Capítulo 5

1072 Palabras
Capítulo 5: Debes vivir con ello  Su mirada no me gustaba. Realmente sí, sólo…no sé, me ponía incomoda. —Me alegro de que estés contento por tu trabajo. Pero necesito saber muchas cosas—fui más precisa. “Así es Alma”. —Hasta que por fin lo dices—me soltó dando un paso atrás—Adelante. Tomé aire colocando todo en orden dentro de mi cabeza. ¿Qué podía preguntarle primero? Increíble, hace minutos estaba decidida y segura de lo que haría. Ahora con él frente a mi esperando…todo se me había ido. Tomé aire, Alan se sentó en la silla del escritorio mirándome esperando mi pregunta. —Antes de que me encontraras… ¿Tenía familia? —mi voz sonó…temerosa. —Todos tenemos familia antes de ser esto—habló como si fuera lo más normal del mundo. — ¿Pero dejé a alguien solo? —esperaba que me entendiera. Alan no parecía tomar el momento enserio. —Vas muy rápido, no responderé eso. — ¡¿Qué?!—estallé—Dijiste que preguntara. —Así es, pero vas muy rápido. —O tú me estas ocultando algo—lo atajé rápidamente. — ¿Por qué lo haría? —se encogió de hombros para tomar el lápiz del escritorio—No significas nada para mí—comenzó a moverlo en sus manos rápidamente con gran habilidad en sus dedos—Así que si te miento o no…no me lastimaría ni me dolería en ningún sentido. —Por favor, Alan—pedí acercándome a el— ¿Hay alguien esperándome? Deberías entender la desesperación que siento por saber. — ¿Para qué quieres saber? No puedes volver, Alma. —Pero quiero saber—nuestros ojos estaban fijos en el otro. Me agaché quedando casi a su altura— ¿Tenía hermanos? Suspiró dejando el lápiz quieto. Comenzó a golpearlo levemente con la mesa. Asintió lentamente mirándome aún. — ¿Cuántos? —Sólo uno. — ¿Cuál era su nombre? —un débil mechón rozo mi mejilla cayendo ante mi ojo derecho. —Maya. Tenía seis años, la protegías mucho. Siempre le dibujabas…—a mi mente vino una imagen tierna. — ¿Cómo es ella? —mi corazón latía fuerte. —Igual a ti—su voz se volvió dulce—A diferencia de los ojos. Me levanté sentándome en la cama. Tenía una hermana menor, una pequeña niña que debería estar conmigo, que debería estar en mis brazos, llevé ambas manos a mi cabeza queriendo recordarla, pero no podía. — ¿Qué paso con mis padres? ¿Con quién vivía? —no lo miré, pero podía sentir sus ojos verdes sobre mí. —Sólo con tu hermana y ellos. Tu padre solía cazar y encargarse de que la carne llegara a la casa, tu madre siempre se quedaba en casa cocinando, Maya y tu iban a la escuela—siguió hablando en tono neutro y relajado—Maya siempre quería imitarte, hablabas sobre siempre ser uno mismo. Dejarse llevar por los sentimientos, te encantaba subir a los árboles. —Me inquieta no recordar nada—lo miré— ¿Aún viven? ¿Dónde están? Necesito verlos, Alan sé que dije que no, pero quiero verlos—pedí ansiosa, aunque su rostro era serio. —Alma, no puedes verlos—se levantó. Lo miré confusa. — ¿Por qué no? No puedes hacer nada para obligarme—se colocó frente a mi tomando mis hombros. —Alma, tus padres y tu hermana están muertos—habló con toda la seriedad del mundo. Busqué en sus ojos un rasgo de mentira, que me indicara que era mentira. Sentí las ganas de llorar, ¿Qué mi familia estaba muerta? ¿Por qué? Eso no puede ser. —No, no. Me estás mintiendo, dijiste que no te importaba hacerlo—me solté de su agarre levantándome dándole la espalda. Negué con la cabeza. —Pues no lo estoy haciendo. Sé que lo dije, pero tienes que creerme, tu familia está muerta. —No. Alan no, no puede ser—tomé aire queriendo calmarme. Mis manos temblaban, me giré mirándolo— ¿Entonces porque yo viví? —Ya te lo dije, te encontré a tiempo—su rostro reflejó algo de preocupación. — ¿Dónde me encontraste? ¿Qué pasó? ¿Cómo murieron, Alan? —exigí saber. Sentí algo húmedo en mis mejillas, estaba llorando. ¿Los vampiros podemos llorar? —Ella no pudo morir, tiene solo seis años. ¡Lo acabas de decir! —Hey—se acercó tomando mis brazos—Es doloroso, lo sé, pero te digo la verdad. Yo te convertí, vi toda tu vida humana Alma. Ellos murieron. Atacaron tu aldea, tus padres no sobrevivieron. Intentaste ayudar a Maya a escapar, pero la alcanzó uno de los vampiros de ataque—negué con la cabeza de nuevo— ¡Escúchame! —lo miré—Luchaste con él, pero te hirió provocándote una gran herida en el estómago. Tuve que convertirte… — ¡¿Por qué no lo hiciste con la niña?!—chillé queriendo caer al suelo, pero el agarre de Alan me lo impedía. Sus ojos verdes intentaban ser comprensivos y suaves. — ¡Lo hice, créeme que lo hice! —alzó la voz moviéndome bruscamente. Se notaba que le estresaba verme así—Maya estaba sin sangre en su cuerpo, no podía convertirla, no serviría de nada solo se puede convertir cuando la persona está viva. —Estoy sola, estoy sola. Alan—lo abracé olvidando el odio. Necesitaba que alguien me dijera que todo estaría bien, había perdido a mi familia y lo peor era no poder recordarla. Me dolía más el hecho de saber que mi pequeña hermana había muerto por un vampiro—No recuerdo nada, necesito recordar algo. —Shh—Alan acarició mi espalda intentando calmar el llanto—No se puede recordar Alma, es la dura verdad. Debes acostumbrarte a esto, tranquila, no estás sola. No eres la única que pasa por esto, todos hemos pasado por esto, siempre hay alguien nuevo. Más lágrimas caían. Alan las secó mirando mis ojos, su rostro no estaba serio ni tenso, parecía comprenderme. Colocó mi frente con la suya con sus manos en mis mejillas. —Cierra los ojos—ordenó. Hice eso mismo—Respira—llené mis pulmones de aire—Suéltalo todo—dejé que el aire saliera—Hazlo de nuevo lentamente—seguí haciéndolo hasta lograr calmar el llanto. Ahora mi cabeza dolía—Muy bien, mírame Alma. Costosamente lo hice. —No estás sola—susurro—Todos te enseñaremos, nadie muere por esto. Al principio es doloroso, lo sé, pero poco a poco el dolor se va apagando. Créeme—acarició mis mejillas haciéndome sentir mejor. Su voz me hacía sentir en un lugar seguro, calentito, sin nada peligroso, solo relajación—Yo principalmente te ayudaré, es mi deber ir mostrándote cada cosa. Cada inquietud que tengas. —No puedo seguir… —Lo harás, Maya lo hubiese querido. ¿No crees? —No la recuerdo Alan, me duele no recordarla…—se separó apenas. —Lo sé, lo sé—me interrumpió dulcemente—Te ayudaré a vivir con eso. No puedo hacer más, pero debemos seguir con tu transformación, cuando acaben los cinco días que debes beber sangre para mantenerte fuerte…te enseñare todo lo que necesitas saber. —Gracias—fue lo único que pude decir. —Pero debes pensar en algo que te mantenga relajada. No quiero verte así de nuevo—asentí—Bien. —Alan. — ¿Si? — ¿Cuánto tiempo llevas siendo vampiro? —dudó unos minutos si decir o no—Solo quiero saber, no te reclamare nada—realmente las ganas de discutir se me habían ido. —No mucho—suspiró soltándome—Seis años. — ¿Qué edad tienes? —Veinticuatro. — ¿Qué edad se supone que tengo? —Dieciocho—sonrió de lado.
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