos cosas que te impedían avanzar, tu ingenuidad y tu miedo, ahora lo que más deseas es recuperar tu libertad y sobrevivir, incluso si eso implica hacer el mal.
Tembló ante eso, pero sí, no podía mentirle, no tenía caso negarlo...
— No más inhibiciones, ni terquedad, aunque estás acostumbrada a levantarte sola, las personas verdaderamente inteligentes saben que cuándo no pueden con todo es hora de pedir ayuda, y tú, tienes caballería de sobra, sabrás que hacer.
Era verdad, y aun cuando era la imagen de la persona que la había lastimado, se sentía renovada, estaba segura que despertaría como una persona nueva y diferente, disfrutó por un momento el agua tibia y la brisa salada hasta que su inconsciente volvió a hablar.
— Es tiempo...
— ¿Eh?
— Adiós.
Y entonces, comenzó a hundirse cada vez más, increíblemente no se asfixiaba, y aunque todo se iba oscureciendo, por fin pudo sentir alivio.