Agotada y nerviosa me sentía esta mañana. Apenas si había podido dormir noche. Cada vez que cerraba mis ojos aparecían los orbes azules de Drakon perforándome con aquella intensidad que me sentía extraña. Su beso había sido tan profundo e impactante que no salía de mi mente y mis sueños. Aquello honestamente ya me estaba perturbando.
-No has tocado tu café con leche y tu cereal-mamá interrumpe mis pensamientos mientras me acerca la taza humeante y espumosa-Es lindo estar enamorada.
Papá le regala una mirada de pocos amigos. Aquel tema del amor se me estaba prohibido y aún más desde que había expresado mi amor hacia Bernardo. Ese día papá me miro de una forma completamente diferente. Mamá solía defenderlo diciendo que aquel motivo era que yo había crecido y su niña que solía amar los cuentos de hadas había conseguido a su anhelado príncipe azul.
-¿Todo bien con Bernardo? Tiene tiempo que no nos visita.
-No desde que papá lo corrió-Cereza suelta una carajada maliciosa a la cual mi padre se une-Cara de ardilla salió volando de la ventana del auto cuando los descubrió en su escena de besos.
Ruedo mis ojos. Aquello jamás lo superarían. Ella y papá consideraban divertido burlarse de mi novio.
-Afortunadamente todo esta bien-sorbo mi café con suavidad-solo pensaba en mi tarea-aquello era una excelente idea, debía cambiar de tema justo ahora–nos mandaron en clase a investigar sobre alguien de nuestros antepasados. Pero yo no sé de quién hacerlo.
–Puedes hacerlo sobre mi familia, los Victorias tenemos descendencia europea. Creo que te podrías enfocar en Barnabas Victoria, el carnicero del pueblo–fingió que era interesante.
– Prefiero hacerlo sobre el tío abuelo de mamá, sé que él fue un guerrero que viajó de Irlanda luego de que esta atravesaba por una gran guerra–remuevo mi cereal lentamente, la leche estaba algo tibia para mi gusto, pero las hojuelas de chocolate estaban a la perfección.
– ¡Los Victorias somos geniales!
– ¡No lo hare!, No escribiré sobre un carnicero.
Me sentí algo nerviosa por lo que diría papá, después de todo él era muy orgulloso de la sangre Victorias y no le gustaba mucho la de mi madre, pues su familia la había rechazado cuando se enteraron de que ella contraería matrimonio con un don nadie que apenas sobrevivía al día.
– ¿Que tienen de malo los Victorias? Nuestra familia es genial, muchos han sido personas de gran interés.
–No creo que unos carniceros o ladrones sean de mucho interés, papá. ¡Así es! – no es grandioso hablar sobre un carnicero o un ladrón o mucho menos de aquellos que no hicieron nada por este pueblo. Mis amigos tendrían historias interesantes, Jessica hablaría sobre su abuela, quien fue la primera alcaldesa de Santa Apolonia.
Santa estaba muy decidida en hablar sobre sus antepasados africanos que huyeron de sus tierras, su familia era grandiosa, todos eran dueños del primer periódico del pueblo, Ricardo no para de decir sobre que su informe sería sobre un luchador de guerra que deserto de las tropas de Hitler y vino a comenzar de nuevo junto a su esposa e hijos y Bernardo hablaría sobre uno de los fundadores de Santa Apolonia que perteneció a su familia. Yo no podía quedarme atrás, tenía que hablar de algo emocionante o morir en el intento.
–Ninguno era ladrón o carnicero, nosotros somos…
–¡No papá!–le interrumpí abruptamente–sabes muy bien, todos conocemos aquí el origen de los Victorias y el porque nos apellidamos de esa manera y no fue por ganar ninguna guerra o algo parecido. Amanda Rollan fue seducida por un hombre pobre cuyo único interés era solo enamorarla y desecharla y cuando lo hizo la dejo embarazada, por eso su padre no tuvo más remedio que darle un apellido a ese futuro bebe que crecía en su vientre e hizo creer que su hija había quedado viuda para que no viviera en la vergüenza.
–Ahí tienes una historia interesante–dijo al fin con ese tono de ganador–y si no te gusta podrías hablar sobre la loca del muelle, ella también era una Victoria.
– ¿En serio? –Cereza preguntó, sus ojos se brotaron por la sorpresa. Dejo caer la cucharilla de la mesa y miró a papá fijamente– ¿cómo es que no sabemos eso?
–No lo sé, –se encogió de hombros de forma despreocupada, pero yo sabía que era una táctica para hacerme cambiar de opinión–su historia es mucho más que la de una mujer enloquecida.
Dicen que en esa época que perdió a su amado el pueblo pasaba por una enfermedad desconocida. Y que no tenía cura, en esos tiempos un doctor de tierras desconocidas llego con el propósito de hacer investigaciones sobre aquella enfermedad y a partir de ahí enamoro a la pobre muchacha. El jugó con sus sentimientos, la en mancilló y la dejo para perseguir un nuevo amor, pero con una vaga promesa de que el vendría por ella.
–Absurdo–dijo al fin mi hermana–era una tonta por creer en ello–cruzo sus brazos con seriedad.
–No deberías de burlarte de las personas de esa manera, cariño. Después de todo las personas siempre actuaran de forma diferente a las que tú piensas–mamá se levantó con el fin de terminar la discusión entre papá y yo y tomo las llaves del auto para llevarnos al colegio una vez más.
– ¡Alice! –mamá me llamo antes de salir. Camine hacia ella, con sus tacones de aguja color piel lucía mucho más alta e imponente.
–Si–digo tomando mi bolso y colocándolo en mi hombro.
–Por favor, cariño…–mi instinto de hija sabía por dónde iba aquella conversación–¿podrías hacerlo sobre los Victorias?–sus pestañas empapadas de rímel se agitaron con una fuerza monumental, era tan hermosa que no podía negarme ante su petición–Sé qué te parece aburrido una historia sobre los Victorías, pero para tu padre es algo importante y no quiero que hieras sus sentimientos–toco mi mejilla con su mano, observe la enorme piedra negra en su dedo anular y esa sonrisa a la que nadie podía negarle nada.
–Bien–respondí luego de unos segundos en silencio, completamente resignada deje que me besara la frente y me retire de ahí. A veces pensaba que papá solo tuvo suerte porque alguien tan hermosa como ella se fijara en él.
Luego de despedirme de mamá y prometerle que haría el informe sobre los Victorías para no herir los sentimientos de papá me separe de Cereza y camine hacía mi grupo.
Jesica mantenía la atención de todos Mientras hablaba sobren el dueño guapo del castillo y como según en su mente de cuento de hadas lo había conquistado por completo.
– ¿Verdad que sí? –me pregunto apenas vio que me acercaba a ellos. Jessica jugo con su cabello y lanzo una mirada impaciente hacía mi para apoyarla.
–Si–contesté algo malhumorada. Recordar a Drakon me puso de peor humor repentinamente, no deseaba escuchar lo maravilloso y guapo que era por su parte, ya tenía suficiente con mis padres. Todos alababan a ese sujeto junto a su prima solo por ser personas hermosas y poderosas.
– ¿Entonces eres amiga del dueño del castillo? –Ricardo se acercó a ella impresionado, coloco con suavidad su brazo alrededor de su hombro solo para pedirle que nos llevara a conocer el gran castillo n***o.
–Eh, si claro. No te preocupes, hablare con él, sé que no habrá problemas, Drakon es muy divertido y relajado, sé que le gustara tener visitas en su castillo y creo que te gustara Olivia, ella es tan glamurosa y perfecta, me pregunto en cual cirujano plástico se habrá hecho los pechos y los labios, son tan de Hollywood, es como si unieras a Scarleth Johansson y Marily Monroe en una cacerola para que saliera una hermosa rubia curvilínea y elegante. Todos notaban su emoción, podía ver las caras de los demás imaginándose aquellos actores perfectos que vivían en Santa Apolonia, era extraño que sin conocerlos ya se sintieran atraídos por ellos.
–¿Que nos cuentas tú, Alice? ¿de verdad son tan ricos como dice Jessica? Sé que le gusta exagerar cuando habla de los chicos que le gustan.
Todos ahora me miraron con curiosidad, para buscar mi reacción y solo recordé el beso de Drakon de nuevo.
– ¿Por qué me preguntas? Jessica hablo toda lo noche con ellos–mis palabras fueron abruptas y le ofensivas. Salí de ahí antes de que Bernardo u otro se diera cuenta de mis nervios por pensar una vez más en ellos.
– ¿Estas bien? –pregunto Santa detrás de mí. Me había seguido sin darme cuenta hasta las escaleras. El pasillo estaba abarrotado de más estudiantes, las risas de un grupo de primer año atrapan mi atención, puedo ver a Cereza sonreír junto a su grupo de amigas y me hace feliz.
– ¿Alice? –Santa de nuevo me hizo reaccionar– ¿qué tienes? ¿más peleas con tus padres? –deslizo su mano a su bolso cruzado y toco con nerviosismos sus pequeñas chapas decoradas con personajes japoneses de brillantes colores.
–No, ¿estoy bien? ¿y tú? –pregunté.
Mi instinto me dice que voltee y al hacerlo atrape a ese chico una vez más. El pelirrojo parecía peligroso recostado en las grandes puertas de madera de la entrada. La luz del sol solo hizo resaltar aquella tonalidad fantasiosa de cabello que me recordaba mucho a mi labial de cereza.
– ¿Qué le pasa a ese imbécil? –pregunte notando como nos miraba fijamente como si le debiéramos algo.
– ¿Crees que sea uno de esos abusivos? –y ante la idea, santa solo subió con rapidez.
–Claro que no, solo es un cretino que se cree genial por ser solitario. Es un egocéntrico, solo ignóralo y si se mete contigo avísame y le daré su merecido.
–No es como si fueras a ganarle, tienes que mirar esos músculos y aquella mirada asesina–mordió su labio con algo de deseo.
–¡Ok, gracias por la confianza! –le digo bromeando.
–Bien, lo siento, no quería...–sigo alterada.
–Está bien, solo tonteaba, mejor vamos al salón, ya he tenido suficiente esta mañana.
Algebra me mantenía ocupada, de pronto la biología no me resulto tan mala con tal de olvidarme de aquel beso que se sentía como si lo hubiera cambiado todo, como si Drakon me maldijera para toda la vida.
¿Por qué me afectaba tanto aquel beso?
No sentía nada por el o bueno si, pero esos sentimientos no eran de amor o deseo, había algo que me producía cuando lo veía sonreír con ironía. Todo era como si el pánico me invadiera lentamente por dentro de mis venas causando dolor y desesperación, me sentía como si quisiera gritar.
Las horas pasaron y me sentí mejor cuando llegué a casa, sentí que era mi refugio, me sentía en paz y a salvo de cualquier mal pensamiento o presagio.
Mamá había llegado temprano de su cita con las tiendas de ropa y papá aún seguía a fuera con los planes para ese castillo maldito. Mientras yo estaba decidida a hacer algo que me alejara de aquel ciclo vicioso e tenía en mi mente y junto a claro de luna bajamos al sótano de la casa.
El lugar era muy ordenado a pesar de tener grandes cosas viejas, como esa anticuada tabla de surf de mamá o el costoso equipo de golf que papá compro y dejo de usar por ser malo en aquel deporte. Los disfraces de mi hermana y mío, varios álbumes familiares de nosotros en el pasado, que me hacían recordar lo feliz que había sido mi vida hasta ahora. No paro de sonreír al ver la bola rosada e indefensa que era mi hermana y lo pequeña que yo siempre he sido.
Cuando era una niña siempre usaba el cabello corto hasta las mejillas y mi contextura era el de una niña gorda y poco agraciada, puedo notar que se me acentuaba más el gen Victorias, la misma expresión gruñona, el modo de inflar las mejillas cuando nos enojamos y el cuello corto que nos recortaba el tamaño.
Papá y yo éramos muy parecidos, quizás por eso siempre estamos peleando a pesar que lo amaba. Claro de luna se sienta en mi regazo y disfruta de mis dulces caricias, teniendo tan cerca de mi gato me sentía feliz, me gustaba mucho como se sentía su cuerpo tibio y aquella tranquila respiración, siempre cerca de mi como si fuera un fiel guardián que me protegiera de todo mal.
–Vamos, claro de luna. No nos dejemos llevar por los recuerdos, tenemos trabajo que hacer–por alguna razón no me sentía rara hablándole a mi gato, es más desde el fondo de mi corazón sabía que podía entenderme por eso con un mal gesto solo se levanta y sigue curioseando las cajas con nombres ordenadas alfabéticamente.
– ¿En dónde estarán? –_digo sin poder evitar rascar mi trasero como antigua costumbre–necesito algo sobre esa loca del muelle. Abre bien los ojos felinos y busca algo– no recibí respuesta, pero mi gato sabía que tenía que buscar y cada vez que pensábamos que estábamos cerca de ello solo nos decepcionaban las listas inconclusas.
–No hay que dejarnos vencer–nos animé mientras revisamos un baúl grande con ropa vieja y llena de polillas. Saco telas y telas y veo una que llamo mi atención, el azul añil era primoroso y todavía a pesar de la humedad conservaba un cierto aroma a lirios que casi me era familiar. Acerque mi vestido en inhale una vez más ese dulce olor y no pude evitar sonreír, me sentía feliz, de pronto miles de recuerdos me invadieron, como si pequeñas imágenes distorsionadas se acercaran mi cabeza o voces penetraran mi razón.
Solté el vestido pomposo y seguí buscando, tenía una especie de corazonada que seguía impulsándome buscar respuestas. Saque más y más vestidos, incluso había una peineta plateada con rosas hechas de piedras diminutas de colores que me habían dejado hipnotizada por su brillo y elegancia, la coloco suavemente en mi cabello.
Me estaba divirtiendo verme como alguien de otra época y si no fuera por mi deseo de encontrar algo sobre mi pasado fuera seguido todo el día.
La búsqueda al final fue en vano. No había nada sobre ella y la decepción seguía golpeándome y por si fuera poco la luz se apagó automáticamente.
Estaba a ciegas en ese sótano, sin ayuda y con un ruido aterrador. Mi corazón temblaba sin parar debido al miedo.
– ¡Tac! – Salió del silencio. Mire a Claro de luna y él estaba en mi pierna acurrucado.
– ¡Tac! – Otra vez, busque de dónde provenía ese ruido extraño, pero estaba sola, con un gato que casi nunca maullaba.
– ¡Tac! – La presión me subió. Mi cuerpo estaba temblando por aquel ruido extraño que provenía de ningún lado, aferré la carta a mi pecho y trate de buscar refugio, cerré mis ojos con fuerza y solo suplique por salvación en forme de oración.
Tac, tac, tac...se repetía cada vez más rápido, el ruido me seguía mientras se hacía cada vez más grande, quise correr, pero solo me quedé helada e inmóvil, mis músculos me traicionaban y ahora solo podía quedarme atrapada en esa habitación.
Tac...se escuchó más fuerte. Una mano se enganchó en mi pierna y me halo. Mi cuerpo cayo y como un animalito del bosque cerré mis ojos y solo me hice la muerta.
Las risas de Cereza empezaron a salir, esta divertida por aquella broma que me había hecho.
– ¡Tenías que ver tu cara, Alice! Casi jure que te hacías en los pantalones–y ella tenía razón, solo faltaba poco para hacerlo–eres una miedosa total, quizás tenga que llamar a Bernardo para que te proteja, aunque olvídalo, seguro que es tan cobarde que ni siquiera viene ¡oye! – Vamos, levántate, no seas tan llorona–su pie movió mi muslo y luego mi brazo. Relaje el cuerpo y solo me quede rígida ante cualquiera de sus palabras, si quería guerra, tendría guerra.
–Vamos Alice, no tienes que fingir, ya termino, solo levántate. ¡Alice! –grito una vez más. Sus manos frías pasaron por mi cuello y luego por mi estómago para detectar algo, pero no obtuvo nada más que silencio.
– ¡Mierda!, ¡mierda!, ¡mierda! –dijo a la vez que me batía de manera brusca– ¡Alice!, no juegues conmigo, solo era una bromita, Nada más, te veías totalmente graciosa cuando leías esa carta así que solo quería asustarte, pero era jugando, por favor–su respuesta fue el silencio. Su voz empezó a acelerarse, sentía su respiración llena de angustia al ver que no pasaba nada conmigo.
– ¿Y ahora que le digo a mis padres? Ellos no me van a creer y pensaran que yo la mate, no puede ser, no. Necesito, nece...si, un plan, necesito un plan urgente. Primero una bolsa de plástico, la envolveré y la llevare lejos de la casa y si papá o mamá preguntan diré que salió con esa cara de ardilla, claro, esa es una excelente idea, que todos piense que fue cara de ardilla, con tal, nunca me cayó bien.
Sus pasos se alejaron y solo en cuestión de segundos bajo de nuevo con una bolsa en sus manos. Su mano pequeña acaricio mi cabello, casi pude escuchar un sollozo tenue que provenía de ella mientras buscaba la forma en envolverme en la bolsa de basura.
–Alice, lo siento–su voz se había quebrado por completo mientras me seguía acariciando para poder limpiar sus penas. Harta ya del juego solo aprieto fuerte su mano y abro los ojos de manera abrupta y grito con tanta fuerza que ella hace lo mismo y pronto estamos en una batalla por ver quién era la que más gritaba. había lágrimas en sus ojos y su pequeño cuerpo temblaba despavorido por mi broma.
– ¿Que pasa aquí? –mamá también grito molesta–Alice ¿qué le hicisteis a tu hermana? –preguntó mientras se acercaba a Cereza y la rodeaba con sus brazos.
La pequeña bestia se hundió más en el regazo de mamá y uso toda su hermosura para engañarla.
–Me asustó–dijo con el rostro cubierto de lágrimas–ella solo me jugo una broma pesada.
– ¡Oye! –grito furiosa–claro que no. Tú fuiste la que deseaba asustarme, pero te salió el tiro por la culata–mire a mamá quien no tenía ganas de creerme–incluso intento culpar a Bernardo de mi muerte.
–Basta las dos–interrumpió ella–suficiente, son hermana y no deberían pelearse. ¿eso es lo que les enseñe? –su rostro estaba algo rojo, se notaron fácilmente las venas de su cuello–suban inmediatamente y que sea la última vez que se juegan de esa manera, por dios, son hermanas, deberían ser unidas y no pelear de esta manera. Apreté fuerte la carta que había conseguido.
Hermanas, no podía soportar a veces esa idea. Cereza siempre tenía que hacer de las suyas, Cereza siempre tenía que ser la que consientan, mientras yo solo me quedaba con el castigo.
No fui a cenar luego de la pelea, me encerré en mi habitación y solo me quedé concentrada en la hemeroteca virtual del pueblo. Aquella página tenía muchos artículos, incluyendo los primeros desde el día de su inauguración. Trato de despejar mi mente y busco sobre esa loca del muelle.
9 de abril de 1860
AHORCADA EN LA PLAZA MUERE AQUELLA JOVEN VICTORÍAS.
Todo el pueblo conmocionado solo llora por ella y su historia cruel de amor. Nuestra querida Loca de Muelle, Apolonia Victoria fue encontrada sin vida colgada en el árbol de los deseos. El alcalde entristecido por la noticia decidió cambiar el nombre de la Isla Costa Azul a Santa Apolonia, pues ella era una santa que se había aferrado a un deseo inalcanzable.