—¿Trajiste una varita ReGen?
Fruncí el ceño.
—¿Qué? No sé qué es eso.
Suspiró, pero luego me sonrió por primera vez.
—No pasa nada, has hecho un buen trabajo. Gracias.
Le devolví la sonrisa.
—Ahora que te encontré, podemos llamar a los cavernícolas para pedir ayuda.
—¿Cavernícolas?
—Los compañeros de mis dos amigas de la Tierra.
Cogí la unidad de comunicaciones de su mano y busqué herramientas dentro de mi mochila, que consistían en un cuchillo de trinchar que había robado de la cocina y la batería, o como llamaran al bulto extraño de metal que estaba colocando dentro de la unidad para volver a encenderla.
—¿Tus amigas están emparejadas con cazadores que viven en cuevas? Nunca he oído hablar de tales cazadores. Ni siquiera en las leyendas antiguas. —Negó lentamente con la cabeza
