―¿Estás loca? ―preguntó Carmen, mirando a su alrededor ya de vuelta en la pequeña habitación que les habían asignado. ―¡No podía dejarlos allí, Carmen! ¡Mataron a uno y ese hombre se lo iba a comer! El otro dijo que iba a vender al resto como comida, como si fueran caviar para dragones ―respondió Ariel, sosteniendo a dos de las pequeñas criaturas con cuidado entre los brazos mientras otras seis se aferraban a su hombro. Carmen sacudió la cabeza y volvió a mirar a su alrededor. Había docenas de criaturas por todas partes: encima de la mesa, debajo de la mesa, en el baño, ¡encima de Ariel! Carmen había vuelto la última y se había encontrado la habitación llena de toda clase de animales. Solo su hermana era capaz de encontrar un animal necesitado en una nave de guerra alienígena gigantesca

