Sentí mi cuerpo estremecerse de una manera que jamás había sentido. Una corriente eléctrica viajaba por mi cuerpo, y unas cosquillas se posaba en mi vientre; lo tomé por sus cabellos y abrí mis labios para dejarme embriagar por el néctar de los suyos, su lengua jugaba en mi cavidad provocando en mis sensaciones jamás conocida. Cuando de pronto todo el sentimiento grato que sentía se desvaneció por completo.
—Lo siento —lo empuje y salí corriendo al baño; unas profundas ganas de vomitar habían invadido mi ser. No sé si era producto del embarazo o la cantidad de escenas que se dibujaron en mi mente del día de mi violación.
Entre deprisa, por suerte estaba solo; comencé a vomitar devolviendo el contenido de las copas que había ingerido cuando unas manos tomaron mi cabello con dulzura.
Volteé la mirada para darme cuenta que era Danilo quien me miraba tan tierno que parecía un ángel, uno sexi y hermoso.
—Por favor sal de aquí, me avergüenza horrible…—No termine de decir la frase cuando de nuevo las ganas de vomitar invadieron mi cuerpo por completo.
Él acariciaba mi espalda tratando de controlar el malestar que estaba sintiendo, pero realmente yo estaba tan avergonzada,que esos pequeños detalles no los veía en aquel momento.
—¿Estás bien nena?—preguntó mirándome preocupado. Sus ojos de color miel hacían estragos en mi cuerpo.
Asentí con la cabeza mientras tomaba la mano que me tendía para incorporarme de la posición incómoda que había optado.
—Que vergüenza Danilo —le dije mientras dirigía mis pasos al lavamanos para refrescar un poco mi cara. El me miraba curioso, como tratando de detallar cada centímetro de mi cuerpo; no se que sentía en aquel momento cuando me encontraba en un baño público con un hombre extremadamente guapo, sexi, y millonario. Que además era la persona que le estaba salvando el trasero a mi hermana.
—Estaré para ustedes Elena, les he dicho que quiero ayudarlas —su mirada intensa inspeccionabá mi rostro por el espejo del baño.
—Yo…—no alcancé a decir palabra, y agradezco, porque en ese momento no se que debía o tenía que decir.
—Que hace un caballero en el baño de mujeres —interrumpió una rubia regordeta y bastante ebria.
—Lo siento, es solo que .. pues …. Ella necesitaba ayuda—el magnate estaba tan nervioso que arrastraba las palabras sin saber completar ninguna. Es que no es para menos, que te pillen en un baño público, con una mujer solos; definitivamente deja mucho a la imaginación.
Danilo salió con la cara hecha un tomate de lo rojas que estaba, y yo agradecí al cielo por eso.
Me quedé unos cuantos minutos, mientras la rubia regordeta hacia sus necesidades y me miraba de arriba a abajo como buscando algo. Sonríe de medio lado y cuando me sentí un poco mejor tomé la decisión de salir.
¡Mierda! ¡¿ ahora cómo lo veía a la cara?? —me preguntaba mentalmente, porque joder, como hacía para verlo después del beso de hace unos minutos y de que me viera vomitando. Era sencillamente vergonzoso, pero tenía que salir en algún momento, ni… modo que me quedaría ahí todo el tiempo.
Resoplé varias veces hasta que decidí salir; el me esperaba recostado de la pared del lado del al frente de la puerta del baño.
Lo miré curiosa, para luego bajar la mirada avergonzada; él se acerco a mí y posó su dedo índice en mi mejilla, y ahí iba de nuevo la corriente eléctrica por mi ser, haciendo marañas en mi estómago.
—Lo siento Elena. No te diré que no quería hacerlo, porque si quería, pero te diré que si te incómoda no lo volveré hacer de nuevo —me miró directo a los ojos provocando que mi cuerpo se estremeciera; yo mordí mi labio inferior con fuerza, porque sencillamente no sabía que expresar en aquel momento.
No logré articular ninguna palabra, él seguía mirándome de aquella manera hasta que resoplé y al cabo de algunos minutos logré hablar.
—No me siento bien, quiero ir a casa —vociferé y el asintió para tomarme de la mano como si me fuera a perder, o no conociera el camino. Aunque debo decir que me sentí tan bien en ese momento, como si él pudiera llegar a protegerme de muchas cosas, cosas que necesitaba.¿ Y cómo no? , si ya lo estaba haciendo.
Salimos de aquel lugar, y nos adentramos al auto. Danilo estaba pensativo, no sabía que decir y yo tampoco, así que el silencio reino por largos minutos hasta que llegamos a mi casa.
—Mañana mandaré por ti para que te lleven a ver a tu hermana, —indicó serio; note su entrecejo arqueado. Estaba molesto.
Asentí y en silencio me baje del auto; me voltee para ver si ya había arrancado el su auto pero para mí sorpresa seguía ahí.
—No me iré hasta que no entres —suspire. Aunque me sentí tan bien, saber que había alguien que se interesaba por mí me hacía sentir de cierto modo protegida.
Entré a la vecindad y abrí mi pequeña casa. Estaba tan acelerada como si hubiera corrido un maratón, las manos me temblaban y el corazón retumbaba como queriendo salir de mi pecho.
Dirigí mi pasos a la cocina y tome un poco de agua para tratar de calmar aquellas sensaciones que estaba sintiendo. Era extraño, lo sé, y no entendía como cojones yo podía sentir todo eso por aquel hombre que acababa de conocer y que además era de un posición muy diferente a la mía.
Quite los tacones y el vestido y dejé caer mi cuerpo en el sofá de la cama; estaba en ropa interior y el frío se colaba por la ventana. De pronto un miedo invadió mi ser, estaba sola! Definitivamente me hacía mucha falta mi hermana, así que en medio de tantos sentimientos comencé a llorar, mientras le pedía al cielo que ella pudiera vencer el cáncer.
Toda la noche me la pasé en ese plan, estuve entre recuerdos del beso con Danilo y recordando a Lisa hasta que el sueño me venció y caí rendida.
Estaba terminando de desayunar cuando sentí la puerta de mi casa sonar.
—Buenos días—Un hombre de unos cuaretaas años mas o menos esperaba a mi puerta con un traje n***o bien vestido.
—Buenos días señorita Elena, de ahora en adelante yo la llevaré a la fundación, y la traeré —dijo el hombre muy serio, parecía un robot —Mi nombre es Hermes —tendió su mano y yo la estreché con una sonrisa.
Le invito pasar y tomar un café, pero el hombre se negó tantas veces que termine por desistir y salimos juntos de la vecindad.
Estaba a punto por subir a la gran camioneta de color negra cuando una mano me sujeto fuerte.
—Elena ¿ Y se auto? ¿A dónde vas?—Me pregunto
Hola mau—bese sus dos mejilla —tengo muchas cosas que contarte, lisa está recluida en una fundación.
Los labios del prieto se abrieron asombrado.
Me alegra mucho Elena, yo con la universidad y el trabajo no he tenido tiempo de verte. Pero eso no responde Ami Pregunta y este auto —lo mire dudosa, mauricio siempre había estado enamorado de mi, y había visas que prefiria no callar para no herirlos, y todos sabemos cuáles son.
—Después te cuento Mau ,tengo que ir a ver a Lisa —le dije y subí al auto dejándolo desconcertado.
Me recosté en el asiento y comencé a a mirar el techo de cuero. Me sentía extraña, jamás en mi vida había sentido tanto lujo como hasta ahora.
Apenas llegamos a la fundación salí casi que corriendo del auto, una doctora que estaba en la entrada me recibió.
—Hola, tu eres Elena la hermana de Lisa —Dijo con una mueca de desagrado en sus labios.
La miré de arriba abajo, no me caracterizaba por ser una persona paciente y muchos menos callada.
—Si,¿por qué?—. Le pregunté viéndola de igual manera.
—Curiosidad—musitó y le pase por el lado para dirigirme a la habitación de mi hermana.
Observé la habitación a mi alrededor, era hermosa; habían dos camas individual, cajones con libros, y una ventana enorme donde se podía apreciar toda la ciudad.
—¡Lisa !—La llamé y dirigí mis pasos al escuchar unos sollozos en el baño.
Cuando abrí la manija ella estaba sentada con una tijera cortando su hermoso cabello.
—Cariño —musité con un nudo atorado en mi garganta.
—Nos pidieron hacerlo Elena —sollozo y mi alma se partió en miles de pedazos.
—Tu puedes cariño, tú puedes —le dije mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
Ella sonrió con tristeza antes de cortar uno de sus mechones.
Le aplaudí fuerte, al mismo instante que ví como Danilo entraba a la habitación haciendo lo mismo él.
Mientras las palmas sonaban ella iba cortando su cabello, su hermoso cabello.
Maldición, fue difícil ver a una niña luchar de aquella manera con eso, y sabía que faltaba más.
—Elena, quiero hablar contigo —me dijo Danilo, cuando terminé de dormir a mi hermana.
Agaché la mirada, mientras mordía mi labio con fuerza, estaba aterrada, definitivamente lo estaba, el hecho de que el me preguntes por el beso, incluso si me dejaba de ayudar con lisa por eso, dios mío en que me he metido.
—Elena, quiero que te cases conmigo mediante un contrato —sugirió, y en ese preciso momento sentí que me iba a desmayar.