-Tienes prohibido correrte sin mi permiso – le digo al oído, mientras me siento a horcajadas -.
-Sí, mi ama.
Le muerdo el lóbulo de la oreja y bajo por su cuello.
Si en el mundo de los negocios soy dominante, en la intimidad soy aún peor, no hay nadie en el mundo que sea capaz de decirme lo que debo hacer o no. Mi lengua juguetea con una de sus tetillas, mientras dirijo una mano para darme placer.
Presiono mi clítoris y trazo círculos que me llevan a gemir sobre la piel de James, cuando estoy lo suficientemente mojada, quito el broche que sujeta el body y me entierro en él de una sola vez.
Comienzo a moverme, con mis manos sobre el pecho de James, mirándolo fijamente, porque quiero que sepa que soy yo la que manda. Cierra los ojos cuando mis paredes aprietan su duro mi3mbro, pero le doy una bofetada y los vuelve abrir.
-¡Mírame!
-Perdón, mi ama.
Llevo sus manos a mis pechos, me muerdo el labio inferior cuando sus dedos hábiles aprietan sin piedad mis pezones.
-¡Ah! – sale de mi boca un gemido casi inocente, lo que provoca que su p3ne se endurezca más -. Te gustan así, ¿verdad? Que parezcan inocentes, pero que sean unas p3rras en la cama, como a todos.
-No, mi ama, solo me gusta usted.
-Siéntate – se incorpora un poco, ya que nuestro sillón especial no tiene espaldar -. Ahora, chupa.
Le pongo mis senos en frente y comienza a chupar y lamer, mientras yo me muevo como se me da la gana. James me mira directo a los ojos, mientras lleva sus manos a mis caderas, asiento para que sepa que tiene mi permiso de hacerlo y comienza a subirme y a bajarme sin piedad.
Mis gritos llenan la habitación, sus jadeos me enloquecen más, siento una corriente bajar hasta mi centro y aprieto su m*****o, haciéndolo gemir.
-Solo porque has hecho bien tu trabajo hoy, te dejaré corr3rte conmigo.
-Gracias, mi ama.
Ataco su boca sin piedad, mientras nuestros movimientos se vuelven violentos, me aferro a su espalda y le entierro las uñas, el orgasmo es inminente… hasta que llega.
Grito cuanto se me da la maldita gana, porque esto ha sido delicioso. Hecho la cabeza atrás porque James no deja de moverse dentro de mí y termina, haciendo que mi orgasmo se prolongue aún más. Maldito chiquillo, que sabe lo que me gusta.
-Solo por eso, en la noche te dejaré que me lo hagas como te guste.
Le dejo un beso en la boca y me pongo de pie, termino de quitarme la ropa y me voy a la ducha. James llega conmigo, me da suaves masajes en los hombros mientras yo me limpio el sudor de nuestro encuentro.
-Le pedí el almuerzo para la terraza, en treinta minutos estará servido.
-Eso es demasiado tiempo.
-Pensé que querría peinarse y buscar un atuendo adecuado para atormentar a Portman.
-James, eres un genio.
A veces me da miedo de la manera en la que puede leer mi mente, pero no se lo dejo saber, porque eso sería reconocer que me conoce bien y ese es un lujo que no puedo dar.
Con eso, le daría poder para hacerme daño y nadie puede hacerme daño ya.
Salgo de la ducha, James cierra la llave y sale conmigo, me cubre con una toalla y luego se cubre él, sale a la habitación, seguramente para vestirse lo más rápido que puede. Yo me quedo para aplicarme crema, quiero que mi piel se vea suave, los encuentros con Portman siempre son para hacerlo perder la cordura.
Salgo a la habitación y james ya tiene puestos calcetines, bóxer y camisa, se coloca rápidamente el pantalón y los zapatos, sin perder tiempo.
-Si me permite hacerle una sugerencia de vestido – asiento y sigue -. El rojo la hace ver espectacular, el azul le da elegancia y sofisticación, cualquiera de los dos la haré ver maravillosa.
-Como hombre, ¿Cuál te enloquece más? – le digo sacando ropa interior de la comoda que allí tengo -.
-Por supuesto que el rojo, señorita.
-Que sea el rojo entonces.
Una vez que me coloca las bragas, James me entrega el vestido rojo. Es de escote cuello barco, se ajusta a mi cuerpo como una segunda piel y resalta mis curvas, llega hasta la casi la rodilla, pero al sentarme se sube más de la cuenta, así que me decido por unas medias ligas de color natural. Unos tacones del mismo color y ya está todo listo.
Me peino de manera que mi cabello caiga en ondas, repaso mi maquillaje, aplicando labial rojo intenso y aplicando sombra oscura, para resaltar mis ojos azules, una de las pocas herencias que tengo de mi madre y que comparto con mi hermana.
-La comida ya está servida, señorita Bosch.
-Perfecto.
Salgo de allí directo a la terraza, miro la ciudad de Nueva York a mis pies, imaginando que un día podré vengarme de aquel desgraciado que me arruinó… aunque si no fuera por él, no sería la mujer que soy ahora.
Dejo todos esos pensamientos de lado y me siento a comer, disfrutar de una buena comida luego de una sesión tan exquisita, es del mejor gusto que se pueda tener.
Al terminar, me voy al baño para lavarme los dientes, pensando en la cara que pondrá ese tonto cuando me vea. Repaso el labial y salgo a mi oficina, James está parado allí como si nunca hubiésemos tenido nada en la habitación de al lado.
-Señorita Portman, el señor William y su asistente vienen subiendo, ¿dónde desea recibirlos?
-Aquí, no pienso dar un paso más por ese hombre tan estúpido.
-¿Estúpido? Supongo que no te refieres a mí – dice William Portman, escoltado por su asistente, una chica castaña, más baja que yo y que evidentemente le teme a su jefe -.
-Portman, ¿hay algún hombre más estúpido que tú? – le digo tomando asiento en mi sillón ejecutivo, apoyo los codos en el escritorio, uniendo los dedos para dejar allí mi barbilla -.
-Supongo que creer en ti hace años, me hace un estúpido. Pero ya no lo soy, aprendí mi lección.
-Tal parece que no, vi en los sociales que te casarás con una chica bastante fea.
Su reacción me hace sonreír, pero oculto mis labios tras mis manos. Su mirada penetrante me hace recordar viejos tiempos, cuando la mirada que me dedicaba era diferente.
-James, lleva a la señorita… - me quedo mirando a la chica -.
-Montenegro – me responde nerviosa -.
-Lleva a la señorita Montenegro a la sala de reuniones, ofrécele un café o lo que sea que una dama de su categoría merezca, los adultos nos quedamos aquí, hablando asuntos importantes.
-Por supuesto, señorita – le indica la salida a la chica, pero ella se queda viendo con miedo a Portman -.
-Ve con él.
Su voz suena irritada, James cierra la puerta y Portman toma asiento en el sofá cercano a la entrada.
-Por favor, no seas tonto, ven aquí. No pienso moverme hasta allá ni gritar.
-Deberías ser más amable con sus invitados – dice de mala gana, poniéndose de pie y acercándose a la silla frente a mí -.
-Lo soy cuando se me da la gana, y justo ahora no quiero serlo.
Su ceño fruncido enmarca esos bellos ojos verdes que alguna vez me hicieron enloquecer, sonrío con satisfacción y me echo hacia atrás, apoyando mi espalda en el respaldo y suspirando, él me mira con desprecio y comienza a hablar.
-Vengo por la respuesta a la propuesta. Quiero saber cuándo podemos firmar ese acuerdo.
-Nunca – le digo sin miramientos ni consideraciones -.
-Sabes que mi ingreso a esta empresa puede ser de gran ayuda.
-No.
-Entonces como inversionista.
-Cuánto – voy directo al grano, porque no soy de las que se deja suavizar la oreja para no parecer descortés -.
-Diez millones.
-Tengo veinte veces más solo en una de mis cuentas, bien podría ser yo quien invierta en mi propia empresa, pero la verdad es que no lo necesita, las utilidades son suficientes para volver a reinvertir.
-Cincuenta.
-Ya te dije que no – echo atrás el sillón, cruzo mis piernas y me pongo de lado, dejando expuestas las ligas -. Así que me temo que esta conversación se terminó, llamaré a mi asistente para que traiga de regreso a esa chiquilla… ¿qué le pasó a la anterior?
-Mal elemento.
-Seguro no aguantó tu mal genio – giro la silla, manteniendo mis piernas cruzadas y posando las manos en los apoyos -. A los asistentes se les debe tratar bien.
-No me voy a enamorar de mis asistentes, como tú.
-Yo no me enamoro de mis asistentes – le digo con sorna -. Yo me los foll0, duro, y cuando me canso de ellos, se van.
-No entiendo qué pude ver en ti hace diez años – se para y comienza a caminar por la oficina -.
-Viste lo que fui, una mujer inocente, ingenua, débil.
-Jajaja, ¿tú ingenua, inocente? Por favor.
-Sí – le digo con tono seco -. Lo era, pero el hecho de que el hombre que amaba no me creyera, destruyó todo eso… así que te agradezco que me ayudaras a ser lo que soy ahora, una mujer poderosa, decidida y que no se deja amedrentar por nadie.
-Una p3rra, eso es lo que eres – dice lanzándose hacia mí, poniendo sus manos sobre las mías y acercando su boca a la mía como un depredador -.
-Que todavía te gusta, porque no has dejado de pensar en mí ni un solo día – le doy un beso corto y veo su reacción -.
Su respiración se acelera, con una mano me toma del cabello y me acerca a sus labios, me besa con una necesidad que yo no siento, porque lo único que me permito sentir es el placer cuando tengo s3xo e ira, cuando me desafían.
Lo dejo que se desahogue, reclino el sillón y con mis piernas lo rodeo por la cintura. Su pelvis se acerca a la mía y siento la dureza de su erección.
Todavía lo afecto, pero él a mí no.
Cuando se aleja de mí, lo hace con molestia.
-¡Maldita mujer! ¿Qué tienes que me haces caer así?
-El misterio de saber por qué algunos dicen que soy una diosa en la cama… el desgraciado de tu “amigo del alma” se te adelantó y nunca pudiste probarme, ahora deberás vivir con esa duda, de si es verdad lo que dicen de mí.
“Ahora, retírate, tengo que seguir trabajando.”
Me acomodo en mi lugar y me entierro en los nuevos diseños de drones, una de nuestras especialidades y por los cuales hemos sido objetivo de admiración. Escucho un bufido y luego el duro golpe de la puerta.
Dirijo la mirada hacia el cristal, veo que sale hecho una furia, mientras que su asistente corre tras él.
-No puedo creer que dejaras que ese desgraciado nos hiciera todo eso… peo ya no hay vuelta atrás, no para mí.
La verdad es que soy una fiel creyente de que las cosas suceden por algo y que es mejor seguir adelante, mirando a los ojos de tus enemigos, para que sepan quien le dio la estocada final antes de que se vayan al infierno.
-Te veré en el infierno, Jacob Sanders…