Capítulo 10

1348 Palabras
—Una vez que Fede se marcha entramos al restaurante y ubicamos a Fernando en una mesa apartado de todos, nos dirigimos hasta él y tomamos asiento, su cara es de muy pocos amigos, pero es entendible. —Hola Fernando —saluda Camille—. —Camille. —Fernando hola —le digo—. —¿Así me saludas ahora? —No estamos en la universidad y a mamá la conocen aquí en este lugar. —Excusas, pero vale esta bien. —Tomalo como quieras. —Vamos chicos, no hagan que el ambiente se ponga pesado, pidamos el almuerzo ¿Vale? —Es mejor. —Revisamos el menú y cada uno elige lo que quiere comer, le hacemos señas a un mesonero este llega a nuestro lugar y se lleva nuestra orden. —Entonces Cata —dice Fernando— ¿Me dirás que te ocurría ayer? —No me ocurría nada Fer, solo no quería estar en clases. —¿Y por qué simplemente no me lo dijiste? —Es que muchas veces te pones pesado y lo sabes. —¿Solo por querer qué tu mamá sepa lo nuestro? —¿Será posible que eso lo podemos discutir cuando estemos a solas tú y yo? —le digo—. —Si por favor, me incomodan. —Lo siento Camille —le digo—. —Vale. —El lunes en la universidad hablaremos Fernando, tengo muy poco tiempo hoy y quiero disfrutar el poco rato que estaré con Camille. —Creo que mejor las dejo solas —dice levantándose de donde esta sentado, deja unos billetes en la mesa para pagar la cuenta y se marcha—. —¿Crees qué fue lo mejor? —Nunca le dije que se marchara Camille. —En pocas palabras lo hiciste. —Da igual, él se pone pesado y eso me desestabiliza. —Te entiendo, pero vale mejor no pienses en él ¿Qué haremos con su almuerzo? —Se lo llevaré a Fede —sonrío—. —Claro, no dira que no. —Hoy tenemos una cita con nuestro padre. —¿Y lo dices tan tranquila? —Ya aprendí a vivir con eso, llevo toda una vida sin él asi que da igual. —Bueno tienes razón. —Nos traen el almuerzo diez minutos después de que Fernando se marchará, pedimos que nos pongan su almuerzo para llevar y empezamos a comer ambas en total silencio, todo esta tan delicioso como siempre; pasado un rato ya acabamos con nuestras comidas y nos traen el postre, esta delicioso también, este restaurante es exquisito con todos sus platos. —Bien Cata —dice Camille de pronto— ¿Me contarás que es lo que realmente te pasa? —La verdad Camille es que ni yo misma se. —¿Quieres realmente a Fernando? —Lo quiero sí, pero me gusta Alfredo. —¿Desde cuándo te gusta o desde cuándo estas así? —Desde hace mucho Camille, desde que llegue aquí a Francia he estado en un juego con Alfredo. —Hace mucho por lo que veo, lo que no entiendo es ¿Por qué no decidiste tener una relación con Alfredo en vez de Fernando? —La verdad no lo sé, solo se que no quiero alejarme de ningunos de los dos. —Estas mal de verdad —dice abriendo mucho los ojos—. —Lo sé, es muy confuso pero asi me siento bien. —¿Haciendo daño? —No lo hago. —Lo haces Cata, de una u otra forma lo haces. —Vale, tienes razón pero de momento no quiero parar. —Tomate tu tiempo, solo trata de no hacer sufrir a los demás. —Trataré Camille. —Vale, todo estaba muy rico y la conversación esta muy interesante pero es hora de irnos. —Tienes razón, ya Fede ha de estar por llegar. —Si, salgamos y lo esperamos en la heladería que esta al frente, allí comeremos un helado mientras esperamos. —No es mala idea, vamos. —Pagamos la cuenta con el dinero que dejo Fernando, salimos del restaurante y caminamos hasta la heladería, allí pedimos unos helados, nos sentamos a comerlo y seguimos conversando por un rato más. —Pueden invitarme un helado también si quieren —dice Fede de pronto llegando a nosotras—. —No Fede no creo, ten —le entrego el almuerzo— cortesía de tu cuñado. —Yo no tengo cuñado —su rostro cambia de pronto—. —Bueno bueno, come igual, esta delicioso. —Lo imagino, vale comeré y nos marchamos, ya papá nos esta esperando. —Bueno, que espere un rato más, da igual. —Si da igual. —Pasamos un rato más conversando con Camille y dado el momento damos nuestro encuentro por terminado. —¿Te llevamos a casa Camille? —No Fede, no es necesario, papá vendra por mí en cualquier momento. —Vale Camille, nos vemos luego entonces. —Gracias Cata, la pase de maravilla. —Adiós Camille —nos abrazamos y nos despedimos—. —Bien hermanita, ahora si, vamos al encuentro con nuestro padre después de tanto tiempo. —Si, que emoción —digo con mucho sarcasmo—. —Eres fuerte hermanita. —Lo sé —reímos y arranca el coche rumbo al encuentro con nuestro lindo padre—. —Pasado unos minutos suena mi móvil y al verlo noto que es Alfredo, no se nada de él desde que me acompaño a casa en la madrugada. —¿No vas a contestar? —Claro, solo que no se. —¿Quién es? —Tu amigo Alfredo. —¿Por qué no le contestas? —No lo sé, no se que estoy haciendo Fede, pero sea lo que sea no lo hablaré contigo ¿podemos ir luego a casa de la tía Madeleine? —Claro, le preguntaré si puede recibirnos más tarde, mientras contestale a Alfredo. —Vale. —Contesto la segunda llamada de Alfredo. —Catalina —me dice—. —Alfredo ¿Cómo te va? —Bien Cata, ¿Tuviste problemas en tu casa? —No, solo lo noto Fede y me hizo despertarme muy temprano para prepararle el desayuno —escucho como ríe—. —¿De verdad hizo eso? —Así es. —¿Dónde estas ahora? —Con él justamente, tenemos una reunión con nuestro papá. —Wow, no lo puedo creer. —Ni yo la verdad. —¿Y estás bien? —tan lindo, el siempre tan atento en mis cosas—. —Si, mejor que nunca, sabes que es algo con lo que he aprendido a vivir. —Si lo sé. —Bien Cata, solo quería saber cómo estabas. —Bien de verdad, gracias por siempre estar y gracias por todo lo que paso ayer. —Vale Cata, no tienes que darme las gracias, sabes lo que siento y sabes bien que haría cualquier cosa por tí. —Lo sé perfectamente. —Te hablo luego, espero que todo salga bien con tu papá. —Nuevamente gracias Alfredo. —Adiós Cata. —Corto la llamada y noto que Fede no para de mirarme eso si que es incomodo. —¿Qué pasa? —Nada, solo que te ves tan tonta cuando hablas con él, no pareces tú. —¿Qué te dijo la tía? —desvío el tema ignorando su comentario—. —Que pasemos por su casa luego, nos invita a merendar algo. —Perfecto, necesito hablar con ella. —Igual no la escucharás, no escuchas a nadie, bueno si, al imbécil ese de Fernando. —¿Tenías que mencionarlo? —Si, tenía que hacerlo, es que la mayoría de las veces cuando lo ves pareciera que vieras al mejor hombre del mundo. —No es así. —Si claro —responde con sarcasmo—. —Mejor hagamos lo que tenemos que hacer Fede, necesito que ese encuentro acabe antes de empezar. —La verdad yo también lo quiero Cata. —Vale, hagámoslo entonces.
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