Debía dedicarle aún unas cuantas pinceladas más a aquel lienzo que había absorbido lo hermoso y perfecto que era cuando ella y Ramiro se unían en esa perfecta sinfonía que solo ellos podían apreciar. No podía evitar sonrojarse al recordar aquello, al saber lo libre que podía llegar a sentirse en los brazos de un hombre del calibre de Ramiro Ricci. Tuvo que abandonar su faena en cuanto se acercó la hora de ir al bar. Ahora que Cristina la debía arreglar, no solo para atender la barra, sino que para tocar con la banda, se tenía que presentar un poco antes, así contaba con los minutos necesarios para quedar "a la altura del espectáculo ", en palabras de Cristina. Se limpió los restos de pinturas, le dedicó una última mirada a aquel hermoso cuadro que le comenzaba a calentar el pecho al mism

