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1059 Palabras

Su madre lo espera con una tablet en su mano y el desayuno a terminar. En completa soledad, cómo es qué siempre se encontraba. Y ya no le resultaba algo triste a Eros, su madre se lo había buscado. Ella misma, con cada una de sus acciones había llegado a condenarse a su propia soledad. —Crei qué llegarías más tarde.— Se coloca de pie, arreglando las arrugas inexistentes de su traje de dos piezas. Eros sonríe pasando una mano por la comisura de sus labios al escuchar su tono tan estricto y perezoso. —Me citaste a una hora y a esa hora llegue, Rebecca.— Arquea sus cejas observando a su alrededor. Jamás podía llegar a decir que tenía un bonito recuerdo de ese lugar, y creía qué tampoco su hermano Erick podía llegar a recordar algo bueno de su infancia en aquella mansión que se veía cada

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