Rose lo miró, incapaz de apartar los ojos de la expresión de breve dolor que cruzó su rostro. Ahora que su propio turno se acercaba, se sentía un poco asustada. Nunca antes había pensado mucho en cómo debía doler el crujido de los huesos cada vez que alguien tenía que transformarse en lobo. El lobo de Xavier la miró con ojos sabios e instintivamente Rose extendió una mano hacia él. Él obedientemente se acercó, permitiendo que ella lo acariciara detrás de las orejas. —¿Estás segura de que tu secuestrador era más grande que este lobo? —preguntó el investigador. Rose dudaba en responder. Ahora que veía de nuevo el lobo de Xavier, no podía evitar quedar asombrada por su tamaño. Tal vez estaba equivocada. Tal vez era solo la sorpresa de ver a un lobo saltar del bosque lo que la hizo pensar

