CAPÍTULO6

1666 Palabras
Al día siguiente, volví al laboratorio con una nueva actitud, y con una capa extra de rímel. No iba a dejar que Saint James me amargara la vida. Me concentraría en mi trabajo y en aprender todo lo que pudiera. Y si él seguía siendo un idiota, bueno, tendría que encontrar la cura para la idiotez antes de 3 meses. El laboratorio era mi campo de batalla personal. Cada tubo de ensayo que agarraba, cada placa de Petri que observaba, me recordaba la fría mirada de Saint James y sus comentarios despectivos. Hoy, sin embargo, había decidido no dejar que me afectara. Me puse los audífonos y puse a todo volumen mi playlist de rock de los 90s, mientras intentaba aislar el ADN de una muestra de tomate. -¿Qué clase de juego infantil es este?- Saint James murmuró mientras se posicionaba a un lado de mi taburete. -¿Perdón?- levanté la vista lentamente cuando me encontré con su sombra fría en mi espalda, me retiré uno de los auriculares y esperé. Noté que toda la audiencia tomaba palco para presenciar como era fusilada y mis órganos vitales caían sobre el mesón impoluto del laboratorio. Taylor se incorporó y me hizo una mueca afligida. -¿Srta. García está tratando de hacer alguna clase de brebaje en mi laboratorio? -¿Qué?...no yo… -No me gustan las brujerías – apreté la micropipeta tan fuerte que podría haberla transformado en un embudo- dígame ¿qué es lo que está haciendo mal?- Mire rapidame mi puesto de trabajo, las placas, el lavalozas, la sal, la pureza…todo, absolutamente todo esta según el protocolo que había memorizado. Busqué la mirada de Taylor de forma desesperada, Taylor gesticuló con sus labios algo que por los nervioso me pareció un palabra como…“Col” -Taylor no te he preguntado a ti- ¿cómo diablos…? Taylor estaba justo a la espalda de “Devil” James, ahora resultaba que se había convertido en vidente. Al terminar la jornada, me encontré con Taylor en la cafetería. Me contó sobre un experimento que había salido mal y nos reímos juntos de lo absurdo que había sido todo. La compañía de Taylor era como un bálsamo para mi alma. El silencio fue sepulcral, y yo estruje los guantes talla L de nitrilo bajo el mesón. -¿Qué está haciendo mal la Srta. García?- dijo en voz alta y fuerte. Desde mi izquierda la única mano alzada fue la de Klein un sabelotodo pelirrojo y con dientes amarillos. -El alcohol isopropílico debe estar frío- miré de forma aterrada como el mechero Bunsen de mi compañero de mesa estaba casi tocando mi alcohol isopropílico. Apreté los dientes tan fuerte que sentí el rechinar en mi cerebro, miré al causante del error con tanta furia que el pobre no tuvo más remedio que encogerse de hombros y darme una sonrisa nerviosa. Estuve al borde tomar el mechero y lanzarlo por la ventana, pero respiré tres veces y logré reprimir mis instintos asesinos. -Un error que está a la altura de un alumno de secundaria, vuelva a empezar desde cero Srta. García- comentó burlescamente Saint James mientras se dirigía a su despacho. Sentí que los ojos me picaban, y un calor líquido amenazaba por salir de ellos, apreté la mano con fuerza y me levanté, lo seguí tan de cerca que no alcanzó a sentarse cuando yo ya estaba cerrando la puerta de su despacho detrás de mí. Mientras afuera se desató el caos. -¿Qué le pasa a usted conmigo?- dije sin contener la humedad de mis ojos, la furia me había sobrepasado, y mi cuerpo se había olvidado de las normas convivencia. -Nada- dijo de forma tranquila y sería, mientras se sentaba y abría la tapa de su laptop. -¿Es por que soy la única mujer, por que soy latina, por que soy científica junior o por qué voy por detrás de mis compañeros? -Eres lenta -Pero tengo voluntad, puedo aprender lo que sea necesario, y muy rápido- le dije casi con un chillido -Estoy seguro que la voluntad no es el pilar fundamental de un buen científico, ni mucho menos de un científico de elite. Me contrataron para guiar y elegir a los mejores talentos de la clase, no para enseñarle a niñas de kindergarten -Usted es un sádico sin corazón- las lágrimas brotaban sin control por mi mejilla, y ya no me importaba limpiarme los mocos con la manga del delantal -Lo sé- busqué con la vista empañada algo con filo para apuñalarlo directo al corazón, quería sacarle uno a uno sus órganos y beber su sangre caliente en medio de un ritual feminista. Para la suerte de Saint James la puerta sonó y de ella apareció Taylor con una falsa sonrisa. -Aquí estabas Maya, ven es hora de volver a casa- no lo miré, pero sentí como era arrastrada desde mi codo hacia afuera del despacho. Antes de que la puerta se cerrará lancé fuego por mis ojos con la intención de que su escritorio hiciera combustión, sin embargo antes de perderlo totalmente de de vista noté que se agarraba el cabello y daba un golpe seco en su mesa. -¿Estás loca Maya, quieres que te expulsen? -Es un puto loco Taylor, estoy segura que tiene una mafia encubierta para desterrar a todas las mujeres que hacen ciencia o quizás a todas las que se llama Maya García- volví a sorbetear los mocos con furia, Taylor se acercó y me arregló la maraña de pelo que llevaba encima. -Estas horrible- dijo abrazándome -Lo sé, estoy horriblemente jodida Taylor, lo arruiné, me van a poner de patitas en la calle mañana mismo. -No creo que Saint James sea tan malo… -Si que lo es Taylor, es una mierda y yo estoy jodida -o-o-o-o-o -Oye, ¿quieres ir a la fiesta de bienvenida de los nuevos pasantes esta noche? – se apoyó en el dintel de la puerta con los brazos cruzados. Lo miré con los ojos hinchados y un nuevo nido de pájaros en el pelo ¿Estás de coña?, mira mi rostro…hasta Rocky tiene mejor pinta que yo- Taylor se rió y yo sonreí levemente- no tengo animo. -Necesitas distraerte, no es bueno que te quedes pensando toda la noche, si mañana va a pasar algo malo no lo podrás detener con la mente- -Gracias…- necesitaba salir y distraerme, así que finalmente acepté a regañadientes, quizás esta sería mi ultima noche como pasante, y quería al menos llevarme un recuerdo de la joda californiana, a casa. La fiesta era en un bar cerca del campus, y aunque no era mi ambiente favorito, me prometí pasarla bien. La noche transcurrió entre risas, música y cerveza. Bailé con Taylor, charlé con otros estudiantes y me olvidé por un rato de todos mis problemas. A mitad de la noche Taylor aceptó bailar con un alumno de segundo año del doctorado, ambos estaban pasándolo bomba, pero la euforia duró poco. Un tipo insistente comenzó a coquetear conmigo y, antes de que me diera cuenta, me estaba llevando hacia el baño de hombres. Intenté forcejar pero estaba bastante pasada de copas, lo que hizo que me fuerza disminuyera notablemente. Grité por ayuda pero todo era un mar de griterío y no sirvió de nada, estaba punto de entrar en pánico, cuando sentí una mano fuerte que me sacudía con fuerza, y me dejaba a un lado. Era Saint James. Con una mirada fulminante, agarró al tipo del cuello y lo empujó contra la pared. El tipo salió corriendo, pálido como una sábana. Me quedé aturdida, mirando a Saint James con incredulidad y un puchero en mi labios. Me había salvado, pero ¿por qué? Estaba tan ebria que apenas podía mantenerme en pie. Él me sujetó con firmeza y me llevó a un rincón más tranquilo. —Estás hecha un desastre —me dijo, con voz de reprimenda pero algo raro había sucedido su voz era más suave y paternal de lo habitual. —Lo sé, lo siento —balbuceé. —No deberías beber tanto. —Tú tampoco deberías entrar a los baños de hombres a espantar tipos —le respondí con una sonrisa. Se quedó mirándome por un momento, como si estuviera tratando de descifrarme. Luego sacudió su cabeza como para ahuyentar las malos espíritus, me ayudó a levantarme y me llevó a la salida. Te llevaré a casa —dijo, su voz más suave que nunca. -Taylor…-recordé vagamente a mi amigo. Saint James miró entre la multitud y encontró a Taylor besándose acaloradamente con el doctorando de segundo año. -Él estará bien- dijo posando su mano en mi cintura y jalándome con fuerza hacia él, pude notar por primera vez su olor, una mezcla de madera y jabón cítrico de ducha, una mezcla que eran tan igual a él; duro y ácido Asentí, demasiado aturdida para protestar. En el camino a mi apartamento, no hablamos mucho. Solo el sonido de nuestros pasos resonando en la noche. Y no recuerdo más. Al día siguiente, me desperté con una resaca terrible y la cabeza llena de preguntas. ¿Qué había pasado la noche anterior? ¿Por qué Saint James me había salvado? Decidí que necesitaba hablar con él, pero no sabía cómo. ¿Cómo podía enfrentarme a alguien que me había hecho sentir tan pequeña y tan importante al mismo tiempo? Y luego llegaba como si nada y me rescataba. ¿Por qué estaba pensando tanto en él, en su olor a madera, en su mano en mi cintura?. Alejé de inmediato esos pensamientos, al recordar lo mal que me trataba en el laboratorio. Mientras me preparaba para ir al laboratorio, me miré al espejo. Tenía los ojos hinchados y el pelo revuelto, pero había algo en mi mirada que antes no estaba: determinación. No iba a dejar que me expulsaran de la pasantía, no iba a dejar que el doctor Saint James me arrebatará mi sueño, no, no y no.
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