Una Omega para el líder

1979 Palabras
❝ S e i s ❞ Hana miró intimidada al imponente Alfa Líder que estaba en frente suyo. De pronto, sus piernas temblaron y entró en un estado de parálisis por los nervios. Era el Alfa DuPont, ese que discutió con Jackson cuando el mismo le gritó; aunque él lo hizo para defenderla, Hana pensaba que Adrien sólo lo había hecho por no hacer silencio en su bienvenida. ¿Quién le prestaría atención a una Omega en apuros? Normalmente, las personas seguían de largo ante sus pedidos de ayuda. Su Omega chilló con miedo, estaba desprotegida, no tenía un Alfa al cual llamar para ser defendida. Hana se encogió, buscando desesperadamente una salida de escape. Era vergonzoso, y para complementar su situación, llevaba ropa que apenas cubría su cuerpo. ¿Por qué la Tierra no la tragaba ahora mismo? Sería un lindo gesto de su parte hacerlo. Pudo ver un pequeño espacio entre el Alfa y el marco de la puerta, por lo que, sin ninguna otra salida, corrió dejando que pasara lo que tenía que pasar. Tal vez escaparía, tal vez no. Adrien actuó velozmente e interpuso su brazo con la salida de la Omega, provocando que Hana quedase encerrada. Era Omega muerta. —¿A dónde crees que ibas, pequeña? ¿No me explicarás qué hacías comiendo mi pastel sin permiso? —Hana le miró fijamente, para después negar con su cabeza. —¿No me dirás? —Hana volvió a negar. —¿Segura? —Ahora le tocó asentir. Al parecer, la Omega era valiente. La rubia se alejó en silencio para volver a acercarse al pastel, tomó la cucharilla y, como antes, agarró una fresa con crema. Adrien alzó una ceja, curioso de ver lo que haría la Omega. Hana se acercó y, cuando el alfa menos se lo esperó, tenía la cucharilla con la fresa frente a él. Su confusión no se hizo esperar, y para cuando quiso preguntar, Hana respondió antes con un: —Una ofrenda de paz, no me mate, por favor. —No te mataré, pequeña, aunque debería. —El mayor sonrió divertido. Hana mantuvo sus ojos entrecerrados, dudaba que ese Alfa la dejara libre tan fácilmente. —No te creo. ¿Qué quieres? Los Alfas siempre tienen algo que pedir. ¡Ustedes son malos! —Lo que Adrien pensó que era una broma, era algo que la menor decía muy en serio. A lo largo de sus veintidós años de vida, aprendió que todos, absolutamente todos los Alfas eran malas personas. Hana soltó un pequeño gruñidito cuando Adrien rió. ¿Cómo se atreve? —Disculpe, Líder. —Una sirvienta un tanto adormilada entró a la cocina, interrumpiéndoles. —Su hermano le llama, dice que es importante. —Dile que voy de inmediato. —Ordenó Adrien. —Nos vemos más tarde, pequeña. —¡No me llamo así! —Gritó Hana, carraspeando su garganta al percatarse de lo agudo que había sonado su grito de indignación. Adrien no le prestó atención y subió las escaleras, riendo internamente por tan ridículo y divertido momento. —¡Hana, al fin te encuentro! ¿Cómo pudiste salir sin hacer ruido? Estuve a punto de llamar a los guardias. —Pensé que te habías ido, Jade, lo siento. —No te preocupes, Hani. Vamos, tienes que dormir, aún es temprano. Esa herida en tu muñeca tardará en sanarse si no descansas. —Hana iba a quejarse, sin embargo, una sola mirada de advertencia por parte de Jade bastó para que de inmediato corriera a la habitación. — ◇ — —Adrien, tenemos un problema. —Gabriel se sentó frente a Adrien, llegando con una carta que tenía estampado el sello de la manada de Darkmoor que le pertenecía a Ulric. —A Delacroix se le han presentado problemas apenas dejó que te llevaras a la Omega. —Hablé con la chica hace unos minutos, robó de mi pastel. —Gabriel no pudo retener una carcajada. ¿Robarle pastel a Adrien DuPont? ¡Tenía que conocer a esa Omega! —Sí, sí. Muy chistoso. Adrien ignoró las risas de su hermano menor y abrió el sobre, encontrándose con dos hojas. Una de ellas era de un tal Marco Bell dirigida a Ulric Delacroix, resaltando en varios párrafos su disgusto junto con el de su esposa al permitir que separaran a su hijo de su Omega. Pedían que devolvieran a Hana ya que ellos habían gastado una gran cantidad de dinero por la chica. Adrien arrugó el entrecejo. ¿Pagaron una gran cantidad de dinero por ella? ¿Acaso un humano era mercancía? Su mirada pasó a la otra carta, esta vez de Ulric para él. En ella le explicó la gravedad de la situación y que le preocupaban las amenazas de los Bell contra su persona y familia. Ya iría a Darkmoor nuevamente a arreglar ese asunto, pero primero no respondería a los llamados de ayuda de su nuevo aliado; una pequeña forma de hacer que aprendiera a seguir las reglas del Alto Mando la próxima vez. —Por cierto, Adrien. —Le llamó Gabriel. —¿No has pensado en buscarte una pareja? —Adrien le miró mal; no le gustaba mucho aquel tema. —¡Oh vamos! Sé que no te interesa, pero me preocupa mi hermano. —Estoy muy ocupado para eso, tú lo sabes. —Dijo Adrien, irritado. —Esa no es una excusa. Estas abriendo las puertas al mundo de toda EmberWood y no tener pareja formal es de gente inmoral. Hablarán mal de ti y no queremos eso. —¿Quién dijo que yo estaba abriendo "las puertas al mundo" de toda EmberWood? Estoy demasiado ocupado y tampoco me importa, te lo he dicho miles de veces. —Adrien se puso de pie decidido a salir, pero Gabriel volvió a llamarle. —Adrien, no te lo digo por entrometerme en tu vida, sólo es una recomendación. Esta mañana llegó otra carta, es de la Gran Arcadia, enviada y escrita por el Alto Mando. —El mayor de los hermanos le arrebató la carta al otro Alfa, aquello no pintaba bien. "Adrien DuPont, Líder de EmberWood: el consejo ha tomado una decisión. Escribimos esta carta para usted, junto con el presidente del Alto Mando. Hemos hablado, pronto tendrá veinticinco años y sin embargo, aún no tiene pareja, no hay rumores de amoríos sobre usted ni encuentros de una noche. Como Alfa Líder, la descendencia es algo elemental, y por obvias razones, queremos que una Omega permanezca a su lado como su esposa. Si esto no se cumple antes del mes de marzo, nosotros elegiremos a una buena candidata para usted. Tiene tiempo desde ahora para conseguir a alguien por voluntad propia. Si se niega será perjudicial para usted, su familia, su imagen y todas las personas pertenecientes a su manada. Si esto ocurre, EmberWood dejará de ser protegida y respaldada por nosotros y por la Gran Arcadia entera. Usted decidirá lo que le parezca mejor." Adrien arrugó la hoja entre sus puños, ¿A quién se le ocurriría? ¡Conseguir Omega, cortejarla y tener hijos no era algo que se hacía en dos horas! Eso requería meses y años, pero el Alto Mando sólo le cedió una duración de tres meses para elegir a voluntad propia a alguna Omega. ¿Esas personas acaso no tenían cerebro en sus adineradas cabezas? —Si quieres podemos reclutar chicas... Podrías elegir. —Propuso Gabriel, palmeando suavemente la espalda de su hermano. —No quiero eso, me vería como un desesperado urgido. Recuerda que sólo nosotros y ellos saben lo que dice esta carta, los demás no. —Suspiró. — Además de que vendrían muchas, podrían traicionarme o estar conmigo por poder simplemente. No sé qué haré. —Con el tiempo lo resolverás, siempre tienes una solución Adrien. Adrien siempre cumplía con las leyes del Alto Mando y les tenía respeto a sus miembros, tal y como se lo enseñó su padre alguna vez. Pero ahora mismo quería ir a Arcadia y mandar a todos al diablo. — ◇ — —Le prometo que no haré nada malo, Jade. Por favor. —Hana miró con ojos de perrito a la Omega, sabía que nadie se resistía a sus pucheros. —¿Sí? —Está bien, sólo no robes más pasteles. —La Omega menor se sonrojó, gracias a la sirvienta que los había visto y escuchado, todos en la mansión se enteraron del incidente. —Mantente cerca y si pasa algo malo corres hacia los guardias. —No pasará nada malo, será un paseo. Antes de que Jade se retractara Hana se apresuró a la puerta trasera. Luego de que Jade limpiara su herida en la muñeca y colocara vendaje nuevo, quiso salir a tomar aire fresco. Su estancia en ese lugar no sobrepasaba los tres días pero ya quería irse; ahí estaba mejor, obvio que sí, pero era una extraña, ni siquiera sabía cómo había llegado ni quién la había traído, mucho menos por qué. Felizmente se adentró en los extensos jardines. Los árboles y arbustos estaban perfectamente podados, mientras que las flores de distintos tipos le daban vida al sitio. El inmenso camino de piedra la llevó hasta el final, donde encontró una hermosa fuente de agua cristalina. Una gran curiosidad invadió a Hana al percatarse de los altos muros que rodeaban todo el jardín, por lo que, sin contenerse, subió a un árbol para ver qué había fuera. Sus ojos miraron con asombro y detenimiento el pueblo, las casas y cabañas alrededor, y las personas pasando de aquí para allá, con niños corriendo y un ambiente encantador. Era un día tranquilo; el cielo azul tenía pocas nubes, el sol brillaba y la frescura del viento movía a los árboles y pinos. Fue entonces cuando se percató de que la enorme mansión que le daba hospedaje se encontraba en una especie de montaña, no muy alta, pero que sí ofrecía una vista elevada del pueblo. Siguió observando hasta que un grupo de personas agitadas se agrupó, llamando su atención casi de inmediato. ¿Había pasado algo malo? Más personas se unían, gritando cosas que, debido a la distancia, Hana no lograba oír. Prestó más atención y pudo ver a una mujer recostada en el suelo con un prominente vientre; inmediatamente comprendió que la Omega iba a tener un bebé allí. Observó mientras una mujer mayor se acercaba y la ayudaba. Minutos después, las personas aplaudieron felices al ver que el pequeño bebé fue puesto en las manos de su madre, mientras un hombre, probablemente el padre, corría hacia la tierna escena. Por un momento, Hana se sintió feliz por la chica, pero después la tristeza, junto con una pequeña lágrima que escapó sin permiso, arruinaron su buen ánimo. Su subconsciente le recordó que ella nunca estaría en una situación así; incluso imaginar una escena similar era imposible. El dolor era profundo, más que los golpes y las heridas; dolía como el infierno saber que su cuerpo estaba estropeado. Siempre había soñado con formar una familia, pero lamentablemente, el destino no lo había querido así. Pasó la mano por su mejilla para borrar la pequeña lágrima y, como tantas veces en su vida, sonrió. Era una sonrisa falsa, una que indicaba a los demás que estaba bien a pesar de sentir una gran tristeza por dentro. Fingir que todo estaba bien ya era normal para Hana, aunque se sintiera mal por mentir. No quería que la vieran con lástima; eso la derrumbaría. Bajó del árbol y caminó de vuelta a la mansión cuando, de repente, vio al mismo Alfa de esta mañana, parado en la puerta, con los brazos cruzados. Las piernas de Hana dejaron de moverse y se quedó de pie, devolviéndole la mirada con un poco de nervios. Era solo cuestión de tiempo; ¡ya sabía que le cobrarían por el pastel!
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